Nos instruyen para el éxito y para la felicidad. Sin embargo, nos llevan por un camino en el que, por el contrario, abundan el fracaso y la tristeza. Por eso, justamente por eso, nos cuesta tanto cuando nos enfrentamos a alguna dificultad, cuando no conseguimos los objetivos trazados, cuando la vida nos muestra la otra cara de la moneda, la que no es agradable, la negativa.
Una de las realidades más duras de asimilar cuando tomas la decisión de convertirte en un emprendedor es aquella de que no estás preparado para fracasar. De hecho, tampoco te enseñan cómo gestionar los errores, que son muy frecuentes, y por esa razón corres el riesgo de ser tu principal enemigo. ¿De qué forma? A través de pensamientos negativos, tóxicos y destructivos.
Y, seguramente lo sabes, los seres humanos somos lo que pensamos. Nuestros pensamientos se convierten en decisiones y las decisiones se transforman en acciones. Después pagamos las consecuencias sin saber a ciencia cierta qué pasó o, peor todavía, nos autoflagelamos cuando nos damos cuenta de que somos los únicos responsables de lo que nos ocurrió. Esa es la verdad.
Por eso, precisamente por eso, nos cuesta tanto trabajo gestionar el fracaso. En cualquier actividad de la vida, pero especialmente en un emprendimiento. No somos muy dados a admitir que tomamos malas decisiones, que somos tercos, que nos encaprichamos o nos obsesionamos, que tendemos a creer que podemos hacerlo solos. Al final, sin embargo, la realidad nos desnuda.
Como sicólogo y emprendedor con más de 23 años de trayectoria, puedo decirte con autoridad que, si no aprendes a aceptar el fracaso y transformarlo en valioso aprendizaje, tus opciones reales de triunfar o de tener éxito son escasas. Porque, créeme, serán más las veces que te vas a equivocar que aquellas en las que acertarás. En especial, si eres alguien que apenas comienza.
Un concepto fundamental del marketing, que no pierde vigencia, es que para lograr tus metas, para alcanzar el éxito, necesitas contar con la compañía adecuada. Que se relaciona tanto con tu entorno íntimo (pareja, familia, amigos) como con tu equipo de trabajo y, de manera especial, con tu mentor. “Solo irás más rápido, pero acompañado llegarás lejos”, reza un proverbio chino.
No puede decirte con exactitud cuántos errores cometí, pero sí puedo afirmar con certeza que fue fruto de esos tropiezos, de esas caídas, que forjé mi mejor versión, que me convertí en la persona y en el emprendedor que soy hoy. ¿Cómo lo hice? Aprendí a gestionar el fracaso, a pasar la página y seguir adelante. Aprendí, sobre todo, a dejar de cargar el lastre de mis culpas y de mis excusas.
No se trata, como creen algunos, que debemos hacernos amigos del error, que debemos ser tolerantes con el error. Se trata, más bien, de aprender a extraer el aprendizaje que incorpora cada equivocación para convertirla en una fortaleza y, además, de ser tolerantes con nosotros mismos. Porque no habrá día en el que no nos equivoquemos, a veces mucho, a veces grave.
Tan grave, que sea necesario volver a comenzar. Que de ninguna manera significa comenzar de cero, como pregonan por ahí, porque ni siquiera cuando nacemos partimos de cero: traemos el aprendizaje de 9 meses en el vientre de nuestra madre, un cúmulo de experiencias que marcarán el rumbo de nuestra vida. No, nunca se comienza de cero, porque nunca estamos en un punto cero.
Veamos un ejemplo: sostienes una relación sentimental por dos años y la terminas. Después de un año, conoces a otra persona que llama tu atención y ves la posibilidad de un nuevo comienzo. Entonces, afloran esos recuerdos y esas emociones del pasado, las positivas y las negativas, la felices y las dolorosas, que te hacen dudar, que te ponen a pensar en si será conveniente.
El verdadero fracaso, el único fracaso, no es que no funcione una o varias veces, sino que seas incapaz de corregir los errores y te resignes a tirar la toalla y, por ende, a renunciar a tus sueños. Si aprendes de tus errores, siempre es posible volver a empezar y hacerlo mejor, hacerlo bien.
