Enclavado en el sistema de los Himalayas, en la frontera entre Nepal y China, el monte Everest sobresale por su imponencia. Esta montaña, que desde siempre a atraído la atención de la humanidad, mide 8884 metros sobre el nivel del mar. Mientras más de 300 personas perdieron la vida allí por avalanchas, caídas o problemas de salud, más de 7000 coronaron la cima.
Lo curioso es que, si le preguntas a alguien de tu familia, a algún amigo o a un compañero de trabajo, la mayoría no sabe dónde está el Everest. Lo ha visto en fotos, en películas, pero no sabe dónde queda. Lo cierto es que esta montaña nos despierta fascinación a los seres humanos, incluidos aquellos que, como yo, no soñamos con escalarla y llegar a la cima.
Sin embargo, lo que el Everest significa y, sobre todo, lo que genera en muchas personas también es apasionante. Es un reto irresistible que, más allá de la preparación física que se requiere para afrontar el ascenso y el posterior descenso, implica también una elevada inversión. Que no está al alcance de cualquiera, pero que los elegidos no dudan en pagar.
Cada año, entre marzo y mayo, durante la primavera, cientos de montañistas se lanzan a la aventura de conquistar el Everest. Algunos, muy pocos, lo consiguen y otros, como se dice en Colombia, “no regresan para contar el cuento”. Es esos meses, el clima es más cálido y los vientos, menos intensos. En condiciones normales hay buena visibilidad durante el día.
En otoño, entre los meses de septiembre y noviembre, el clima es parecido, pero la ventanas de buen clima son más cortas. Es decir, amanece más tarde y oscurece más temprano, al tiempo que las condiciones (viento, lluvia) pueden cambiar de improviso. A pesar de estos imponderables, el ascenso al Everest es un reto que obsesiona a muchos montañistas.
Tanto, que están dispuestos no solo a exponer su vida, sino también, a pagar una fortuna en el intento. No es que un día te levantas con el arrebato de subirte a un avión, llegar a Nepal y subir el Everest como si fuera un cerro cerca de tu casa. De hecho, no a cualquiera se le permite emprender la aventura y las autoridades locales, dicen, son bastante estrictas.
Por si no lo sabías, el costo de una expedición varía entre 82.000 y 233.000 dólares. Como ves, no basta con el espíritu aventurero, con las ganas de hacer historia y llegar a la cima. El punto de partida es la solicitud de los permisos de escalada para extranjero, que entre una cosa y otra suman unos 28.500 dólares. Si no te lo conceden , ahí se termina el sueño.
Si te lo otorgan, alista más dinero. Nepal exige contratar un operador local. Este servicio cuesta alrededor de 3500 dólares. También es requisito pagar 5000 dólares, reembolsables, por la limpieza de vertidos. Una cifra similar vale la contratación de un oficial de enlace (Liaison Officer), por equipo. ¿Sumaste? Hasta aquí van humildes 42.000 dólares.
Y todavía no estás listo. Si contratas un paquete full service, que incluye guías, cocineros, porteadores (el que carga el equipaje) y asistencia médica, el costo mínimo es de 45.000 dólares por persona. Hay un rango más alto, por el que pueden llegar a cobrar hasta 150.000 dólares, orientado para clientes de lujo con alto poder adquisitivo. Van 192.000 dólares.
Una aventura extrema como esta requiere un equipo especializado que, quizás lo sabes, no se compra en Walmart. El conjunto completo de equipo técnico (ropa de alta montaña, botas, sacos de dormir, tiendas, cuerdas, arneses) cuesta entre 5000 y 10.000. ¿De qué depende? De la calidad de los implementos que adquieras. Sugiero, claro, los mejores.
También se obliga a llevar un paquete de oxígeno complementario, de 3 a 5 tanques. Cada uno cuesta entre 500 y 700 dólares. Y no puedes olvidar las máscaras y los reguladores. Este rubro oscila entre 3000 y 6000 dólares. A vuelo de pájaro, se superaron los 200.000 dólares y todavía no se terminó. ¿Por qué? Salvo que vivas en Nepal, tendrás que viajar hasta allí.
El costo del vuelo internacional a Katmandú, según el punto de origen y la temporada, oscila entre mil y dos mil dólares. Luego, debes desplazarte a Lukla, que es el punto de partida de los expedicionarios (400 dólares). Ahora, si te cancelan el vuelo (lo que es frecuente, por el clima) o deseas un traslado más rápido, en helicóptero vale 500 dólares por persona.
Por último, están los seguros para emergencias. Si careces de uno, la evacuación en helicóptero cuesta unos 7.500 dólares. Por eso, muchos alpinistas contratan seguros de aventura de alta montaña, cuyas primas ascienden hasta 3000 dólares. Incluyen la cobertura de evacuación médica y el rescate en helicóptero. Hasta aquí, lo estrictamente básico.
No soy apasionado de las cumbres, de escalar ochomiles, pero es indiscutible la fascinación que el Everest, en particular, despierta en los aficionados a las escaladas. Es tal la cantidad de aspirantes a subir, que el gobierno de Nepal implementó un plan para que los alpinistas busquen otros destinos: abrió 97 picos en Karnali y Sudurpaschim, y subirlos es gratis.
