Una de las razones por las cuales los seres humanos, todos, cometemos una y otra vez el mismo error es porque no escuchamos los mensajes que nos envía la vida. De diversas formas, a través de distintos medios, todos los días recibimos cientos de mensajes, miles, y solo prestamos atención a unos cuantos. Lo peor es que, por lo general, hacemos caso omiso de los que nos favorecen.

Lo primero que puedo decirte es que nada de lo que nos sucede es casualidad. Todo, absolutamente todo, responde a lo que hacemos (o dejamos de hacer) y a cómo lo hacemos. Como individuos, como negocio, como sociedad. Esa es una ley de la vida. La virtud, entonces, consiste en saber aprovechar esos hechos, en capitalizarlos, en ponerlos a nuestro favor.

La crisis mundial provocada por la epidemia del COVID-19 sube como espuma y lo peor es que no sabemos cuándo se detendrá. Las cifras se contagiados y de muertos son escandalosas y la tendencia, por ahora, indica que sigue en ascenso. Cuarentenas obligatorias, restricciones a la libertad de movilización, encierro en casa, trabajo remoto e histeria colectiva son el coctel de la realidad.

En mi caso, por fortuna, esto bien. Estoy con mi esposa y nuestros cuatro hijos, que no es fácil. Para ellos, el confinamiento es divertido al comienzo, pero la paciencia dura muy poco y mantenerlos entretenidos u ocupados en algo productos o positivo no es sencillo. Sin embargo, no me puedo quejar, porque estamos bien y estamos juntos. Eso, sin duda, es lo más importante.

Aunque parezca increíble, en medio de esta situación he tenido la oportunidad de pensar, de sentarme a reflexionar sobre lo que está ocurriendo, sobre el porqué está ocurriendo y, en especial, sobre qué mensaje nos envía la vida. Y me he formulado muchas preguntas: ¿qué puedo aprende de esto? ¿Qué tengo que soltar? ¿Qué aspectos de mi vida puedo cambiar o mejorar?

El problema de una crisis, más cuando enfrentamos una de dimensión global, que nos afecta a todos por igual y sin distinción, es que las valoramos desde el punto de vista negativo. El encierro, el miedo, las dificultades económicas, las muertes, en fin. Y la verdad es que esta situación, como cualquiera otra, encierra un lado positivo, constructivo, y vale la pena prestarle mucha atención.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que las lecciones que podemos aprender de esta crisis no son iguales para todos; de hecho, hay una para cada uno. Lo que sí nos involucra a todos es la razón: la vida nos pide que nos detengamos un tiempo, que dejemos esa carrera loca, que le busquemos un verdadero sentido a la vida, que reflexionemos, que miremos nuestro interior.

Y esta, amigo mío, es la clave del resultado que para cada uno tendrá esta crisis y te lo digo como sicólogo profesional que soy. El peor de los escenarios, créeme, es que tan pronto termine este caos tu vida siga igual, que vuelvas al trabajo, a la vida de antes, como si nada hubiera ocurrido. Eso sería desperdiciar una preciosa oportunidad, sería dejar pasar un aprendizaje muy valioso.

¿Por qué? Porque, como mencioné al comienzo, nada ocurre porque sí, nada es casualidad. Cada evento que enfrentamos en la vida, por insignificante que sea, encierra un mensaje, significa una señal. Y tu tarea durante esta crisis es averiguar cuál. ¿Eres feliz con la vida que tenías hasta que comenzó este lío? ¿Hay algo de ella que quieras modificar? ¿Quieres tomar un nuevo rumbo?

La situación actual es complicada para muchas personas porque las ha obligado a encarar una realidad a la que eluden habitualmente. Su vida transcurre en un incesante ir y venir, de la casa al trabajo, del trabajo a la casa, y solo por ratos están con su familia. Ahora, todo el tiempo están con esas otras personas y, aunque se antoje irónico, no es fácil llevar una conveniencia sana y feliz.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Los surfistas nos enseñan que la mejor actitud ante las dificultades es enfrentarlas y disfrutarlas.


