Uno de los recuerdos más gratos de la niñez y la adolescencia se relaciona con las visitas a la casa de los abuelos. Siempre había mucho cariño, siempre había buena comida y siempre había buenas historias que no nos cansábamos de escuchar. Era esa sabiduría de los abuelos producto de las experiencias de la vida, de los éxitos y de los fracasos, pero también de muchas conversaciones.
Era fascinante esa experiencia de escuchar las historias del abuelo porque siempre eran divertidas y, además, estaban llenas de valioso aprendizaje. No sé cómo o dónde lo había aprendido, pero el abuelo lo sabía todo acerca de todo. Y lo mejor era que nos lo contaba con sencillez, de forma que, a pesar de nuestra edad, comprendíamos muy bien su mensaje. ¡Cómo extraño aquellas charlas!
El abuelo conocía de la vida, de política, de las mujeres y de los negocios, porque era eso que hoy llamamos emprendedor, aunque en su época ni siquiera tenía un nombre específico. Con sus manos, con tu tesón, con su visión, forjó una empresa que hoy todavía es un ícono en el pueblo donde se encuentra, a las afueras de Bogotá, y que es fuente de empleo para muchas personas.
Amo la tecnología, es parte muy importante de mi vida y de mi trabajo, pero echo de menos esas conversaciones con el abuelo. Hoy, algo así es prácticamente imposible, porque cuando las familias se reúnen siempre hay una barrera que nos separa: el mal hábito de estar hiperconectados todo el tiempo, como si el mundo se fuera acabar por no revisar los mensajes.
El problema es que los seres humanos somos muy dados a restarle valor a lo que no es nuevo o, de otra manera, a sobrevalorar lo que nuevo. Compramos un auto y después de uno o dos años nos parece que está demasiado viejo y queremos uno nuevo. Compramos ropa y después de lucirla tres o cinco veces la guardamos en el fondo del ropero “porque ya no está de moda”.
Es una costumbre tan arraigada, que hasta nos permitimos el lujo de dejar algunas actividades que disfrutamos, como salir a comer con los amigos o ir al cine, simplemente porque “esos eran los planes de otra época”. Está bien que los tiempos cambian, pero te lo digo con conocimiento de causa a medida que pasan los años descubrimos el valor de eso que dejamos en el pasado.
Y duele, a veces duele, debo confesarlo. Como no poder disfrutar de las amenas conversaciones con el abuelo, no recibir sus enseñanzas, no reír a carcajadas con sus chistes. Es un comportamiento que, además, trasladamos a otras actividades de la vida, una actitud que provoca que sin siquiera pensarlo nos involucremos en una loca carrera por lo nuevo o lo novedoso.
Es una mentalidad que se manifiesta, así mismo, en los negocios, especialmente cuando somos emprendedores novatos o muy jóvenes. ¿Por qué? Porque, lamentablemente, estas personas desconocen (o no reconocen) el valor de lo de antes, de las herramientas o recursos con los que los pioneros comenzamos hace dos décadas. Para ellos, se trata de la prehistoria de internet.
Hoy nos hablan de Tik Tok, de Clubhouse, de chatbots, de automatizaciones y otros conceptos que, en el pasado, pertenecían en la imaginación, en el reino de la ciencia ficción. A lo largo de más de 23 años de trayectoria, he usado prácticamente todas las herramientas y recursos que la tecnología nos ha ofrecido, inclusive uso algunas, pero no renuncio a las más poderosas.
Las nuevas generaciones de emprendedores creen que la magia de internet radica en la tecnología, pero no es así. La necesitamos, es cierto, pero no lo es todo. De hecho, hay un concepto que también evolucionó y que los emprendedores del siglo XXI pasan por alto: una de las claves del éxito en el marketing hoy es tu capacidad para establecer una relación con tus clientes.
Aunque cada día aparecen más herramientas y recursos, algunos de los cuales nos brindan una ayuda en nuestras estrategias, el email marketing y el marketing de contenidos, los abuelos del marketing de permiso, siguen siendo lo más útiles para generar confianza y credibilidad con el mercado.
