Los pasos hacia atrás tienen la virtud que nos ponen a prueba: nos exigen, nos invitan a sacar lo mejor que llevamos dentro. La fuerza, la resistencia, la resiliencia, la voluntad, la paciencia, la inteligencia y, claro, el conocimiento. Y todo esto lo necesitas si deseas ser exitoso.
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Cuando escuches aquella famosa frase según la cual “Para atrás, ni para tomar impulso”, ¡corre, vete de ahí, huye! Sí, huye tan lejos como puedas y jamás te vuelvas a acercar a esa persona: el daño que puede causarte es muy grande. Lo más seguro es que sea uno de tantos que cree ser el dueño de la fórmula del éxito, aunque jamás ha sido exitoso en nada en su vida. ¡Jamás!
Aquella es una de las tantas frases de motivación que abundan por internet, especialmente en las redes sociales. Sin embargo, encierra un sentido dañino no solo para la vida, sino también para los negocios: ese que nos vende la idea de que la vida es lineal, que solo tenemos la opción de ir para adelante, que retroceder es sinónimo de fracaso. Y, claro, nada más alejado de la verdad.
Cuando se toma esta frase de manera literal, se asume que lo importante es el resultado, el fin. Es decir, no importa el proceso, no importan los medios. ¡El fin justifica los medios! Si tuviste un tropiezo serio en la vida, si disfrutaste una relación que luego se acabó, si fuiste propietario de un negocio que en algún momento se terminó, sabrás que los medios importan, el proceso importa.
Es como subirse a un vehículo y conducirlo pretendiendo que nunca vas a detenerte, que no tendrás que modificar la ruta, que ningún semáforo se pondrá en luz roja, que solo avanzarás hacia adelante, en línea recta. No hay que ser demasiado perspicaz para saber que eso no es posible: hay curvas, deberás tomar calles en sentido contrario, te frenará la congestión…
Y lo mismo ocurre en la vida. ¿Recuerdas cuando te regalaron tu primera bicicleta? ¡Una de las más grandes alegrías de tu vida, sin duda! El entusiasmo, las ganas de recorrer el mundo, las ansias de sentir el viento golpeando tu cara mientras pedaleas tan rápido y fuerte como puedes son sensaciones inolvidables. Esa primera vez es irrepetible, algo que jamás olvidarás.
Sin embargo, no fue tan sencillo. La primera vez (y quizás la segunda, también) sentiste miedo y seguramente te caíste una, dos, tres veces… Y te provocaste heridas en los codos, en las rodillas, en el orgullo. Sufriste golpes tan fuertes, te sentiste humillado por las burlas de tus amigos y vecinos que algún día consideraste la posibilidad de rendirte: “Eso es para niños, y yo soy grande”, pensaste.
Quizás la dejaste guardada en el garaje algunos días, quizás unas semanas, pero en algún momento fuiste incapaz de reprimir las ganas y lo volviste a intentar. “No me la va a ganar”, pensaste. Y te volviste a subir, comenzaste a pedalear, te volviste a caer, te levantaste y, con furia, seguiste adelante hasta que ya no hubo más caídas. “Te lo dije: no me la ibas a ganar”, pensaste.
En aquel momento, seguramente, no lo sabías, pero fue una de las lecciones más enriquecedoras de tu vida. Una que te sirve cada día, especialmente en esos en los que abundan las dificultades. Y una que te sirve también para los negocios. ¿Sabes a cuál me refiero? A esa de que lo único que tienes es el presente, que es producto de tu pasado, de tus experiencias y conocimiento.
Lo que debemos aprender es que cuando decimos que damos un paso hacia atrás no hablamos
de un retroceso, sino de un necesario cambio de ruta, que puede ser circunstancial. Es una
parte del proceso y en el proceso está el aprendizaje indispensable para llegar a la meta.
Te lo puedo decir con conocimiento de causa y el conocimiento y las experiencias acumuladas a lo largo de veinte años en el mercado: nadie, absolutamente nadie, triunfó en el mundo de los negocios sin antes haber fracasado. Y con fracaso me refiero, entre otras cosas, a retroceder, a dar uno o varios pasos hacia atrás. Y no solo una vez, sino varias: ahí está el aprendizaje más valioso.