Lo malo de las crisis no son los hechos en sí, sino las consecuencias que acarrean, la huella que dejan en nuestra vida, La clave para que esto no ocurra es asumirlas con mentalidad positiva, con la mente abierta, como una oportunidad que nos da la vida para ser mejores personas.


Entre esas cuatro paredes, 24/7, afloran las diferencias, resurgen los conflictos que estaban dormidos; nos invaden la incertidumbre, la ansiedad y la frustración. El miedo hace estragos y la mente se llena de pensamientos negativos que nos inducen a actuar en consecuencia. Entonces, actuamos desde el pánico, decidimos desde la inseguridad, y las consecuencias son nefastas.

El motivo por el que la mayoría de las veces las situaciones negativas o las crisis que aparecen en nuestro camino nos provocan dolor, nos dejan secuelas graves, es porque las enfrentamos desde lo negativo, es decir, reaccionando ante ellas. Y, por supuesto, es un error: debemos aprender a mirar lo positivo, a ver qué podemos aprender, debemos asumirla con una actitud proactiva.

La historia nos ha enseñado (aunque no todos han aprendido) que después de una crisis como esta los triunfadores, los que pueden sonreír, son aquellos que la enfrentaron con ánimo positivo, los que identificaron y aprovecharon sus enseñanzas, los que se enfocaron en sus fortalezas y usaron sus dones y talentos, su conocimiento, experiencia y pasión para sembrar una semilla.

Recuerda: cada día, todos los días, la vida nos envía cientos de mensajes, miles. De diversas formas, a través de distintos medios, pero solo prestamos atención a unos cuantos. Lo peor es que, por lo general, hacemos caso omiso de los que más nos impactan, de los positivos. Y la realidad nos exige ser conscientes, asumir nuestra responsabilidad, saber discernir.

Las circunstancias caóticas nos han superado a todos. El mundo no estaba preparado para medirse a una amenaza como esta. De hecho, el mundo no creía que este escenario fuera posible, en clara muestra de nuestro egocentrismo, de la tendencia a pensar solo en nosotros, en el yo. Y, vaya ironía, la epidemia nos obligó a pensar en el otro, a cuidar al otro, a detenernos y pensar un poco.

Es una oportunidad para identificar el propósito de tu vida, para redefinir tus prioridades, para ser agradecido con la vida por las bendiciones que te ha regalado y para darte cuenta de que a este mundo no vinimos a competir, sino a compartir. Y eso significa, entre otras cosas, que necesitamos del otro, que solo podremos superar las dificultades (esta y cualquier otra) si estamos unidos.

Fíjate lo curioso: hace solo unos días de casé con Catalina, la novia que tenía hace 22 años antes de venirme para los Estados Unidos, y hoy las circunstancias nos obliga a estar juntos de tiempo completo, junto con nuestros hijos. Es algo que valoramos y agradecemos y estamos en la tarea de aprovecharlo al máximo, de reencontrarnos, de conocernos, de apreciarnos los unos a los otros.

Te invito a que prestes atención a los mensajes que te envía la vida, para que abras tu mente y te des la oportunidad de crecer, de construir tu mejor versión, de ser una mejor persona. Guíate por lo positivo, por lo constructivo, por el amor a los tuyos, por lo que te apasiona y realmente te hace feliz. Enfócate en cómo puedes ser parte solución y en las oportunidades ocultas de la situación.

Lo más triste de esta incómoda situación sería que tan pronto termine este caos tu vida siga igual, que vuelvas al trabajo, a la vida de antes, como si nada hubiera ocurrido. Aprende de los surfistas: ellos esperan la ola más grande, la más temible, la más peligrosa, para mostrar sus habilidades. A pesar del riesgo, no las ven como enemigas, sino como oportunidades, y las disfrutan y las vencen.