El marketing es un híbrido que a veces, o para algunas personas, no es fácil de entender. Debes contar con tu pasado (conocimiento, experiencias, aprendizaje, errores), pero enfocado en el presente, en el hoy. Y, sin que provoque una ansiedad innecesaria, necesitas proyectar el futuro, establecer estrategias a corto, mediano y largo plazo. Es, en esencia, un viaje en el tiempo.

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Parece una locura, pero no lo es. De hecho, es la razón por la cual muchas empresas, incluidas las grandes, y no pocos emprendedores fracasan en su intento por alcanzar el éxito. Si te quedas en el pasado, nunca serás una buena opción para el mercado y menos en estos tiempos en los que todo cambia con rapidez. Y transportarte al futuro supone un riesgo mayúsculo: perder la perspectiva.

Como te menciono, es un constante viaje en el tiempo. La realidad nos obliga a estar en el presente para poder atender las necesidades de nuestros clientes, que finalmente es la razón de ser de nuestro negocio, el propósito de nuestra vida. Sin embargo, el futuro siempre está latente, porque las estrategias del marketing, como un buen plato de arroz, se cocina a fuego lento.

La impaciencia (o la falta de paciencia, como lo quieras ver) es una de las más habituales fuentes de inconvenientes para los emprendedores, grandes, medianos o pequeños. Hay varios motivos: el ser humano, por hábitos adquiridos y por el ejemplo de su entorno cercano, quiere todo para ya, de inmediato. Son creencias limitantes que cultivamos a diario y que en los negocios nos enredan.

¿Por qué? Porque salvo que tengas un golpe de suerte, que es posible, pero muy poco probable, no obtendrás resultados de la noche a la mañana. Es como ganarse la lotería: es posible, pero muy poco probable. Sin embargo, eso no es marketing. El marketing es como cuando te sientas en la playa, con una cerveza fría o una piña colada, a contemplar el atardecer: la experiencia surge de la paciencia.

¿Entiendes? Por más ansiedad que tengas, por más afán que tengas, no puedes acelerar el ritmo al que el sol se oculta en el horizonte, no puedes acelerar la aparición de las estrellas en el firmamento. Cada proceso tiene su tiempo y eso no depende de ti, sino de la naturaleza, que es sabia. Es una premisa que, si la aprendemos y la aplicamos en el marketing, obtendríamos mejores resultados.

El problema es que nos cuesta trabajo entenderlo y aceptarlo. Solo la fuerza de los hechos, el dolor provocado por los errores y las pérdidas, nos permiten abrir los ojos. Lo malo es que quizás ya es tarde, quizás ya perdimos los clientes, quizás dejamos de ser una opción para el mercado, quizás malgastamos nuestros recursos, herramientas y recursos, quizás desaprovechamos el tiempo.

Y el tiempo, seguramente lo sabes, es lo único que no podemos recuperar. Recuerda: el pasado ya fue, está lejos de tu control, no lo puedes cambiar; lo único que puedes hacer es aprovechar lo que te enseñó y soltarlo, dejarlo ir. El futuro todavía no llegó y, aunque es el punto de mira que no podemos pasar por alto, tampoco debe obsesionarnos porque eso nos distrae de lo importante.

¿Y qué es lo importante? El presente. El problema con el presente es que lo convertimos en una presión, generalmente indebida. ¿Cómo? Queremos resultados inmediatos, como por arte de magia. Y eso no es posible en el marketing. El cortoplacismo es uno de los hábitos más tóxicos y, por ende, peligrosos para quienes hacemos negocios. ¡Es imprescindible hacerle el quiebre!

La ansiedad por obtener resultados rápidos nos induce al error y a forzar el proceso. ¿Y sabes cuál es el resultado de eso? Que el arroz queda crudo, no se cocina bien y, por supuesto, sabe mal. No lo olvides: el buen marketing, como el arroz, se cocina a fuego lento. Con paciencia, con método, con mediciones permanentes, con remarketing, con upsells y downsells, aportando valor.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Si evitas la tentación del cortoplacismo, puedes preparar para tus clientes un delicioso platillo a fuego lento.


El afán por conseguir resultados es un vicio que, debes saberlo, puede estropear tus estrategias y dar al traste con tu negocio. El marketing efectivo, como un buen plato de arroz o el pavo del Día de Acción de Gracias, se cocina a fuego lento. Evita caer en la riesgosa tentación del cortoplacismo.


Entonces, una de las habilidades que los emprendedores debemos desarrollar y cultivar es la de la paciencia. Y, con ella, preparar el antídoto contra el cortoplacismo que, finalmente, no es más que un vicio. De hecho, puedo decírtelo por experiencia, se trata de un atajo lleno de riesgos y peligros que solo te conducen a esas arenas movedizas en las que tu negocio se hunde lenta, pero irremediablemente.

Estos son algunos antídotos que puedes (o debes) utilizar:

1.- Planificar. Es obvio, ¿cierto? Sin embargo, lo obvio es lo que solemos omitir con mayor frecuencia. Al planificar tienes el mapa detallado de cómo se va a dar la línea del tiempo de tus estrategias. Planificar te proporciona control y, sobre todo, una idea real de lo que puedes alcanzar a corto, mediano y largo plazo. La planificación es la base de éxito en el marketing.

2.- Conocimiento. El cortoplacismo es primo hermano de la ignorancia. Cuando carecemos del conocimiento adecuado, queremos todo rápido o, en su defecto, creemos en milagros y magia. Y, ya lo sabes, eso no es marketing. Cultiva tu conocimiento, adquiere nuevas competencias y habilidades de tantas formas como sea posible. Así, reforzarás tu paciencia.

3.- Mide (y vuelve a medir). Las métricas son el remedio más efectivo contra la ansiedad y el cortoplacismo. Cuando planificas, ejecutas y luego mides, sabes en tiempo real qué ocurre en tu negocio. Puedes corregir, suprimir o, complementar lo que sea necesario y continuar. Medir te brinda información invaluable y, ya lo sabes, el que tiene la información también tiene el poder.

4.- Diversifica. No pongas todos los huevos en la misma canasta. Cuando tienes un solo producto, es inevitable sentir ansiedad, es imposible evitar la tentación del cortoplacismo. Aprovecha tu conocimiento, tus dones y talentos y diseña varios productos o servicios que ayuden a tus clientes, al mercado. Así, no solo estarás entretenido y ocupado, sino que también minimizarás los riesgos.

5.- Apuesta por aportar valor. Si solo piensas en los resultados, especialmente en el dinero, y no te concentras en el proceso, que es lo importante, más temprano que tarde vas a perder a tu cliente. ¿Por qué? Porque si solo te interesa el resultado y este no llega, entonces, ¿qué le das? En cambio, si le aportas valor continuado, de tantas formas como sea posible, el resultado ser una consecuencia.

El marketing, amigo mío, es como una película de ciencia ficción. Te devuelve al pasado, te lleva al futuro, pero tiene sustento en el hoy, en el presente. Y, lo más importante, como el arroz o como el pavo del Día de Acción de Gracias, se cocina a fuego lento, muy lento. Cuando aprendas esto, te darás cuenta de que, como por arte de magia, el tiempo comienza a volar y los resultados se dan.