¿Ves? No comienzas de cero, porque hay experiencias, porque hay aprendizajes, porque hay un recuerdo consciente que se activa. Si decides darte una oportunidad con esta otra persona es seguro que intentarás no repetir los errores del pasado, intentarás ser más tolerante, intentarás que esta vez sí funcione y ofrecerás tu mejor predisposición. Y quizás aciertes y seas feliz.
De la misma manera, esta premisa se aplica al mundo de los negocios, a tu emprendimiento. Está bien errar, está bien fracasar, siempre y cuando obtengas el aprendizaje que incorporan estos sucesos y lo pongas en práctica la siguiente vez. Está bien, porque el error y el fracaso son parte de proceso, son alertas tempranas que te indican que vas por el camino equivocado, y te invitan a corregir.
El problema, porque siempre hay un problema, es que los seres humanos no somos muy dados a admitir que tomamos malas decisiones, que somos tercos, que nos encaprichamos o nos obsesionamos, que tendemos a creer que podemos hacerlo solos. Luego, cuando nos estrellamos con la realidad buscamos un resquicio por el cual podamos escapar y eludir la responsabilidad.
Y, entonces, ese error se convierte en un hábito: lo repetimos una y otra vez, inconscientemente. Hasta que llegamos a la conclusión inevitable: “Esto no es para mí”, “No sirvo para esto”, “Internet es una estafa” y otras tantas excusas fáciles. En el fondo, sin embargo, sabemos que somos los responsables de ese fracaso, cargamos con la culpa y solo queremos mirar para otro lado.
Esa, sin embargo, no es la actitud adecuada. Lo que debes hacer es aceptar el error, identificar el aprendizaje que te dejó esa experiencia y probar de nuevo. Entiende, por favor, que no hay fórmulas mágicas, ni libretos perfectos, así que no hay más remedio que volver a empezar. Además, cuentas con la experiencia de otras personas que pasaron por lo mismo y lo superaron.
Cuando vuelves a empezar después de un fracaso lo imprescindible es que tengan un plan. Sí, que establezcas unos objetivos (tres o cinco a lo sumo) y una metas intermedias que te permitan medir el avance y, sobre todo, el cumplimiento de lo previsto. Eventualmente, habrá que corregir, lo cual hará del proceso algo más lento. Sin embargo, recuerda que es una maratón, no un esprint de velocidad.
Debes armarte de paciencia, porque el error más común y costoso es tratar de acelerar el proceso, de conseguir resultados antes de tiempo. Es como cuando pones en el horno un delicioso pavo relleno que será la cena del Día de Acción de Gracias, pero la ansiedad te gana: ¿resultado? Queda crudo y nadie lo querrá comer así. Esa inolvidable celebración que soñabas se echó a perder.
Hay una frase que dibuja esta situación a la perfección: queremos comenzar la casa por el tejado, cuando lo primero y lo más importante es sentar una buenos cimientos. Luego, la obra irá tomando forma, lentamente, hasta convertirse en esa vivienda que te hacía tanta ilusión. Por supuesto, debes entender también que es necesario seguir aprendiendo, seguir invirtiendo.
Comenzar de nuevo se trata, básicamente, de no repetir los errores del pasado y de aprovechar el aprendizaje que nos brindan esas experiencias. Se trata, fundamentalmente, de tomar mejores decisiones, de ser pacientes y perseverantes, de creer en ti y en lo que haces. No te olvides de rodearte bien y, al tiempo, de alejarte de quienes son tóxicos, de quienes son un obstáculo.
Mi consejo más poderoso es que te aferres a lo básico del marketing: definir tu mensaje, tener una propuesta única de valor irrechazable, establecer los medios a través de los cuales transmitirás tu mensaje y delimitar el mercado al que vas a ofrecer tu producto o servicio. Crea un plan de acción y una estrategia que te permita avanzar paso a paso hasta llegar al punto que deseas alcanzar.
Te equivocarás, una y otra vez, y enfrentarás obstáculos de toda índole. Sin embargo, si eso es en verdad lo que te apasiona, si está alineado con tus principios y valores y también con tu propósito de vida, finalmente triunfarás. Aunque hoy no haya sido un día bueno, el día que esperaba, mañana hay una nueva oportunidad para comenzar de nuevo y lograr todo lo que te propones.
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