Uno de los aprendizajes que más trabajo les cuesta incorporar a quienes comienzan en el mundo de los negocios, dentro o fuera de internet, es aquel de que “el mejor día para empezar es hoy”. Muchos, la mayoría, se la pasan planeando “el momento ideal”, que nunca llega simplemente porque no existe. Y así se les pasa la vida, se les va vida y lo único que les queda es la frustración.
Este 2020 es una clara muestra de que no podemos vivir postergando aquello que tanto deseamos porque quizás no haya un mañana. Nunca sabemos qué va a pasar y ese día siguiente no es más que una ilusión. Por eso, “el mejor día para empezar es hoy”. Y tampoco importa qué edad tienes o cuánta experiencia acreditas, o si jamás tuviste un negocio propio, o si no cuentas con dinero.
Cuando comencé a hacer negocios por internet, por allá en 1998, solo tenía mi computador, una conexión a internet (que no era de banda ancha, que no era de wifi porque todavía no existía) y mucho entusiasmo. Dentro de mí, en mi corazón, hervía una pasión incontrolable que me impulsaba a dar el primer paso, que me decía que tenía que cambiar el rumbo de mi vida.
Y lo pensé durante meses, intenté empezar durante meses, y no lo conseguía. Tocaba puertas, pero si alguna se abría, era solo de manera temporal porque de nuevo se cerraba con rapidez. Hasta que comprendí que, si quería convertirme en emprendedor, tenía que salir de Colombia. Me vine para los Estados Unidos, donde pude cumplir un sueño que se ha mantenido por 22 años.
“El momento ideal” se produjo aquel día que di el primer paso. Y se repite una y otra vez desde entonces cada mañana cuando me despierto y recuerdo que tengo mucho por hacer, que fijé un propósito en mi vida y debo cumplirlo con la misma alegría y entusiasmo. A pesar de las dificultades, de los tropiezos que no faltan, sigo disfrutando en mi vida “el momento ideal”.
Igual les ocurrió a Romina Astariz y Bárbara Cudich, dos emprendedoras argentinas que después de muchos años en el ámbito laboral tradicional se toparon con “el momento ideal” para hacer realidad un viejo anhelo: convertir su pasatiempo en un emprendimiento. Y digo que ‘se toparon’ porque fue casi de casualidad y, además, en un momento en el que las opciones eran adversas.
Corría el mes de marzo de 2020 y el mundo entero sufría los rigores de la pandemia. Aquí y allá, las autoridades decretaban el confinamiento obligatorio y otras medidas restrictivas, incluido el cierre de negocios. Pensar en crear una empresa en ese ambiento era poco menos que una locura, pero estas dos mujeres no se dejaron intimidar: sentían que justo ese era “el momento ideal”.
Romina estudió diseño gráfico, pero durante 25 años estuvo dedicada al negocio familiar de sus padres, dedicado a la medicina laboral para colegios. Bárbara, mientras tanto, fue conductora de televisión durante 18 años, madre de dos hijos y recientemente había fundado una empresa importadora de equipamiento electrónico. Sin embargo, la pasión que la movía era distinta.
En efecto, le gustaba fabricar objetos y muebles de madera con los que decoraba una cabaña de descanso que tiene en Bariloche, en la región de la Patagonia, en el sur de Argentina. Sin que ella misma fuera consciente, ese fue el origen del negocio que creó con Romina, Hammäks. Aunque era empírica, comenzó a trabajar la madera y lo demás se fue dando “de manera espontánea”.
“Trabajé la madera de pino con herramientas muy simples y me fui dando maña. La hamaca surgió casi sin quererlo: hice una y la colgué de una viga en el techo, para que alguien se sentara y se pudiera mecer en un espacio pequeño. Al mismo tiempo cumplía una función decorativa”, cuenta. Sin embargo, al rompecabezas de ese proyecto todavía le faltaba una pieza para estar completo.
Romina Astariz y Bárbara Cudich aprovecharon un viaje a Miami, para asistir a un concierto de la canadiense Celine Dion, para forjar la idea de un emprendimiento. Tras años en el ámbito laboral tradicional, en marzo de 2020 se dio “el momento ideal”: crearon Hammäks. Su historia.