Aunque el camino se antoje recto, nunca lo es. El avance está lleno de desvíos, de vueltas, de círculos, de retrocesos. ¿Alguna vez te perdiste en un bosque? Si te ocurrió, sin duda, sabes a qué me refiero. Si hubieras intentado avanzar en línea recta, seguramente todavía estarías atrapado allí: nunca habrías conseguido salir. En cambio, diste vueltas, retrocediste y hallaste la salida.
Pretender avanzar siempre en línea recta, sin detenerte, sin dar pasos atrás, es una necedad. Es negarte la posibilidad de la equivocación, y bien sabemos que los mayores aprendizajes de la vida y de los negocios provienen de los errores. Si no incorporas esto en tu configuración mental, jamás tendrás posibilidades de éxito. ¡Jamás! Necesitas equivocarte para aprender, y aprender, para avanzar.
Sucede que nos educaron (y educan a los jóvenes de hoy) con la idea de que el error está mal, de que es algo propio de los débiles, de que debemos evitarlo y ocultarlo. Nos interesa más el qué dirán que el aprendizaje que surge de esa situación, que pudo ser algo muy doloroso, con serias consecuencias, o un simple incidente. Entonces, levantamos una cortina de humo para salir del paso.
Te lo voy a plantear de una manera distinta: tienes una relación de pareja de varios años, amas profundamente a esa persona, te ha enriquecido y te ha hecho crecer de muchas formas, pero un día comete un error que lesiona la confianza. ¿Qué haces? ¿La abandonas? ¿Terminas la relación? O, más bien, ¿hablas con ella, aclaras la situación, aceptas sus disculpas y siguen adelante?
Si elegiste esta última opción, inevitablemente tuviste que dar al menos un paso atrás: el que te permite superar el egoísmo, el que te abre la puerta a la tolerancia y el perdón. Años después, cuando sean ancianos y un día estés junto a la chimenea disfrutando el calor y una buena copa de vino quizás recuerdes ese momento y le agradezcas a la vida que diste marcha atrás.
En los negocios, a veces las cosas no funcionan como esperamos. Independientemente de que hagamos la tarea dentro de los cánones. Es decir, que conozcas a tu cliente, que hayas investigado el mercado, que logres establecer una relación con tus clientes, que seas creíble y confiable. A veces, eso no es suficiente y ese proyecto que tanto los ilusionaba se derrumba por completo.
¿Qué haces? ¿Tiras la toalla? O, más bien, ¿das marcha atrás, revisas lo que hiciste, buscas el origen del error y, con mayor experiencia y conocimiento, vuelves al ruedo? Todo aquello que te sucede encierra un aprendizaje, pero no todos aprendemos de lo que nos sucede. Esa es la diferencia entre los que alcanzamos el éxito y los que, lamentablemente, renuncian a sus sueños.
Empecinarte en querer avanzar siempre, negarte la posibilidad de dar uno o más pasos hacia atrás, es detener el proceso. Y, amigo mío, debes saber que el resultado depende, estrictamente, del proceso, de lo que ocurre en el camino. Es por eso que la vida, sabia como es, nos enfrenta una y otra vez a la misma situación, como si fuera un karma: si no aprendemos, nos repite la lección.
La próxima vez que alguien de diga que “Para atrás, ni para tomar impulso”, ¡corre, vete de ahí, huye tan lejos como puedas! Cada paso que das, cada etapa, cada proyecto, cada éxito y, sobre todo, cada fracaso, aparecen en tu vida para brindarte conocimiento y experiencia. Depende de ti aprovecharlos o desecharlos. Después, claro, tendrás que vértelas con las consecuencias…
Muy aleccionador e ilustrativo el artículo y estoy de acuerdo en todos sus extremos, para avanzar y tener éxito en la vida en cualquier proyecto que te plantees ya sea familia personal o laboral es necesario dirigir la mirada hacia atrás para corregir y mejorar, sino tuviéramos ese referente no podríamos hacerlo mejor, hay que observar al actor para ver sus fallas, es parte del proceso de aprendizaje y crecimiento para enfocarnos mejor y avanzar hacia la meta
Gracias por el artículo. Entendí la frase un paso hacia adelante y dos hacia atrás.
Una bonita y reflexiva frase.