¿Sabes cuál es el mayor impedimento para lograr el éxito que deseas? Tu miedo al fracaso. Es algo que nos identifica a todos los seres humanos, sin importar a qué nos dediquemos o a cuál de las actividades habituales nos refiramos. Sin embargo, y este es el punto importante, del éxito al fracaso no hay un solo paso, no es ir del punto A al punto B: es un largo camino con varias escalas.

Además, y este es el aspecto que la mayoría de las personas pasa por alto, lo que realmente debe importarnos es qué se desprende de ese camino, de ese tránsito entre el éxito y el fracaso, entre el fracaso y el éxito. ¿Sabes a qué me refiero? Lo podríamos llamar el legado, las enseñanzas que esa experiencia tuya, tus dificultades y aciertos, pueden brindarles a otras personas.

Todos, absolutamente todos los seres humanos sabemos que la vida no es lineal, en ningún sentido. Es decir, no es una línea recta y tampoco es un recorrido plano: se trata de constantes subidas y bajadas, con muchas curvas, con precipicios a lado y lado, igual que una montaña rusa. Eso lo sabemos todos, pero en la realidad anhelamos que sea recta, que sea plana, y no es así.

Y, así mismo, ningún punto del camino, ningún éxito y ningún fracaso, son el punto final, la meta, salvo que así lo decidas, que te rindas, que renuncies a tus sueños. Es el caso de la historia que te quiero compartir en esta nota: la de los surcoreanos Do Won Chang y su esposa Jin Sook Hangul. ¿Te son familiares estos nombres? Son los creadores de las tiendas Forever 21, entre otras.

Ellos, que llegaron a Estados Unidos junto con sus familias en 1981 y se asentaron en California experimentaron el anhelado sueño americano: tras haber desembarcado con muy poco, con casi nada, llegaron a amasar una fortuna valorada en 4.000 millones de dólares. Hoy, sin embargo, viven la pesadilla americana, la otra cara de la moneda, pues su conglomerado está en riesgo.

De hecho, Bloomberg, la compañía de asesorías financieras, data y mercado bursátil, apunta que no es seguro que pueda salir de la quiebra, si no logra renegociar la deuda con los acreedores y, de paso, evitar la desaparición definitiva. Del éxito al fracaso, en casi tres décadas. Como vez, no es un trayecto del punto A al punto B, porque en medio hay muchos matices, un gran legado.

Comencemos por el principio: en una época en la que la vida era muy difícil en su natal Corea del Sur, Chang y sus familiares tuvieron la fortuna de poder emigrar a Estados Unidos. No fue un paso fácil, porque llegaron con muy pocos recursos, sin dominar el idioma, a un país con costumbres harto distintas de las suyas y, para rematar, sin estudios. Solo tenían hambre y ganas de triunfar.

Eso, sin embargo, fue suficiente. La intención inicial era abrir un café y establecerse. Antes, en todo caso, Chang tuvo que desempeñar varios trabajos para conseguir el sustento necesario para su familia y también para ahorrar. Lavó automóviles en el día y en la noche (desde las 4 a. m.) trabajaba en un restaurante preparando comida y lavando platos, “a razón de US$ 3 la hora”.

Como no era suficiente, hubo un momento en el que se empleó en una estación de gasolina y en un edificio, limpiando las oficinas. Así estuvo por tres años, antes de poder ingresar a una tienda de ropa, algo que le cambió la vida, literalmente. Primero, porque lo aprendió todo sobre este lucrativo negocio y, segundo, porque vio que había una oportunidad, la que tanto había esperado.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Do Won Chang y su esposa Jin Sook Hangul crearon Forever 21 en 1984 y ahora tratan de salvarla de la quiebra.


El caso de Forever 21, la empresa de ropa creada en Los Ángeles por los inmigrantes surcoreanos Do Won Chang y Jin Sook Hangul en 1984, nos muestra que en la vida y en los negocios el éxito y el fracaso están a la vuelta de la esquina. En medio, sin embargo, quedan poderosas lecciones.


