Vivimos la era de la revolución digital, que quizás más bien sea una época que debamos llamar de la confusión digital. Porque, tristemente, es tan alto el nivel de infoxicación, de información de dudosa procedencia y calidad, que hay demasiados mensajes equívocos que corren de aquí para allá. Un tema complicado, porque lo que está en entredicho es la credibilidad de internet.

Soy un convencido de que en el último año aprendimos más de marketing digital y avanzamos más en el tema digital que lo que se había recorrido en los recientes 5 o 10 años. ¿En qué sentido? En que mucha personas, millones de personas en todo el mundo, empezaron a entender en realidad qué es eso de la revolución digital y, lo mejor, vieron que es un universo infinito de oportunidades.

Y, sí, hay oportunidades para todos aquellos que quieran aprovecharlas, tengan la disposición y estén en capacidad de aprender a hacer buen marketing para aprovechar sus dones y sus talentos, su conocimiento y experiencia, su pasión y vocación de servicio para ayudar a otros. Sin embargo, no es cuestión de magia, como pregonan por ahí, y tampoco es un tema exclusivo de tecnología.

El problema es que la mayoría no ve sino la punta del iceberg. ¿Sabes a qué me refiero? Que lo realmente importante, lo más valioso, está por debajo de la superficie, es lo que no se ve. El problema es que la mayoría de las personas está convencida de que la clave del éxito en esta era de la revolución digital radica en las poderosas herramientas y recursos de que disponemos.

Dejemos algo claro: sin herramientas y recursos tecnológicos, la revolución digital no es posible. Sin embargo, y esto es muy importante, herramientas y recursos son solo la parte visible del iceberg, pero lo más valioso, lo verdaderamente poderoso y provechoso es lo que cada uno puede lograr con ellas. Es decir, la capacidad de transformación que tenga a través de su conocimiento.

Veamos un ejemplo: ¿el éxito de Roger Federer, considerado el mejor tenista de la historia, radica en su raqueta o en su indumentaria? No, por supuesto que no. Esos son solo instrumentos de su talento, de su capacidad física, de su inteligencia. Lo que quiero que entiendas es que la esencia de la revolución digital consiste en que las herramientas y los recursos están al servicio del hombre.

Y no al contrario, como algunos pregonan. En marketing, por ejemplo, se habla mucho del poder de los autorrespondedores, una de las herramientas más completas y útiles de que disponemos. Pero, de nada te sirve si no sabes usarlo, si no sabes programarlo, si no conoces a tu cliente ideal, si no le ofreces al mercado algo de valor. La tecnología facilita tu tarea, pero produce milagros.

Todos los días recibimos decenas de mensajes de personas y empresas que nos advierten de que nuestro negocio está en riesgo si no usamos tal o cual herramienta, tal o cual recurso, tal o cual plantilla, tal o cual red social. ¿En serio? Por ejemplo, aún no termino de entender cómo Twitter o Instagram pueden ayudar a mi negocio, mientras que estoy convencido del poder de Facebook.

Y tampoco tengo un perfil en LinkedIn, que es una red social que ha tomado auge en los últimos tiempos. ¿Se ha afectado mi negocio de alguna manera por no ser experto en Twitter o Instagram? No, de ninguna manera. Porque además de Facebook saco provecho de herramientas (canales) como YouTube o Spotify, en los que publico contenido de valor en formato de video o audio.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Solo podrás tener éxito si estás en capacidad de responder la pregunta clave: ¿qué hay aquí para mí?


En los últimos tiempos, pasamos de la revolución digital a la confusión digital por cuenta de mensajes equívocos según los cuales el éxito de tu emprendimiento depende de las herramientas que utilices. La clave está en las estrategias porque, no lo olvides, la magia la pones tú.


Si eres emprendedor, especialmente si eres alguien que apenas comienza en el ámbito digital, por favor no te dejes engañar: las herramientas solo te servirán si sabes qué hacer con ellas, cómo aprovechar sus funcionalidades. Y, de hecho, ni siquiera tienes que saber manejarlas, porque el mercado te ofrece expertos que las conocen muy bien y pueden sacarles mayor provecho.

En cambio, y este es el mensaje que espero que te quede grabado, tu trabajo y tu valor como emprendedor está en la estrategia. Por ejemplo, si vas a comunicarte con tus hijos, lo que menos importa es de qué marca es el celular, o si es el último modelo o uno de hace dos años. El teléfono es apenas la herramienta, mientras que lo poderoso es el mensaje que tú les vas a transmitir.

¿Me entiendes? La calidad de un buen fotógrafo no está determinada por la cámara que utiliza, sino por su conocimiento y por su habilidad, por su sensibilidad y capacidad de captar instantes únicos. Esa, amigo mío, es la mentalidad que debes desarrollar si quieres tener éxito como emprendedor: las herramientas son el medio, pero lo importante es tu estrategia, el valor que aportas.

Para tu cliente, es absolutamente transparente qué autorrespondedor utilizas, o en qué empresa tienes alojada tu web, o si trabajas en un computador Mac o PC. Recuerda que la única razón por la cual un prospecto se fija en ti es para conocer la respuesta a la pregunta clave del marketing: sí, esa de ¿Qué hay aquí para mí? De acuerdo con lo que respondas decidirá qué acción realizar.

Cuando comencé mi trayectoria como emprendedor, hace más de 23 años, contaba con muy pocos recursos, podría decirte que con lo mínimo necesario. Eso, sin embargo, no me impidió aprender, ni llevar a cabo mi proyecto. Luego, por supuesto, cuando comencé a vender pude adquirir mejores herramientas que me ayudaron a potenciar lo importante: mis estrategias.

Puedes tener las mejores herramientas y mucho dinero, además de otros recursos, pero si careces de conocimiento, si lo que le ofreces al mercado no tiene valor, si no es la solución al problema que aqueja a esas personas a las que te diriges, estás condenado al fracaso. Lo más poderoso, lo realmente valioso es la capacidad de transformación de lo que haces y cómo eso ayuda a otros.

Por otro lado, el mercado cada vez es más consciente de una realidad: el objetivo del marketing no es vender, sino servir. Cuanto más sirvas, más vendes; o, dicho de otra manera, si no sirves, no vendes. Servir es el mejor negocio del mundo porque no solo te pagan por ello, sino que además recibes maravillosas recompensas de diversas formas como la lealtad, la gratitud, la reciprocidad.

Vivimos la era de la revolución digital, pero ten cuidado de no caer en la confusión digital. En internet, tristemente, hay demasiados mensajes equívocos que corren de aquí para allá. Y si no tienes el conocimiento adecuado, si no te asesoras de personas idóneas, si das más importancia a las herramientas que a las estrategias, enfrentarás muchas dificultades y al final tirarás la toalla.

Sin buenas herramientas, hacer buen marketing hoy es muy difícil. Las necesitas, sin duda. Eso no quiere decir, sin embargo, que esas herramientas te van a garantizar el éxito. Este depende de tus acciones, de tus decisiones, de tus estrategias, de tu capacidad para responder adecuadamente la pregunta clave del marketing: ¿Qué hay aquí para mí? Esa es la parte del iceberg que no se ve.


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