Que no son robots, sino seres humanos de carne y hueso. Que no tienen chip, pero sí una mente y un corazón que siente y se emocionan. Que usan la tecnología todo el tiempo y la agradecen, pero a la hora de comprar o de hacer negocios quieren relacionarse con sus pares, es decir, con otros seres humanos. Esa es una realidad que no podemos desconocer, so pena de fracasar una y otra vez.
La magia de esa relación con todos y cada uno de tus clientes está en la confianza y la credibilidad que estés en capacidad de generar. Si no confían en ti, si no creen en ti, no te comprarán. Eso, a pesar de tus credenciales, de tus títulos, de tus logros, de la cantidad de seguidores que acumulas en redes sociales: sin confianza y credibilidad, esas personas no te permitirán entrar en su vida.
Y esa, amigo mío, es la clave. ¿Sabes cuál? Que no puedes establecer una relación con esas personas si ellas no te conceden permiso. Y no te concederán el permiso si no confían en ti, si no creen en lo que puedes hacer por ellas. Por eso, debes entender que ninguna estrategia será útil o efectiva si antes no cumples con la tarea de generar confianza y credibilidad con el mercado.
Ahora, ¿sabes cómo hacerlo? ¿Sabes cuáles son los recursos más efectivos? La mayoría de las personas responderían automáticamente que las redes sociales, pero no es así. En este caso, hay que acudir a la sabiduría del abuelo de la que te hablé en el comienzo: aquellos recursos que están con nosotros desde siempre, desde antes de que internet fuera lo que es hoy, y siguen vigentes.
¿Ya sabes a cuáles me refiero? A mi viejo y querido amigo el email marketing, sobreviviente de varios entierros fallidos, y mi buen compañero de aventuras el marketing de contenidos. A la hora de ganarte la confianza y la credibilidad del mercado, de todos y cada uno de tus clientes, no hay nada mejor que estos dos recursos. Con ellos, se aplica la premisa de “más sabe el diablo por viejo que por diablo”.
Te dos cinco razones que sustentan esta afirmación:
1.- El email marketing y el marketing de contenidos te permiten establecer una comunicación directa con cada cliente, personalizada, ajustada a sus necesidades y al momento en que se encuentra en el proceso de compra. Además, es un poderoso canal de retroalimentación
2.- El email marketing y el marketing de contenidos, a diferencia de otros canales digitales, no son invasivos y, si los utilizas adecuadamente, tampoco generan resistencia por parte de la personas que reciben tus mensajes. Son lo que podríamos llamar un par de viejitos con buena reputación.
3.- Son tuyos. Esto, quizás, es lo más importante. Las redes sociales te permiten abrir un perfil y hacer uso de sus recursos y espacios. Pero, ¿qué pasaría si un día Facebook desaparece? ¿O Instagram? Se acaba tu negocio. Email marketing y marketing de contenidos, en cambio, son tuyos.
4.- Son ideales para aportar valor. Una de las premisas fundamentales del marketing del siglo XXI es aportar valor antes de intentar vender. Esa, amigo mío, es la forma más elemental y poderosa para ganarte la confianza y la credibilidad del mercado y ninguna otra herramientas te ayudará más.
5.- No pasan de moda. Además, evolucionan, se adaptan a las nuevas circunstancias, a lo que los clientes actuales necesitan. Han librado, y ganado, mil y una batallas y tienen la piel curtida, de tal forma que son capaces de resistir la aparición de novedades y tendencias que son efímeras.
Añoro y extraño las conversaciones que sosteníamos con el abuelo cuando lo visitábamos. Lo que nos enseñaba era producto de la sabiduría de la vida, consejos y aprendizajes que hoy, a pesar del tiempo, están vigentes y siguen siendo útiles. Utiliza todos los recursos que puedan ayudarte, pero no cometas el error de menospreciar aquellos que nos ofrecen tantos beneficios hace tantos años.
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Lo intentare aunque no soy para nada tecnologica. Si resulta, bien, y si me complica demasiado, entendere que no es para mi.