Incluso ahora, pero especialmente en esa época, había muchas oportunidades”, expresó. “Me di cuenta de que la gente que conducía los mejores autos trabajaba en la industria de la ropa”, dijo Chang en una entrevista. Entonces, juntó 11.000 dólares que había ahorrado durante ese tiempo y compró una tienda de ropa que estaba cerca del apartamento en que vivía en Los Ángeles.

El modelo de negocio era tan sencillo como exitoso: comprar ropa a bajos precios directamente a los productores surcoreanos locales y venderla también a precios cómodos. Corría 1984 y la tienda se llamó Fashion 21. Cuál sería la sorpresa de Chang y su esposa cuando al término del primer año de operación las cifras eran espectaculares: ¡ganaron 700.000 dólares! Comenzaba el sueño americano.

Al poco tiempo, el negocio cambió de nombre y pasó a llamarse Forever 21, además de que se inició una ambiciosa expansión que llevó la marca por 48 países, con algo más de 800 tiendas. Según la revista Forbes, que en 2018 les dedicó a Chang y a su esposa la portada de la revista reservada para los 400 empresarios más exitosos del país, su fortuna rozó los 4.000 millones de dólares.

Pero, lo sabemos, los tiempos cambiaron. Los negocios ya no son iguales que los del siglo pasado, como tampoco lo son los clientes, que cambiaron sus hábitos y sus necesidades. Por eso, Forever 21 comenzó a perder terreno frente a la feroz competencia del mercado y pagó el alto precio de una expansión acelerada. Sus deudas crecieron rápidamente y tuvo que declararse en quiebra.

El auge del comercio electrónico le restó participación en el mercado porque a través de internet los usuarios pueden adquirir ropa barata y de calidad, sin necesidad de salir de casa y, lo mejor, con la comodidad de que la compra llegue a domicilio. Forever 21, en cambio, nunca les dio a los canales digitales la importancia y el impulso necesario: representan solo el 16 % de sus ventas.

Otro de los factores que influyó en la caída de Forever 21 es que la mayoría de sus tiendas están localizadas en centros comerciales. Y los centros comerciales están en crisis desde hace meses, en especial en los Estados Unidos, debido a los altos costos de arrendamiento y a que los clientes se han alejado de estas superficies. Esta es una situación que también les pegó a otros minoristas.

Sears, Toy’s ‘R’ Us y JC Penney, entre otras, se declararon en quiebra en el último año. De hecho, según la consultora Coresight Research, más de 8.500 tiendas minoristas cerraron sus puestas en 2019, en clara manifestación de que los malos tiempos para el sector no terminaron. Pero, de acuerdo con los analistas, el coctel que provocó la crisis de Forever 21 tiene más ingredientes.

Fiel a su estilo, que funcionó en décadas pasadas, en los últimos años la empresa basó su expansión en la apertura de megatiendas, de 3.500 m2, en promedio. Además, Forever 21 picó el anzuelo de involucrarse en la venta de otro tipo de mercancías, distinto al de la ropa, como los electrodomésticos, en los que acredita poca o ninguna experiencia. Los resultados no fueron buenos.

Y, por si lo anterior no fuera suficiente, Forever 21 se opuso a las tendencias del mercado, un pecado que suele pagarse caro. ¿Qué hizo? Lanzó una línea de ‘moda rápida’, como se conoce la ropa desechable. Estas son prendas de pobre calidad que se venden a precios reducidos y que se desechan luego de unas cuantas posturas, a lo sumo, 5, y son dañinas para el medioambiente.

En 1984, Do Won Chang y su esposa Jin Sook Hangul llegaron a Estados Unidos con sus sueños como único objeto de valor. Al cabo de unos años, cristalizaron el anhelado sueño americano y se convirtieron en modelo de éxito para otros inmigrantes. Sin embargo, sus propios errores y los inexorables cambios del mercado y de los clientes los pusieron al borde de la pesadilla americana.


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