“Soy muy feliz. He tomado grandes riesgos en mi vida y los saqué adelante a punta de ganas. En este último, dejé todo por amor y aquí estoy, contra todos los pronósticos, haciendo lo que me gusta, logrando una transformación en la vida de otros que no la logré antes con nada de lo que hacía”. Este no es el final, sino el punto de partida.

“Y vivo cada día con la satisfacción de que, si es el último, me voy tranquila porque di el 200 por ciento”. Sí, podría ser el final de una novela famosa, de esas laureadas que se convierten en éxitos editoriales y concitan la atención de públicos de todas las edades. Es una hermosa historia de superación, de lucha por los sueños, pero las líneas anteriores no son, por fortuna, el punto final.

Porque esta es una historia que está a medio escribir, que sin duda nos deparará nuevos y gratificantes capítulos de felicidad. Érika Herrera, la protagonista, es una colombiana, nacida en la Costa Atlántica, y vivo ejemplo de las mujeres de nuestra Latinoamérica: berraca, pujante, luchadora, echada pa’lante, un modelo de vida digno de imitar.

“Soy madre, esposa y odontóloga de profesión, una mujer que ha construido su vida reinventándose una y otra vez. Y a partir de mi ejemplo, mi conocimiento y mi experiencia, ayudo a los demás”. Tras 20 años de ejercer como ortodoncista en Colombia, con un divorcio a cuestas, se reencontró con un compañero de colegio y su vida cambió.

Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

El libro de Érika Herrera fue un éxito de ventas aún antes del lanzamiento. ¿Ya lo tienes?

“Me casé por segunda vez y me vine a Los Ángeles. Aquí viví la última de mis reinvenciones y ahora soy consultora de marketing para odontólogos”. Una actividad que para ella no es trabajo, sino un servicio que le permite trascender, dejar huella en los demás, estar en boca de todos, literalmente.

De joven, mientras la brisa del mar golpeaba su cuerpo y el sol tostaba su piel, Érika quería ser cantante. “Me habría encantado ser una cantante famosa del estilo de Celia Cruz, Totó la Momposina o Shakira, con mucho sabor y sentimiento”. El sueño era transmitir el folclor, el baile, la esencia cultural. Sin embargo, pronto se despertó.

“Me di cuenta de que, claramente, tenía más ganas que buena voz”. De su madre aprendió la disciplina, la perseverancia y la pasión que le imprime a cada reto que asume. El espíritu emprendedor y la convicción de conseguir lo que se propone los heredó de su padre. Una mezcla que la marcó y que, sobre todo, la curtió para la vida.

“Ellos se sentaban horas enteras a escucharnos, a aconsejarnos, a conocer a nuestros amigos, a enseñarnos con su ejemplo. Tuve maestros que me transmitieron la importancia de un propósito en la vida”, afirma. Los comienzos profesionales fueron difíciles, pues ya había nacido su hijo Gabriel y requería estudiar más, por lo que no podía emplearse.


Érika sueña con crear una comunidad de odontólogos con formación de
marketing que les permita ejercer la profesión con dignidad, con vocación de
servicio, con ingresos abundantes y capacidad para sobrevivir a la competencia desleal.


Entonces, no hubo más remedio que tocar puertas. Fui de colega en colega, de amigo en amigo, contándoles que por fin era ortodoncista y que ya me podían enviar pacientes. Siempre fui buena estudiante, así que contaba con la confianza de colegas, amigos y familiares y de los pacientes”. Tocó puertas, hasta que algunas se abrieron.

Sin embargo, ese proyecto no funcionó como ella esperaba y su vida parecía derrumbarse. Antes de eso, no obstante, dio un giro, uno radical y fantástico: “Llegar a EE. UU. significó reinventarme: tuve que comenzar de cero a los 50 años, sin poder ejercer mi profesión, sin familia directa, sin amigos, sin ingresos propios, sin dominar el inglés”.

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Doctor Pro System es el programa que Érika desarrolló para ayudar a sus colegas.

