Corría la segunda mitad de los años 90 cuando mi pasión por los computadores me llevó al más maravilloso encuentro de mi vida: conocí internet. Un internet precario, de pedal, como solíamos decir en ese tiempo, con inestables y ruidosas conexiones telefónicas y planes de costos elevadísimos. ¡Una verdadera pesadilla!
Un internet con unos computadores que hoy les provocarían un ataque de nervios a los mileniales. Un internet sin video, sin fotografías, sin audio. Si no viviste esa época, si nunca supiste lo que era levantar la bocina del teléfono y quedar sordo por el ruido del módem, nunca conseguirás imaginarte lo que era en realidad.
Por más argumentos que te dé, por más anécdotas que te cuente. De hecho, cuando la memoria me transporta a esos años me cuesta trabajo entender cómo era posible trabajar así, cómo algo tan limitado se transformó en algo sin límites. Llevo más de veinte años conectado a la red y 19 de ellos dedicado a hacer negocios por internet.
Conocí aquel internet precario y disfruto el actual. Pagué cifras astronómicas por servicios que hoy son gratis (o muy baratos) y he sido testigo de mil y una tendencias que iban a revolucionar la vida y pronto desaparecieron, del mismo modo que a diario uso herramientas que han fueron declaradas muertas y enterradas cientos de veces.
Comencé con un directorio de la vida y la obra de Gabriel García Márquez, sin duda el colombiano más universal del siglo XX tras ganar el Premio Nobel de Literatura en 1982. Hice todo el curso (reprobé algunas materias y tuve que repetirlas), viví toda la transformación y ahora tengo negocios, vivo del trabajo que hago en la red.
En ese aspecto, mi vida gira en torno de lo que ocurre allí, en ese universo virtual que no cesa de brindarme nuevas y maravillosas alternativas. En varios eventos a los que he asistido, como organizador o como participante, escucho recurrentemente la misma frase: “Como internet es una mina de oro, yo también quiero hacerme millonario”.
Cuando oigo esas 12 palabras, mis oídos retumban como cuando el módem indicaba que se había conectado, con un pitido repulsivo. ¿Será posible que después de tanto tiempo la gente siga creyendo esa mentira? Si internet es una mina de oro, debo reconocer (con rubor, por supuesto) que después de dos décadas todavía no encontré la veta.
Una de las características más poderosas de internet es que hay un lugar
para todo aquel que quiere aprovechar las oportunidades que la red brinda.
Lo único que te exige es conocimiento, pasión y trabajo.
No puedo decirte, siquiera, si existe o que es simplemente un mito, una de tantas historietas de piratas y tesoros. Tengo un negocio, vivo bien producto de mi trabajo y todos los días le doy gracias a la vida porque considero que fui bendecido al poder transitar este camino maravilloso en el que he sido (y soy) muy feliz.
Cuando escucho esas 12 palabras (y el zumbido de los oídos se silencia), le pregunto a mi interlocutor a qué se refiere. Y casi siempre me habla de casos de éxito como Steve Jobs, como Mark Zuckerberg o como Bill Gates… Y a medida que transcurre la conversación, compruebo que es otra de tantas personas que tropezó con la misma piedra.
Sí, aquella de creer que internet lo hará rico (rico, no, ¡multimillonario!) de la noche a la mañana, en un dos por tres. Con dos o tres preguntas muy sencillas que le formulo, me doy cuenta de que desconoce el tema, de que ignora cuánto tiempo, esfuerzo, sacrificio e inversión les tomó a esos personajes convertirse en lo que hoy son.
Son personas que, simplemente, cayeron en las redes de aquellos que venden humo en la red, de los que prometen riqueza inmediata, de los que atraen a los ingenuos con baratos objetos brillantes. Cuando les explicó por qué internet no es ese mundo de fantasía que les han hecho creer, la mueca dibujada en su cara demuestra su decepción.
Y tristemente, al comprobar que la vida en la red no es lo que les habían pintado, muchos tiran la toalla, desencantados, y regresan a esa vida miserable que habían dejado atrás para probar suerte en internet. Y en esto último radica el origen de su equivocación: lo asumen como si fuera una lotería, un juego de azar.
¿Qué es internet?
¿Cómo así? Quieren volverse ricos y disfrutar el estilo de vida soñado (viajes, lujos, placer) en un abrir y cerrar de ojos, y así no funciona. Internet NO es una mina de oro, NO es una veta de la que se puedan extraer costosas piedras preciosas, NO es un escenario en el que la suerte te permite cambiar tu vida y engrosar tus cuentas corrientes. Eso NO es internet.
En cambio, puedo decirte con absoluta seguridad, con completa honestidad, con plena convicción, lo que SÍ es internet: es la mina de las oportunidades de oro. Hay para todos, y no una, sino cientos de oportunidades maravillosas. Para aprender, para divertirse, para conectarse con otros seres humanos, para trabajar, para ser felices y prósperos.
Eso y más, mucho más, es posible en internet, la mina de las oportunidades de oro (repito). Hay una condición, sin embargo. Por supuesto, no podrías esperar que algo tan bueno fuera gratuito. Hay que pagar un precio, que para algunos es demasiado elevado. ¿Sabes cuál? Trabajar. ¿Qué esperabas que dijera? ¡Claro, trabajar y trabajar!
Sí, unir tus pasiones, tus aficiones, tus dones, tus conocimientos, tus experiencias y tus sueños y trabajar, trabajar mucho. Puedo garantizarte, porque lo he vivido, que la recompensa que obtendrás, si cumples la condición, es maravillosa. Con el paso del tiempo, descubrí que no hay una mina, que no hay una veta.
Pero, aprendí también que, así como cada día cuando despierto y abro los ojos tengo una oportunidad de 24 horas, en internet cada vez que hago un clic tengo la posibilidad de acceder a un universo ilimitado de oportunidades de oro. Depende de mí, y solo de mí, aprovecharlas, explotarlas, capitalizarlas, compartirlas, multiplicarlas.
Lo más maravilloso que me ha enseñado internet es que NO es una mina de oro. Y NO es así, afortunadamente NO es así. Internet será una fuente ilimitada de oportunidades de oro siempre y cuando tú así lo quieras, siempre y cuando trabajes para ello, siempre y cuando siembres la semilla y la cuides y la hagas crecer y multiplicarse.
La próxima vez que alguien te diga que internet es una mina de oro y que tiene algo para ti, sonríe, da la vuelta y sigue tu camino. Si no lo haces, lo más probable es que caigas en un engaño, que seas presa de alguno de los encantadores de serpientes que pululan en la red y que solo quieren tu dinero. ¡Es una mentira, un engaño!
No te ofendas, no te ofusques: solo sonríe, da la vuelta y sigue tu camino, aquel que conduce a tus sueños, a donde está tu felicidad. ¿Por qué? Porque internet es solo una herramienta, fantástica, poderosa, única, ilimitada. Sin embargo, la verdadera mina de oro eres tú. ¿Lo sabías? Sí, tú eres el que en verdad puede producir oro puro.
Tú con tus virtudes, defectos, sueños, aprendizajes, errores, conocimientos, ilusiones. Internet te ayuda, pero es de tu corazón de donde puedes extraer lo más valioso que tienes, aquello que te conduce al éxito y a la prosperidad, aquello que no se paga con todo el dinero del mundo: la felicidad.
Me sirvió de mucho