Que del dicho al hecho hay un largo trecho es algo que todos, absolutamente todos, sabemos. Lo experimentamos prácticamente todos los días en distintos ámbitos de la vida. El problema, porque siempre hay un problema, que hemos convertido esa máxima en una excusa válida o bien en un obstáculo insalvable, cuando la realidad es muy distinta.
Como sicólogo y como un ser humano común y corriente, sé que la mejor actitud, la más positiva, es una ilusión. ¿Por qué? Si bastara con ella, todo aquel con actitud tendría una vida perfecta. Sería como vivir en un cuento de hadas. Sin embargo, seguro lo sabes, no existen la vida perfecta ni los cuentos de hadas, así que esa idea se cae por su propio peso.
Lo que he aprendido es que la actitud es el punto de partida y en la práctica es una buena ayuda. Hasta ahí, no más. Y esto es importante entenderlo para no caer en la trampa del pensamiento positivo que pulula en las redes sociales de la mano de los falsos gurús del bienestar. La vida no es tan simple: de hecho, en realidad suele ser mucho más compleja.
Frases como “Si quieres, puedes”, “No lo pienses: ¡hazlo!”, “La actitud positiva lo es todo” o “Cambia tu actitud y cambiará tu vida” son ciertas, pero no de la forma en la que nos las han vendido. ¿A qué me refiero? A que no basta con repetirlas incesantemente, no basta con utilizarlas como afirmaciones positivas, no basta con pensar y sentarse a esperar.
Sé que es un tema difícil de tratar porque implica un choque con las creencias populares. Y, con la mano en el corazón, créeme que yo también fui presa de ellas. Sí, hubo un momento de mi vida en la que creí que la inercia de los pensamientos positivos, de la actitud positiva, iba a llevarme a cumplir mis sueños. Al final, fue tan solo una ilusión.
Si me sigues desde hace tiempo, es probable que hayas escuchado la siguiente premisa: “el 90-95 % del éxito está determinado por tu mentalidad; el resto, por lo que haces”. Si la lees rápidamente, puedes caer en la trampa de creer que me contradigo. Sin embargo, no es así. ¿Por qué? Porque el concepto de mentalidad que pregono incorpora la acción.
Lo que piensas, lo que sientes, así como tus creencias, no son entidades estáticas que están en tu cabeza, nada más. Por el contrario, son bastante activas. ¿Eso qué significa? Que tus pensamientos, tus sentimientos y tus creencias determinan la forma en que actúas, así como tus decisiones. Son el disparador de lo que haces y de cómo lo haces.
La actitud es una disposición mental, que no cambia con facilidad, que nos orienta en esas circunstancias que nos exigen tomar acción. Influye en la forma en que percibimos y cómo reaccionamos a lo que nos sucede. En esencia, es un filtro emocional que moldea nuestras decisiones y conductas, para bien o para mal, en función de una actitud positiva o negativa.
Aquella de “ver el vaso medio lleno o medio vacío” es una frase que decimos con frecuencia, en especial en esas situaciones en las que nos cuesta tomar una decisión o elegir un camino. Optimismo o pesimismo, mentalidad positiva o mentalidad negativa, no importa como lo mires, lo importante es no caer en la tentación del juego de los extremos.
Porque la vida, seguro lo sabes, no es blanco o negro, día o noche, dulce o sal… Siempre hay grises, siempre hay matices, siempre hay puntos intermedios. O, dicho de otra forma, siempre hay otras oportunidades, siempre hay tiempo para corregir, siempre es posible aprender de los errores y hacerlo mejor (o bien) la siguiente ocasión. ¡Así es la vida!
Y el marketing, por supuesto. Porque vivimos en una cultura que romantiza la actitud positiva, que la asumimos como si fuera una varita mágica que soluciona todos los problemas. Además, cada día somos bombardeados por los gurús del bienestar que pregonan en redes sociales la felicidad completa, el éxito perfecto, la vida ideal…
Y no hay felicidad completa, no hay éxito perfecto, no hay vida ideal. Esa es la realidad. Entre otras razones porque, distinto a lo que piensan muchos, nadie tiene el control absoluto de su vida. ¡Nadie! Y no solo eso: son muchas las circunstancias, las situaciones, que son ajenas a tu control, que aquellas que depende de ti. Y, claro, la actitud no basta.
La buena actitud no es garantía. Como lo mencioné antes, es tan solo el primer paso, el punto de arranque. Puedes ser la persona más optimista del mundo, tener una actitud positiva, pero eso no te servirá. Es como tener el automóvil en el garaje, pero sin haberlo cargado con combustible: no prenderá, no te llevará a ninguna parte. ¡Esa es la realidad!
