Vivir una vida es una actitud distinta a la de aprender a gerenciar una vida. Vivir es estar ahí nada más, estático a la espera de los acontecimientos, presto a lo que el destino te regale cada día. Vivir es dejar pasar los acontecimientos, ansiar que sean más los hechos positivos que negativos y, en suma, estar conforme. Así vive la mayoría de personas que conocemos.

Gerenciar la vida es ser conscientes de que tenemos una misión, de que hay un plan que debemos cumplir en este mundo. Gerenciar es saber que con virtudes y defectos somos una empresa llena de recursos y necesitamos potenciarlos, cultivarlos, enriquecerlos y compartirlos con otros para beneficio mutuo. Así es la vida de unas pocas personas que conocemos.

Una de ellas es Edgady Aponte, venezolano de nacimiento, latinoamericano de corazón y, especialmente, de convicción y acción. Ingeniero industrial que dedicó una etapa de su vida a multinacionales en las que aprendió lo necesario para optimizar recursos humanos y logísticos, y después entendió que su misión en el planeta iba más allá de esas cuatro paredes.

Entonces, se trasteó a internet, universo sin límites. Desde cuando se convirtió en consultor especializado en marketing digital y ventas, Edgady pudo multiplicar su semilla y sembrarla en el suelo fértil de los corazones y las vidas de cientos de latinoamericanos que lo adoptaron como su guía y que trabajan bajo su égida para mejorar sus vidas.

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Comunicarse con las demás personas siempre fue la gran pasión de Edgady Aponte.

Los roles de empresario, conferencista, entrenador o coach certificado no son más que diferentes facetas que le permiten llegar a quienes anhelan aprender a gerenciar su vida con éxito. Edgady no es lo que llamaríamos un ‘producto de laboratorio’, una invención surgida de las aulas académicas, sino el resultado de un proyecto de vida consciente.

¿Cómo así? “Crecí en una familia emprendedora y muy unida. Durante la comida hacía muchas preguntas que hoy sé que esas fueron mis primeras sesiones de coaching. Preguntas poderosas y mucho acompañamiento, dice. Lejos de esa cultura latina de criarse bajo la sombra paterna, Edgady emigró pronto en busca de una vida propia.

“Mi papá siempre me motivó a salir de mi zona de confort, a evolucionar y a buscar un mundo más allá de lo conocido. Mi abuelo también influyó en mí con sus historias de emprendimiento y el valor que daba a la familia. Mi mamá, mi maestra del marketing, me enseñó a vender y, sobre todo, su gran don: la resiliencia”, afirma.


En el horizonte de Edgady Aponte está la idea de dictar conferencias
y escribir libros. “Para mí, la felicidad no es una meta; son momentos
y, sí, mi vida en internet ha multiplicado los momentos felices”.


Con ese ejemplo, entonces, no había opción: debía salir del cascarón a buscar los sueños. Uno de los cuales, más allá de la ingeniería, era hablar en público. “Me motivaba comunicarme con la gente y marcar su vida de una manera positiva”, expresa. Una habilidad que se demoró en desarrollar, mientras cumplía metas intermedias.

“Aunque trabajé durante unos años en multinacionales, mi foco era mi propia empresa”, afirma. Como les ocurre a muchos jóvenes latinoamericanos, era laboralmente inestable, no encontraba su lugar en el mundo, pero no se quedó quieto, nunca dejó de aprender. Un día, entonces, decidió detenerse y comenzar lo que en realidad lo apasionaba.

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Un día tiró la toalla y luego ingresó al mundo digital, en el que es muy feliz.

“Canalicé mi adrenalina en un sistema de consultoría que me permitiera ayudarles a otros a construir su negocio digital. Leí mucho la historia de Ray Krok (gestor de McDonalds)”. El resto fue trabajar y persistir, persistir y trabajar. El primer paso lo dio, quién lo creyera, empujando un carrito de hot dogs. Fue el comienzo de una nueva vida, de una mejor.

“Mi mamá me prestó el dinero, luego hice un capital y con mi socio compramos cinco más”. El mayor aprendizaje fue que se dio cuenta de que podía “institucionalizar mi inestabilidad”, según sus propias palabras. Y arrancó, entonces, un camino del que hoy se siente orgulloso, pero que en el tránsito, por supuesto, no estuvo exento de dificultades.

“Hubo un momento en el que no solo pensé en tirar la toalla: ¡la tiré, de hecho, la tiré! Debo agradecer a un exsocio que con su estafa que me motivó a despedirme del mundo laboral tradicional para iniciarme en el mundo digital en el que estoy, y soy muy feliz. Gran aprendizaje: asóciate por los principios, nunca por el dinero”, relata.

Un camino difícil

También hubo satisfacciones como acompañar a un emprendedor en busca de sus metas. El momento más feliz fue “recibir mi primera comisión de ventas por Internet. Vender tu producto a una persona que está en cualquier parte del mundo confió en ti, y esa primera muestra de que mi negocio sí funciona, son una alegría indescriptible”.

Y también disfruta mucho tener una agenda propia, libre para gestionar las oportunidades. Ha habido, sin embargo, momentos desagradables, de esos que uno nunca quiere vivir, pero entiende que son enriquecedores dentro de proceso. “Lo duro es lidiar la soledad del emprendedor en el día a día, ser tu máximo motivador, aliado y compañero de estudio”.

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Creer en ti, automotivarte y tener un plan de acción son las claves del éxito, según Edgady Aponte.

Esa es una realidad a la que se enfrenta cualquier emprendedor, especialmente en la fase inicial, una especie de filtro para decantar a los que no están preparados aún. “Las traiciones son otra piedra en el camino; tengo un par en la lista, propias de un mercado competitivo. Eso también construyó parte de mi camino”, asegura.

Un camino en el que aprendió tres pilares para triunfar: la seguridad en ti mismo, el primero; estar a la vanguardia, preparado y actualizado, el segundo; actuar, porque mucha gente brillante se queda con ideas si ejecutar, el tercero. Creer, aprender y entrar en acción, el abecé del éxito en la vida y en los negocios.

“Para el éxito hay que trabajar muchísimo y en una primera fase no hay resultados, por lo que toca lidiar con algo de frustración en el entorno familiar y en el laboral”, afirma. Una sugerencia de Edgady es “no ponerle tanta emoción al negocio en un principio”, sino apelar más a la razón para no perder el foco si eventualmente los resultados no llegan.

También, “evitar las distracciones, definir una idea, diseñar un propósito y lanzarte. Todo esto sin pensar que es magia; no es magia. Con un plan de trabajo, se gestiona y se logra. Clave, creer en ti y automotivarte. Si bien falta mucho por hacer, Edgady reconoce con satisfacción el trayecto recorrido y, sobre todo, la influencia de quienes lo marcaron.

“El principal fue mi papá, desde la honestidad, trabajo, sinceridad, sentido del humor, resiliencia, ética y compromiso familiar. Un ser humano ejemplar. Mientras viva, espero que ese proyecto nunca se complete, sino mejorarlo por pedacitos cada día, algo que me motiva a seguir”.

Mientras avanza, Edgady se enfoca en gestionar los recursos que la vida le regaló: sus hijos Estefanía y Juan Ignacio. Se preocupa por impulsarlos a lograr sus metas y que las puedan mantener en el tiempo. Transmitirles que es posible vivir de tu talento, y crezcan sobre las bases éticas y profesionales que mi esposa Hania y yo les brindamos para que sean sus herramientas y encuentren su propio camino”.


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