Era el desfile que todos queríamos ver, el desfile en el que todas las modelos querían participar. Era una noche llena de magia, en la que cada espectador tenía licencia para dejar volar la imaginación tan alto como pudiera, y fantasear con esos ángeles de carne y hueso que eran el objeto del deseo de muchos. Este sueño, sin embargo, como tantos otros, terminó en pesadilla.

Justo en momentos en los que sus cotizadas modelos deberían empezar la preparación para el gran espectáculo que tradicionalmente se celebraba en el mes de noviembre, se anunció que el desfile conocido como Victoria’s Secret Fashion Show no se realizará. Más que una novedad, fue la confirmación de la decadencia de la marca, que supo reinar en el mundo del glamour y el lujo.

La historia de este icónico desfile comenzó por allá en 1996, cuando en el Hotel Plaza de Nueva York, en el mes de agosto, se realizó la primera edición. Una cita que, no sobra decirlo, causó gran revuelo y de inmediato llamó la atención de propios y extraños. En 1999 y 2000 se transmitió por internet, algo exótico y atrevido para una época en la que solo una minoría tenía acceso a la red.

En aquel momento, los esculturales cuerpos de sus modelos, jóvenes bellísimas de distintas nacionalidades, eran el sueño imposible de los hombres del planeta. Y sus diminutas, finas y lujosas piezas de lencería, mientras, hacían suspirar a todas las mujeres. En poco tiempo, el desfile se convirtió en una cita obligada en el mundo de la moda y captó la atención de los medios de comunicación.

Uno de los hitos de la historia del evento ocurrió en 2000, cuando a la delicada modelo alemana Heidi Klum se le permitió exhibir, por primera vez, el Havenly Star Bra, un brasier valorado en ¡12,5 millones de dólares! Un año más tarde, por primera vez, fue transmitido por televisión, a través de la cadena ABC. Llovieron las críticas, porque fue emitido en horario prime, familiar.

Más allá del espectáculo mediático de una noche, el desfile de Victoria’s Secret se convirtió en el semillero de las más hermosas y talentosas modelos del mundo. Ser parte del evento era el sueño dorado de muchas jovencitas en todo el planeta y solo unas cuantas podían cristalizarlo. Estar allí era tocar el cielo con las manos, graduarse como una supermodelo y, claro, firmar contratos multimillonarios.

Heidi Klum, Tyra Banks, Inés Rivero, Adriana Lima, Alessandra Ambrosio, Karolina Kurkova, Izabel Goulart, Miranda Kerr, Behati Prinloo, Lindsay Ellingston, Candice Swanepoel, Gisele Bundchen y Shanina Shaik, entre muchas otras, despertaron pasiones y arrebataron suspiros por doquier. El mundo las vio surgir, las vio crecer, las vio convertirse en estrellas e inmortalizarse como ángeles.

Cada edición del Victoria’s Secret Fashion Show era un espectáculo de fantasía lleno de lujo y grandes sorpresas. Un evento que, valga decirlo, podía competir de tú a tú con el Super Bowl, la gran final del fútbol americano, para muchos el mejor espectáculo de Estados Unidos. Por su pasarela no solo desfilaron bellísimas jóvenes, sino también grandes figuras internacionales.

Janet Jackson, Justin Timberlake, Ricky Martin, Spice Girls, Katy Perry, Maroon 5, Rihanna, Justin Bieber, Taylor Swift, Ariana Grande, Phil Collins, Serena Gomez y Lady Gaga, entre muchos otros, compartieron protagonismo y exacerbaron las emociones de millones de espectadores a lo largo y ancho del mundo. La verdad es que no era uno, sino varios desfiles de estrellas en el escenario.

Nueva York, Cannes (Francia), Los Ángeles, Miami, Londres (Inglaterra), París (Francia) y Shanghái (China) fueron las ciudades que acogieron el espectáculo. El de 2001, el primero transmitido por señal abierta, fue el de mayor índice de audiencia: fue visto por 12,4 millones de personas. Por primera vez, las modelos compartieron protagonismo con artistas: Mary J. Blige y Andrea Bocelli.

El de 2011, realizado apenas dos meses más tarde de los trágicos sucesos en las Torres Gemelas, fue el último con más de 10 millones de espectadores frente a la pantalla. Desde entonces, y sin que hubiera cómo torcer la tendencia, el nivel de audiencia cayó en picada. De hecho, el año pasado menos de 3,3 millones personas atendieron la invitación de los bellos ángeles.

¿Por qué el espectáculo perfecto cayó en desgracia? La razón es tan poderosa como penosa: los tiempos cambian, las audiencias cambian, los clientes cambian, pero las marcas son reacias a cambiar. Desde hace años, ciudadanos de todo el mundo expresaron su repudio al desfile, por considerarlo discriminatorio y por vender una imagen de la mujer como objeto sexual, principalmente.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Adriana Lima, icónica modelo de la marca, se retiró el año pasado, con algo de polémica.


Victoria’s Secret fue fundada en 1977 por Roy Raymond, como una tienda de lencería femenina diseñada para los hombres. Desde 1996, su desfile se convirtió en un espectáculo icónico y en el semillero de las más bellas supermodelos. Sin embargo, el modelo de negocio y el mensaje entraron en conflicto con las exigencias del mercado y ahora paga caro el precio de sus errores.


– Las lecciones agridulces de Victoria’s Secret


En tiempos en los que millones de jóvenes de todo el mundo sufren (y mueren) por culpa de la anorexia, las supermodelos de delgadez extrema eran consideradas una provocación. De hecho, varias de ellas renunciaron a su sueño de ser ángeles de Victoria’s Secret debido al estándar de belleza exigido por la marca. La famosa brasileña Gisele Bundchen fue una de ellas.

En los últimos tiempos, además, los responsables del espectáculo se negaron a incluir modelos trans y modelos de talla grande, un clamor del público. “El show es una fantasía, un especial de entretenimiento de 42 minutos y es único en su clase”, fue el argumento que los responsables de marketing de L. Brands, casa matriz de la marca, expusieron cuando se los confrontó.

La supermodelo brasileña Adriana Lima, uno de los íconos del desfile, renunció porque consideró que no valía la pena “quitarse la ropa por una causa vacía. «Estoy cansada de las imposiciones. Las mujeres, no deberíamos vivir en un mundo con tales valores superficiales. No es justo, pero más allá de la justicia, es insano física y mentalmente que la sociedad nos imponga cómo debemos ser», aseguró.

En momentos en los que el mundo clama a gritos por la diversidad y la inclusión, Victoria’s Secret está pagando el precio de ir contra la corriente, contra el deseo del mercado. Los clientes del siglo XXI exigen de las marcas un claro, decidido y honesto compromiso social y ambiental que la marca no fue capaz de ofrecer. Por eso, no solo su desfile, sino también sus ventas, cayeron en picada.

El gran éxito de Victoria’s Secret, a mediados de los 90, fue haber vendido el estereotipo de belleza que cualquier mujer quería encarnar. En aquella época, hasta las voluptuosas latinas fueron vistas con desprecio, porque solo había ojos para los ángeles. Con el paso de los años, sin embargo, ese mismo estereotipo fue el que condenó a la marca, que se negó a evolucionar.

Los responsables del desfile se empecinaron en enviar un mensaje que el mercado ya no quería escuchar y, peor aún, tercamente se negaron a aceptar las críticas, a corregir los errores y a ser inclusivos. Gruesos y repetidos errores dieron al traste con el sueño perfecto. A los ángeles de Victoria’s Secret les cortaron las alas y ya no pondrán a volar la imaginación y las fantasías.