Estoy seguro de que conoces a alguien que, por ejemplo, quiere rebajar de peso o, quizás, dejar de fumar. Hace su mejor intento, le pone mucha voluntad, pero no lo logra. ¿Por qué? Porque no respalda con hechos ciertos o acciones efectivas, esas buenas intenciones. Como lo mencioné al comienzo de este artículo: del dicho al hecho hay un largo trecho…
Una brecha entre la intención y la acción que, por fortuna, se puede cerrar gracias a la haztitud. Que no es solo querer hacerlo, o tener una actitud positiva. De lo que se trata es de entrar en acción y ejecutar las acciones que sean necesarias para alcanzar los objetivos que te propones. Esta premisa se aplica a todas las actividades de la vida, sin excepción.
El término haztitud fue expuesto por Alfonso Alcántara, un reconocido asesor empresarial y conferencista español, experto en recursos humanos. La define como “la disposición a actuar y avanzar sin esperar a que todo encaje desde el comienzo”. Es decir, no existe eso del momento perfecto, cualquier momento es ideal para actuar y, si es hoy, mucho mejor.
Admítelo, acéptalo: no siempre van a encajar todas las piezas del rompecabezas de tu vida, de tu negocio. Por otro lado, nunca vas a estar completamente preparado, así que no tiene sentido esperar. La haztitudestá estrechamente ligada con la determinación, con la disciplina, con el enfoque y con la paciencia. Necesitarás de todas ellas para avanzar.
Es, también, entender que se trata de un proceso y que, como tal, es menester cumplir con todas y cada una de las etapas. Sin excepción, sin saltarte alguna. Así mismo, saber que requieres conocimiento y desarrollar ciertas habilidades que te permitan ponerte en marcha y avanzar, en especial cual surjan las dificultades. Recuerda: la actitud no basta.
Estoy seguro de que tú, como muchos otros y como yo, has leído en internet aquella frase de “querer es poder”. Según Alcántara, “querer no es poder; hacer es poder”. Y no es un juego de palabras, sino un mensaje muy poderoso. Tampoco necesitas motivación para comenzar, porque esa ayuda aparece justo después de que te pones en acción, no antes.
Viene a mi mente una frase que escucho con frecuencia de boca de empresarios y de emprendedores: “estoy esperando que se alineen los planetas”. Al escucharla, lo único que pienso es “siéntate, por favor, porque será una larga (y estéril) espera”. Permanecen en modo ya casi comienzo, pero nunca comienzan, y sus sueños se diluyen lentamente.
Y también las oportunidades, que es lo más triste. Este “quiero hacerlo, voy a hacerlo”, pero no comenzar es una de tantas manifestaciones del síndrome del impostor. Lo que se esconde detrás de esa actitud es el miedo al fracaso y a recibir la desaprobación de los demás. Entonces, siempre se encuentra la forma de aplazar, de postergar, de no comenzar.
Lo repito: yo también fui presa de ese vicio. Por fortuna, conté con la ayuda de mis mentores, que me enseñaron a tomar acción. Me obligaron, más exactamente. Y se los agradezco, porque de lo contrario quizás estaría como los autos de F1 en la grilla de partida antes de que baje la bandera, acelerando el motor, chirriando los neumáticos, pero estático.
Ahora, la pregunta que quizás te formulas es ¿cómo pasar del querer al hacer, de la actitud a la haztitud? Veamos tres acciones efectivas:
1.- Acepta que NUNCA estarás listo.
No al ciento por ciento. Siempre tendrás dudas, siempre sentirás miedo, siempre existirá el riesgo de equivocarte. SIEMPRE. Dado que eso no lo puedes cambiar, de que es algo que está fuera de tu control, entonces, comienza con lo que tienes y avanzar. En la medida en que lo hagas la vida te brindará el conocimiento, las herramientas y la ayuda que requieres
2.- No te engañes.
La mente es superpoderosa, pero también es traviesa o, si lo prefieres, traicionera. ¿Por qué? Porque siempre elige la que considera la salida más satisfactoria, la opción más fácil, la que mayor placer te proporciona. Ten en cuenta que la haztitud consiste en pensar menos y hacer más, así que ¡manos a la obra! Que tus pensamientos no te engañen
3.- Empieza pequeño, ¡hazlo grande!
Por si no lo sabías, para completar los 42.194 metros de una maratón es necesario dar entre 50.000 y 55.000 pasos. Sin embargo, si no das el primero, nunca comenzarás. Y si luego no das otro, y otro más, y así sucesivamente, no avanzarás. Empieza pequeño, con lo mínimo, y la vida te dará alas para seguir. Una vez que comienzas, la vida fluye…
Lo maravilloso que la vida y el universo tienen dispuesto para ti no llegará a tu vida solo con buenas intenciones o una actitud positiva. La ley de la atracción implica ir a por ello, como dicen en España. Si no lo buscas, si no lo persigues, si no lo construyes, jamás lo vas a obtener. Recuerda: es la haztitud, no la actitud, la que te dará los resultados que esperas.
ÁLVARO
P.D.: ¿Listo para pasar a la acción? Te puedo dar una mano…
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