Si fuera necesario emplear solo una palabra para definir a Efraín Vega, sin duda, la más acertada sería alegría. Sí, alegría manifiesta en una sonrisa auténtica, en un estado de ánimo positivo, en una actitud optimista, una predisposición a colaborar, una mente abierta al aprendizaje continuo. Alegría por vivir y por cuanto le ha dado la vida.
Cuando llegamos a República Dominicana para vivir la experiencia de Comando Secreto y el grupo completo se reunió por primera vez, la estrella de Efraín brilló con luz propia. No pasó mucho tiempo antes de que entendiéramos quién iba a ser el personaje más popular del grupo. Un rol que, por supuesto, él aceptó con humildad y lo disfrutó.
Cinco días más tarde, al cabo del evento, esa alegría se había ganado el respeto y, sobre todo, la admiración del resto de integrantes del equipo. ¿Por qué? Porque a medida que conocimos a Efraín, que nos regaló sus poderosos testimonios, que nos desveló sus sentimientos, entendimos cuán difícil fue para él llegar a ese estado de felicidad.
“Me gusta mucho lo que tiene que ver con educación financiera y me enfoco en aprender cómo generar ingresos pasivos. Por eso, desde hace 12 años he estudiado con diferentes mentores que me han enseñado a hacer negocios en bienes raíces, inversiones en la Bolsa de Valores y negocios por internet”, explica. Esa es su faceta más seria.
La otra, la de la alegría y la rumba, es esta: “Otro de mis hobbies es ir al gimnasio. Voy 3 o 4 veces a la semana. También me encanta bailar y tomo clases de bachata y salsa, martes y jueves, y estoy en el equipo de Bachata Intermedio para Coreografía y en el de Salsa Intermedio para Coreografía. Viernes y sábado salgo a bailar con mis amigas”.
En Punta Cana nos enseñó que el gen del baile y la alegría lo lleva en la sangre, pues aprovechó cada oportunidad que tuvo para mostrar sus dotes en la pista. Está claro que ya no es el joven tímido de hace unos años, sino una persona convencida de sus talentos, de sus dones, y dispuesta a disfrutar de lo que la vida le ofrece cada día.
Por eso, nos dimos cuenta de que a veces las apariencias engañan y la primera impresión nos envía mensajes erróneos. No por falsedad de la persona, no al menos en el caso de Efraín, sino porque impiden ver la realidad. Y la realidad es que este mexicano tuvo que sortear muchas dificultades, tuvo que tragarse muchos sinsabores, antes de poder sonreír.
“Empecé a trabajar a los 9 años porque en mi casa faltaba el dinero y teníamos un enfermo que había que cuidar. Mis padres querían que solo estudiara, pero la necesidad hizo que mi hermano mayor y yo comenzáramos a trabajar”, relata. La suya, entonces, no fue una infancia común y corriente, porque muy temprano tuvo que jugar a ser adulto.
Sus padres, que le inculcaron el gusto por la lectura y el estudio y le
enseñaron a ser disciplinado, y sus mentores, de los que aprendió la
mentalidad como empresario, son las personas que lo marcaron.
“Entre semana estudiaba la primaria y los fines de semana trabajaba en una refaccionaria (tienda de autopartes) con taller mecánico”. Era el encargado de acomodar la mercancía en la bodega y sufría las órdenes de compra de los vendedores y de los mecánicos del taller. Las vacaciones y los días feriados también estaba allí, aprendiendo a trabajar.
Ese fue su primer contacto con el mundo de las ventas, que pronto atrajo su atención. “Vi cómo hacían negocios mis jefes, cómo llegaban los proveedores a negociar y a tomar pedidos, cómo negociaban los mecánicos”. Una escuela con variedad de enfoques que le sirvió para formarse de manera integral. En esa empresa permaneció por cuatro años.
Después, a los 13, se vinculó a una pequeña fábrica de máquinas y herramientas, en la que pudo poner en práctica lo que había aprendido en la secundaria: a usar el torno y la fresadora. “Allí profundicé el aprendizaje de cómo negociar con los proveedores y los contratistas y supe cómo se incorporaban nuevas líneas de productos para comercializar”.
Fueron otros cuatro años de su vida en los que, además, aprendió a hacer los cierres de caja y a tratar con los contadores. Y dos temas muy importantes: cuál es la mentalidad para triunfar en los negocios y cuál era el estilo de vida que deseaba para él y su familia. “A los 16 años ya tenía varios modelos a los que quería seguir”, explica.
Eduardo Garrido y Jacobo Infante, sus jefes, le inspiraron a convertirse en empresario. Entonces, antes de ser mayor de edad se lanzó al agua como emprendedor, junto con dos compañeros de la preparatoria. Montaron un negocio de serigrafía (estampar imágenes en tela) y muñecos de peluche. Operaban desde el garaje de la casa de un amigo.
Un largo camino
Esa experiencia que duró un año y no bien se cerró ese capítulo, iniciaron otro: “Nos convertimos en contratistas e instalábamos líneas telefónicas, multilíneas y conmutadores. Nos iba muy bien. Por la mañana estábamos en la escuela y por la tarde, en la noche y los fines de semana, atendíamos el trabajo”. Fueron dos años de intenso aprendizaje.
Instalado en las aulas universitarias, con cuatro amigos, dio el siguiente paso: “Creamos nuestra primera empresa y también éramos contratistas”. Aunque tuvieron clientes más grandes, seguían despachando desde la cochera de su amigo. Sin embargo, dos años más tarde cerraron: “Éramos inexpertos y no todos los socios estábamos enfocados”, afirma.
Está claro que el camino recorrido por Efraín no fue fácil, que estuvo cargado de obstáculos y, claro, salpicado de errores. Sin embargo, cuando uno es joven y sus sueños son firmes, es posible enfrentarlo todo, superarlo todo. Y Efraín lo hizo. Luego de esa experiencia amarga, con otros cuatro amigos fundó otra empresa, su actual empresa.
A la par, después de terminar la universidad, se vinculó a una de nivel nacional en el área de televentas (ventas por teléfono) y al año siguiente ingresó a una organización internacional de ventas internas. Sin embargo, no estaba conforme, le urgía echar raíces en algún lado. Así que tomó la decisión más importante de su vida.
¿Cuál? Volverse emprendedor. “Me convertí en contratista y por suerte nunca nos ha faltado trabajo. A los tres meses de haber comenzado logramos nuestro primer gran contrato y recibimos nuestro primer gran cheque”. Ese fue el espaldarazo que le hacía falta, la motivación adicional que requería para continuar por el camino del empresario.
No fue, sin embargo, un camino fácil. Tres devaluaciones extremas, fuertes caídas de la bolsa de valores y hasta las consecuencias del atentado a las Torres Gemelas lo pusieron al borde del abismo. “Tuve que volverme un negociador más hábil, utilizar cláusulas y seguros, aprender a llevar mi empresa sana financieramente”. Y ahí va, dando la lucha.
“Tengo mi negocio desde hace 20 años. Vendo productos para instalaciones eléctricas, electromecánicas, de automatización, control, instrumentación y telecomunicaciones. Y desde hace 7 años entré al mundo digital y todo cambió para bien. Tengo clientes en todo el continente y Europa”, cuenta con orgullo y satisfacción.
Hoy, se define como “un empresario en proceso continuo de aprendizaje. Mi sueño es convertirme en un experto en la generación de ingresos pasivos”, precisamente la razón por la cual se le midió al reto de Comando Secreto. “Soy feliz y estoy convencido de que ser empresario es la mejor decisión que tomé en la vida”, dice, y se va a bailar…