Supongo que alguna vez habrás escuchado que toda regla tiene su excepción. Bueno, de la que te voy a hablar es una regla que muchos dan como verdad sentada, como ley de la naturaleza, pero no es así. De hecho, yo soy la excepción. Me refiero al mito según el cual para ser más productivo necesitas levantarte con los primeros rayos del sol.

¿Has visto la cantidad de notas relacionadas con la productividad que te hablan de este tema? Cientos de cientos. Lo más curioso del caso esta que prácticamente todas tienen el mismo enfoque y todas cometen el que a mi juicio es un error: decir que las personas que se levantan temprano y no trasnochan son más productivas que las ‘aves nocturnas’.

La naturaleza es sabia, ¿lo sabías? Y caprichosa, también. Por eso, hay un día, pero también una noche. Por eso, hay un zorzal que canta en la madrugada, pero también un búho que ulula en la noche. Por eso, hay personas que disfrutan levantarse al amanecer y aprovechar el día, pero también otras que gozamos de la tranquilidad y el silencio de la noche.

Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Levantarte más temprano no te hará más productivo. Lo que necesitas es aprovechar el tiempo.

Ser productivos, al máximo de nuestras capacidad y por el mayor tiempo posible, es una de las grandes preocupaciones de los emprendedores. Dado que muy buena parte del trabajo recae sobre nuestros hombros (en el arranque, por lo general, es toda la carga), necesitamos que rinda el tiempo como si el día tuviera 36 horas de 120 minutos cada una.

Y convengamos que lo ‘normal’ es que los seres humanos durmamos en la noche y trabajemos en el día. Y así está diseñado el ámbito laboral, incluidas las leyes que lo regulan. De hecho, en muchos países se paga un adicional, el llamado recargo nocturno, para quienes trabajan de noche. Es una compensación por un esfuerzo que se considera extraordinario.

Sin embargo, no todos somos iguales, afortunadamente. Desde que era un adolescente, me gustaba estar ocupado mientras los demás de mi familia dormían. A veces, inclusive, el tiempo pasaba volando y no me daba cuenta de que ya había amanecido. Eran horas que destinaba a actividades productivas, propias de cada etapa de la vida.

No hay horario perfecto

Un hábito que se reafirmó cuando adquirí mi primer computador y, peor aún, cuando descubrí internet. Durante el día, no era cómodo estar conectado, porque bloqueaba la línea telefónica y terminaba de pelea con mi mamá. En cambio, cuando ella se acostaba (que generalmente era temprano) yo era el rey de la nube: tenía toda la noche a mi disposición.

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El reloj biológico es una de las claves para saber si eres ‘ave diurna’ o ‘ave nocturna’.

Hoy, aunque estoy casado y tengo dos hijas, y debo vivir una vida diurna llena de ocupaciones y responsabilidades, mantengo intacto mi hábito nocturno. No existe otro horario del día en el que me sienta más cómodo, más productivo. Prácticamente no hay distracciones, y las que hay las puedo controlar. Entonces, trabajo feliz.

No intento convencerte de que te conviertas en un ‘ave nocturna’. Solo te comparto mi experiencia y te doy razones para que analices si, quizás, te convendría cambiar un poco el horario para alcanzar esa productividad que aún se ve lejos. Para que puedas tomar la decisión correcta, a continuación te expongo algunos argumentos:

1) No por madrugar amanece más temprano. Te puedes levantar a las 5 o a las 6 de la mañana, pero si te distraes, si postergas las tareas, si las inicias y las dejas inconclusas, si no tienes una agenda (y si la tienes, pero no la sigues), de nada te servirá. Ser organizado es una de las características indispensables para alcanzar el éxito en los negocios.

2) ¿24 horas no son suficientes? Para algunas personas, las 24 horas del día son más que suficientes, al punto que pueden combinar las actividades laborales con algo de recreación, tiempo con la familia, descanso o capacitación. ¿Por qué les rinde tanto? Porque fijan sus prioridades, saben delegar, toman decisiones y no procrastinan.

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Trabajar en la noche ayuda a concentrarse mejor, porque hay menos distracciones.

3) ¿Mejor de día o de noche? No importa. Escoge el horario en el que te sientas más cómodo, en el que te distraigas menos, en el que puedas cumplir con lo que te propones. Eso sí: ten en cuenta que ese horario no entre en contradicción con tu ‘otra vida’, es decir, que no te aleje de amigos, de tu pareja, de tus hijos. Las dos deben encajar.

4) Cuidado con las implicaciones. Cambiar el horario y volverte nocturno tiene consecuencias que tu cuerpo puede rechazar. Por ejemplo, hay personas que no pueden descansar de día, o a las que el organismo se les resiente por el cambio de horario de las comidas, o a las que, sencillamente, la vida se les vuelve un caos si no madrugan. ¡Ten cuidado!

5) Cambias tú, pero no el mundo. El que tú decidas convertirte en ‘ave nocturna’ no implica que el mundo se acomodará a tu horario. Eso significa que el resto de la vida, tus otras actividades (comprar mercado, ir al banco, llevar los niños al colegio) siguen en el horario habitual. Eso te obligará a contratar personas para delegar esas labores.

Plus: hay actividades que no son fáciles de realizar cuando eres ‘ave nocturna’: hacer deporte, salir con los amigos, asistir a actividades sociales, reunirte con tu equipo de trabajo o estudiar en la universidad, entre otras. Conclusión: es una decisión que no puedes tomar a la ligera, porque una equivocación será costosa.

Mi recomendación es que, sin importar si eres ‘ave diurna’ o ‘ave nocturna’, lo que necesitas es desarrollar sólidos hábitos que incentiven la productividad. Si quieres profundizar sobre el tema, te invito a que leas la edición de abril de MG La Revista, en el que el tema central fue ese, justamente: la productividad. Hasta pronto…