La mayoría de las veces, una persona emprende un negocio, físico o digital, motivado por una buena idea, por su amplio conocimiento del tema, por la experiencia reunida en etapas anteriores de su vida laboral. Sin embargo, cuando se presentan las dificultades, a la vuelta de la esquina o en cualquier recodo del camino, se da cuenta de que esa motivación no es suficiente, que necesita algo más para seguir adelante. Y eso, sin duda, es la convicción.
Esta es una palabra con un significado muy rico y ofrece tres acepciones que se acomodan perfectamente al mundo de los negocios. La primera es la “Seguridad que tiene una persona de la verdad o certeza de lo que piensa o siente”. Si no estás seguro de que tu producto o servicio es bueno, de que va a solucionar un problema del mercado, jamás podrás dar el primer paso. No basta con sentirlo: hay que saberlo, sustentarlo racionalmente, probarlo.
La segunda es “Acción de convencer”. Es una de las tareas más importantes que debes realizar en tu negocio: convencer al mercado de que eres una persona confiable, de que tienes la solución perfecta para su problema, de que eres la mejor alternativa por la que puede optar. Nadie, léelo bien, nadie compra cuando no está convencido y, menos aún, cuando no confía en quien le vende. Cuando hay convicción por parte del prospecto, más fácil será la conversión.
Por último, la tercera: “Ideas religiosas, éticas o políticas en las que cree una persona”. Es un factor que juega por partida doble: por un lado, porque tú no puedes omitir ese tipo de convicciones de tu mercado, de tu nicho específico, o corres el riesgo de equivocarte; por otro, porque sirven como marco para que el mercado te identifique, sepa qué clase de persona eres, entienda cómo y con quién te identificas. Esas convicciones son un mensaje muy impactante.
La convicción, en suma, es una fuerza muy poderosa, más confiable y más duradera que la motivación. Es ese plus que te permite sacar fuerzas de donde no sabías que las tenías para enfrentar los retos, las dificulta- des más grandes. Sin convicción, lo que hagas, por más que te esfuerces al máximo, será en vano. Con convicción, no solo lograrás diferenciarte, sino que además tendrás una especie de halo protector, un seguro contra aquellos factores que a otros los lleva al fracaso.