Pero…, “Nunca antes fui tan feliz y nunca antes había vivido una circunstancia tan adversa”. Fue, entonces, cuando apareció su mejor versión: “Tengo todo el entusiasmo, la pasión y el empeño para sacar esto adelante y lo estoy logrando más rápido de lo que hubiera imaginado. Sé que necesito persistir y enfocarme en los objetivos que me tracé”.

Y dio el paso, ese que provoca tanto miedo, y se transformó en emprendedora. El trabajo de tesis fue el que, sin querer queriendo, le indicó qué camino debía seguir. “Mi trabajo de grado requería la colaboración de los participantes, así que, para convencerlos de ayudarme, les ofrecí un tratamiento de ortodoncia al mismo precio que el de la universidad”.

Una coyuntura, una oportunidad, un acierto: Érika reunió los factores que necesitaba para impulsar su negocio y logró su objetivo.Por supuesto, aceptaron y al año mi consultorio era la envidia de todos, con más de 100 pacientes”, cuenta. Faltaba algo, sin embargo. En el mundo moderno, no basta con ser experto en un tema: hay que saber vender.

El mentor fue la salida

“Decidí estudiar marketing para aprender a tomar decisiones acertadas y competir con las grandes clínicas. Sabía que no tenía el dinero para hacer publicidad, así que desarrollé una cultura de servicio al cliente para fidelizarlos y retenerlos. Y establecí alianzas estratégicas e hice campañas de referidos”. Y empezó a trabajar con gerentes, asesores y coaches.

Pero, el círculo no se cerraba, hacía falta algo vital: apoyo profesional. “En mi afán por aprender de negocios por internet, compré todos los cursos que me ofrecieron. Hubiera logrado lo mismo con menos. Eso significó descapitalizarme innecesariamente. Estaba tan perdida, quería encontrar una luz en la oscuridad. Y se hizo la luz, se acabó la oscuridad.

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Cuando el amor llega así, de esta manera, es el sustento para una reinvención.

La solución fue buscar un mentor, alguien que ya hubiera recorrido el camino. La verdad, no vi esta opción de hacer consultorías de marketing, de escribir un libro y aterrizar el conocimiento y la experiencia que tenía hasta que Álvaro Mendoza, en una conversación durante su evento ‘Hablar para Vender’, me hizo caer en cuenta”.

Y entró a otro mundo, con internet como gran aliado. “Aprendí que solo eres exitoso cuando otro alcance el éxito gracias a ti, que tu conocimiento vale si lo compartes con otros, que dar más de lo que la gente espera convierte al cliente en evangelizador, que cuanto más avances, más humilde debes ser, que se enseña con el ejemplo”.

Esa visión cambió su vida. “Ese es el valor de un mentor y de asistir a un evento en vivo. Esa charla no tiene precio”. Hoy, Érika es una persona diferente gracias a esa ayuda y a la que le brindaron sus mentores de la Escuela Gestalt de Bogotá. “Me exigieron con afecto y me enseñaron a vivir el aquí y el ahora. Cultivo esa filosofía a diario, aunque no es fácil”.

Es feliz con su trabajo y ayuda a los odontólogos a ser más felices, a buscar su propósito de vida, a trascender, a ser abundantes y exitosos en todo sentido. Es feliz, muy feliz. Hace consultarías de marketing, tiene un infoproducto llamado Doctor Pro System, es la autora del libro ¿Dónde están los pacientes que no los veo? (éxito de ventas).

También dicta conferencias internacionales en sociedades científicas destinadas a crear conciencia entre sus colegas de la necesidad de implementar el marketing para que su profesión sea rentable, una falencia que les resta competitividad en el mercado. “El logro que más me enorgullece es haber construido un negocio de la nada”, dice con orgullo.

“Aprendí a trabajar en algo que no tenía en mis planes y lo convertí en un modo de vida, a pesar de las dificultades. No ha sido fácil, pero disfruto cada meta alcanzada”. La historia, sin embargo, está a medio escribir. Hay mucho camino por recorrer, pero Érika no tiene afán. Mientras, por los laditos, cultiva más sueños y su próxima reinvención…

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