Romina y Bárbara viajaron a Miami (Estados Unidos), para asistir al concierto de la canadiense Celine Dion dentro de la programación del Courage World Tour. El evento se realizó el viernes 17 de enero y el AmericanAirlines Arena estuvo colmado de entusiastas seguidores. Fue durante esa travesía que decidieron unir sus talentos y pasión para crear un emprendimiento. Era “el momento ideal”.
Pero, no se trataba de un camino recto, sino de uno con algunas curvas. Comenzaron con la idea de vender muebles de madera y, por eso, compraron una grapadora (clavadora) de batería en el supermercado Home Depot, el primer minorista de mejoras del hogar, ferretería, bricolaje y materiales de construcción del mundo. “Algún uso le vamos a dar en el negocio”, pensaron.
De regreso a la Argentina, se pusieron en contacto con Gustavo Annoni, un artesano que les ayudó a cristalizar la idea. Curiosamente, Annoni recorrió un camino similar al de Romina y Bárbara: era abogado, profesión que ejerció durante más de una década, y en sus tiempos libres comenzó a confeccionar manualmente y fabricar bolsos de cuero. Hoy tiene una marca que goza de prestigio.
Él les sugirió que, para comenzar, se enfocaran en un producto que pudiera impulsar la marca y que las identificara. Fue así, entonces, como eligieron dedicarse a las hamacas, “que son más que una tabla con una soga”, dice Bárbara. Comenzaron con una inversión de 50.000 pesos argentinos, poco más de 600 dólares, que utilizaron para comprar un par de tablas. Lo demás, ya lo tenían.
A los pocos días de comenzar el proyecto, el gobierno argentino decretó la cuarentena (el 19 de marzo). Contrario a lo que ellas mismas pensaban, esta atípica situación se convirtió en un punto a favor: “Confinadas en casa, las personas compraron hamacas para descansar o, simplemente, como un elemento recreativo o decorativo. Hicimos modelos para niños y también para adultos”, relata.
Los precios de las hamacas van desde los 8.300 hasta los 13.300 pesos (de 100 a 160 dólares), de acuerdo con los materiales que se utilicen y el tiempo de trabajo que requiera. “Trabajamos las dos solas y hacemos todo en el taller que armamos. Se le da un tratamiento especial a la madera para que resista las condiciones a la intemperie”, explica. En 9 meses, vendieron más de 650 hamacas.
Además, ya exportan a Brasil y Estados Unidos, dos mercados muy atractivos, y sus ventas superaron la barrera de los 5 millones de pesos (60.000 dólares). Las cifras, sin embargo, son lo de menos: lo que realmente importa es la lección que podemos aprender de la experiencia de estas dos mujeres que un día, uno cualquiera, tomaron la decisión de dejar de aplazar su sueño. Y lo hicieron realidad.
“Nuestra meta es ofrecer el producto en el exterior, pues en otros países aprecian mucho lo hecho a mano. Por la situación económica y social que vive la Argentina hoy, creemos que es una gran oportunidad. Vemos que afuera se venden productos muy caros y con poca onda”, expresa. Y, claro, ellas están convencidas de que su producto es bueno y de que la aventura apenas comienza.
De hecho, las ventas han sido impulsadas por influenciadores involuntarios: el reconocido actor y músico argentino Facundo Arana se autoproclamó “el primer cliente de Hammäks” y provocó que sus seguidores se convirtieran en clientes de la marca. Además, Bárbara estuvo casada con el modelo y conductor de tv Hernán Drago, que también ayudó a hacer sonar la caja registradora.
“El momento ideal” no llega: es, simplemente, el día en que decides dejar de aplazar tu sueño y te pones a trabajar en él hasta que lo haces realidad. “El mejor día para empezar es hoy”, así que solo tú tienes la clave, solo tú determinas cuándo das el primer paso. Y no te preocupes por lo que sabes o el dinero que tienes: aprenderás en el camino y, si trabajas bien, el dinero llegará.
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excelente artículo