Tiempo antes de terminar mis estudios de bachillerato, ya tenía claro qué quería estudiar. Creía, ingenuamente, que a eso me iba a dedicar el resto de mi vida: estudié tres semestres de Ingeniería Electrónica, porque la tecnología y los computadores eran algo que me apasionaba, pero pronto me di cuenta de que me había equivocado. ¡Una equivocación maravillosa!

¿Por qué? Porque de haberme empecinado con la idea de continuar esa carrera no solo mi vida habría tomado un rumbo diferente, sino que podría apostar que sería un hombre infeliz. No quería pasar el resto de mi vida armando y desarmando computadores y lidiando con códigos html y demás. En algún momento, entendí que había nacido para algo más que eso.

Sin contarles a mis padres, porque estaba seguro de que no me iban a acolitar la idea, me retiré de la ingeniería y me inscribí en la facultad de Psicología. Del mundo abstracto de los números y las fórmulas pasé al universo de las ciencias humanas, me sumergí en las profundidades de la mente humana. No tardé en descubrir que esa era mi pasión.

Durante algunos años ejercí esta profesión, mientras aún vivía en Colombia en los años 90. Abrí mi consultorio y llegué a ser el director de un hospital público especializado en la atención de farmacodependientes. Sin embargo, fue una aventura fugaz, porque eran muy pocos los pacientes que acudían a mí y, por otro lado, los contratos con los hospitales eran temporales.

Por fortuna, descubrí internet, una maravillosa tecnología de la que casi nadie entendía. Fue, entonces, cuando tomé la decisión de dejar todo atrás (incluida mi familia, mis amigos, mi vida) y me vine a los Estados Unidos. La idea era aprender sobre internet durante uno o, máximo, dos años y regresar a poner en práctica ese conocimiento que había adquirido.

Han pasado casi 25 años desde que di ese trascendental paso y mi vida tomó un rumbo que jamás había imaginado. Tras bambalinas de internet descubrí el marketing, lo que realmente me apasiona, a lo que me dedico desde entonces. Atrás quedaron el sinsabor de la experiencia en la faculta de Ingeniería Electrónica y la frustración de no volver a ejercer la Psicología.

Sin proponérmelo, no al menos de manera consciente, me adentré en un universo apasionante. En el marketing descubrí tanto el propósito de mi vida como mi verdadera pasión: servir. Me di cuenta de que lo que en verdad me llenaba, lo que le daba sentido a cada día de mi vida, era transmitir mi conocimiento y compartir mis experiencias con otros.

No ha sido un camino fácil (de hecho, ninguno lo es), pero lo he disfrutado mucho. Y, además, le agradezco inmensamente a la vida por haberme dado la oportunidad de descubrir la razón por la cual llegué a este mundo. Pero, el tema no termina ahí: esto que hago hoy es aquello a lo que me quiero dedicar el resto de mi vida, todos y cada uno de los días que me queden de vida.

Uno de los aprendizajes más valiosos que obtuve durante este tiempo es que de nada este conocimiento, de nada sirven estas experiencias, de nada sirve mi pasión, si no las comparto con otros, si no las pongo al servicio de otros. “Lo que no se comparte, no se disfruta” es una frase que le escuche a Emil Montás, un amigo emprendedor de República Dominicana.


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Empaquetar tu conocimiento te permitirá convertirlo en infoproductos que puedes vencer por alto valor.


¿Sabías que con tan solo un computador y desde la comodidad de tu casa puedes empaquetar tu conocimiento y venderlo a precios prémium? Después de una maravillosa equivocación, es a lo que dedico mi vida: lo mejor es que tú también puedes hacerlo…


Y estoy completamente de acuerdo con ella. En especial, porque la he vivido en carne propia. Soy inmensamente feliz cada vez que puedo ayudar a un colega, a un emprendedor, a crear su propio negocio, a mejorarlo. Soy inmensamente feliz cuando el conocimiento que transmito les permite cristalizar sus sueños y brindarle a su familia el bienestar que se merece.

Repito: esto que hago hoy es aquello a lo que me quiero dedicar el resto de mi vida, todos y cada uno de los días que me queden de vida. Y, aquí entre nos, ¿sabes qué es lo que más disfruto? Que cada día somos una comunidad más grande, más poderosa, somos agentes de transformación positiva y, aunque a veces no lo parezca, estamos cambiando el mundo.

Para bien, por supuesto. No sé a qué te dedicas tú, que lees estas líneas, pero sí puedo decirte que si todavía no te sumaste a nosotros aún lo puedes hacer. Además, solo hay un requisito para que puedas comenzar: poseer un conocimiento valioso en un área específica y, lo más importante, ganas de transmitirlo a otros, de ayudar a otros, de compartirlo y multiplicarlo.

Por si no lo sabías, hoy, precisamente hoy, es el mejor momento para dar el paso a una vida de servicio. Lo ocurrido recientemente aceleró no solo el uso de la tecnología, sino también la curva de aprendizaje. Miles de personas que no sabían lo que ofrece el universo digital se dieron cuenta de que allí hay valiosas oportunidades para quienes poseen conocimiento.

Por si no lo sabías, hoy, precisamente hoy, cualquier persona experta en un área específica puede aprender a empaquetar ese conocimiento y transformarlo en un infoproducto que se venda a precios prémium (o high ticket). Un curso (presencial o virtual), un libro (digital o impreso), una mentoría, sesiones de coaching individual o grupal o un mastermind.

A eso es a lo que me dedico desde hace más de 20 años. ¿El secreto? No hay ningún secreto. Hay una fórmula (que nada tiene de magia) a través de la cual puedes hacer dinero (mucho dinero) con tu conocimiento. Aprender eso transformó mi vida para siempre y para bien. ¿Es esto lo que quieres para ti? ¿Te gustaría dedicar tu vida a transformar la vida de otros?

Empaquetar tu conocimiento no es difícil si sabes cómo hacerlo, si aprendes cómo hacerlo sin engaños, sin promesas que después no puedes cumplir, sin manipulación, sin presiones. Solo utilizando las reconocidas y comprobadas estrategias de marketing que a mí y a otros tantos emprendedores nos han dado resultado. ¡Tú también puedes dejar huella en este mundo!

El mundo cambió, seguramente lo sabes, y no hay marcha atrás. Esta nueva realidad que ya vivimos está reservada para quienes tenemos la capacidad de asumir el riesgo de salir de la zona de confort y retarnos y darnos la oportunidad de ayudar a construir un mundo mejor. El mundo, hoy, necesita de personas comprometidas, apasionadas y serviciales como tú.

Recuerda: “lo que no se comparte, no se disfruta”. Lo que se comparte, mientras, genera transformaciones increíbles y luego regresa a ti multiplicado de diversas formas. Repito: tú también puedes empaquetar tu conocimiento y venderlo a precios prémium. Internet pone a tu disposición poderosas herramientas y estrategias que necesitas; el resto lo tienes tú.

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