Ahora, quizás te preguntes por qué te cuento esta historia del Everest. La razón es sencilla: son grandes los aprendizajes que podemos incorporar los emprendedores, así como los dueños de empresas o profesionales independientes que se quieran lanzar a la aventura de monetizar sus conocimientos. Aventura que, para muchos, significa escalar un Everest.
El primer aprendizaje que puede compartirte es que nada, absolutamente nada, es gratis. En la vida siempre que desees algo tienes que invertir. Y no hablo exclusivamente de dinero. Tiempo, disciplina, dedicación, paciencia, conocimiento, acompañamiento, y mucho más. Hay que recalcarlo, porque vivimos la “era del todo lo quiero gratis”, del “no pago por eso”.
A diferencia de lo que ocurría hasta hace unos años, antes de la pandemia, en el mercado actual abundan los cazadores de ofertas y esos personajes a los que en Colombia llamamos la familia Miranda. ¿Sabes cuál es? La que se pasea por doquier, entra a todos los almacenes, pregunta el precio de todos los productos y al final solo mira, pero no compra.
Una especie que, sin embargo, tiene una variación: los neoemprendedores que quieren ser millonarios y reconocidos a la vuelta de unos pocos clics (ojalá no más de 3), invirtiendo lo menos posible o, por qué no, gratis. Una tendencia que se ha incrementado recientemente con la irrupción de herramientas de inteligencia artificial que facilitan muchas tareas.
Así como la aventura de intentar escalar el Everest no es para todo el mundo, para cualquiera, eso de ser emprendedor tampoco lo es. Porque no solo se trata de estar en las redes sociales y lanzarse a vender sin ton ni son, o de crear una página web y darte a la tarea de vender en frío. Para subir a esa cima del éxito, también requieres una alta inversión.
El conocimiento básico, el promedio, no sirve, no es suficiente. Requieres ser mejor que la mayoría en algo que te apasione. No importa qué: cocinar, bailar, escribir, cantar, crear aplicaciones, en fin. Es decir, si crees que solo requieres ver algunos videos de YouTube para lanzarte a la aventura del emprendimiento, y soñar con ser millonario, estás equivocado.
Ese conocimiento superior al promedio, sin embargo, no basta, no es suficiente. ¿Por qué? Porque, aunque te cueste creerlo, ahí afuera hay decenas, cientos o miles de personas que saben más que tú de esa temática en especial. No importa si eres médico, abogado, contador, diseñador gráfico, copywriter o profesor. Quizás eres bueno, pero eres uno más.
Eso significa que requieres desarrollar una serie de habilidades complementarias. Las dos que, a mi juicio, son indispensables, son aprender a vender y a transmitir mensajes persuasivos. Todos los seres humanos, sin excepción, poseemos el kit básico, pero para sobresalir en el mercado se requiere estar unos escalones arriba del promedio.
Si no sabes vender y no tienes la capacidad para conectar con otros a través de tu mensaje, te vas a morir de hambre. Aunque seas el experto número uno de tu nicho, aunque tengas miles de seguidores en redes sociales, aunque acredites experiencia valiosa. La aventura de ser emprendedor es muy exigente y competitiva, y el éxito está reservado para los mejores.
También es necesario desarrollar la mentalidad adecuada. He conocido a muchas personas que lo tenían casi todo para ser exitosos en la vida y en los negocios, pero no lo consiguieron porque les faltaba lo más importante: la mentalidad. No olvides que somos y actuamos en función de lo que pensamos y sentimos, en lo que creemos, de lo que tememos.
Así como el escalador más avezado requiere un equipo (otros escaladores) y un paquete full service (sherpa, porteador, cocinero, asistencia médica), para intentar escalar el Everest, un emprendedor necesita algo parecido para subir a la cima del éxito. Deberás rodearte de las personas idóneas, mejores que tú, capaces de suplir tus deficiencias y de potenciar tus fortalezas.
Y, claro, necesitas un sherpa, un mentor, alguien que ya recorrió ese camino que tú quieres transitar, y puede guiarte. Y no solo eso: alguien que ya cometió todos los errores habidos y por haber y puede ayudar a evitar que los repitas. También te sugiero que seas parte de una comunidad especializada en la que encuentres modelos que sirvan para inspirarte.
Por último, la dinámica del mercado actual, que avanza a la asombrosa velocidad de la tecnología, te exige aprender de las herramientas. En especial, de la inteligencia artificial. No tienes que ser experto en todas, pero sí saber sacar provecho de las que te faciliten las tareas y que, lo más importante, te proporcionen mejores resultados (es decir, más ventas).
Subir a la cima del Everest es algo que les provoca fascinación a muchos, así como tener un negocio propio y ser emprendedor obsesiona a otros. Son aventuras muy distintas, sin duda, pero como lo ves hay una cantidad de similitudes también. El punto en común, eso sí, es no podrás dar el primer paso si antes no inviertes lo necesario, porque lo barato (y lo gratis) casi siempre sale caro…
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