No soy fan de las artes marciales, nunca las practiqué. Sin embargo, no puedo desconocer que son muy populares y que encierran una gran tradición. Por si no lo sabías, sus raíces más profundas se remontan a la prehistoria. Comenzaron como técnicas de combate primitivas y no dejan de evolucionar. Hoy son parte de la cultura en todo el mundo.

La clara muestra de ello es que prácticamente todos sabemos quién era Bruce Lee. Sí, el actor californiano al que los expertos y los medios de comunicación consideran el artista marcial más influyente de la historia. Fue también un ícono de la cultura pop del siglo XX y, sin duda, uno de los actores más reconocidos de las películas de acción. También escribió libros.

Su inicio en las artes marciales se dio por algo casual, durante la adolescencia, en Hong Kong. Un día, camino de regreso a casa desde el colegio, fue abordado por un grupo de jóvenes lo agredió. ¡Le dieron una paliza! Su padre, entonces, le enseñó taichí chuan, tanto para que se defendiera como para que se apartara del camino de la violencia.

Fue el comienzo de un largo camino por una variedad de artes marciales hasta convertirse en un verdadero maestro. Los serios problemas en los que se involucraba con frecuencia lo llevaron a regresar a EE. UU., donde se reunió con sus dos hermanos mayores. Estudió filosofía y creó su primera academia de enseñanza, en Seattle. Se presentaba como Jun Fan.

El punto bisagra se dio en 1966. William Dozier, producto cinematográfico, lo eligió para un rol secundario en la serie de televisión El avispón verde. Representaba a Kato, un maestro de las artes marciales y leal compañero del protagonista, un superhéroe enmascarado. Fue tal el éxito, que eclipsó al personaje principal. Estuvo allí durante un año.

El siguiente paso fue incursionar en la pantalla grande, en Hollywood. Comenzó con papeles pequeños, de poca importancia, hasta que firmó con la productora china Golden Harvest. A partir de entonces, se convirtió en una gran estrella de las películas que iban de aquí para allá por todo el mundo. Falleció el 20 de julio de 1973, con tan solo 32 años.

Desde entonces, las nuevas generaciones lo conocieron y disfrutaron su legado a través de las películas. Hoy, más de 50 años después de su muerte, es una leyenda viviente. Lo irónico es que, cuando se creía que lo sabíamos todo sobre Bruce Lee, una entrevista inédita publicada en 2007 nos reveló una faceta distinta. Este artículo se basa en ella.

Fue la última entrevista que concedió y, como si intuyera que el final estaba cerca, hizo una reflexión muy poderosa. ¿Acerca de qué? De la importancia que tiene el concepto de adaptabilidad, al que atribuyó su éxito en la vida. Una filosofía que resumió en una frase: “Be water, my friend” (“sé como el agua, mi amigo”), y que se sintetiza en estos 7 puntos:

1.- Lo natural es el cambio.
Lee insistía en la importancia de entender que nada permanece igual o, como decimos en Colombia, “nada es eterno en el mundo”. De hecho, la esencia de la vida misma es el movimiento constante, la dinámica del cambio. El sufrimiento, decía Lee, surge cuando nos resistimos a esa realidad, cuando somos reacios a cambiar o a dejar ir lo que se fue.

La percepción de que “la vida sigue igual” (como decía la canción de Sandro), está solo en nuestra mente. Es una traviesa creación. Mañana, nada ni nadie es igual a como fue hoy y hoy somos distintos a lo que éramos ayer. Esa es la esencia de la vida. Entenderlo y, sobre todo, aceptarlo, te ahorrará problemas y te permitirá enfocar tus energías en lo importante.

2.- No importan las creencias, sino la realidad.
Concebimos, y damos por cierto, eso de “somos lo que pensamos y en lo que creemos”, pero es una idea equivocada. ¿Por qué? Porque lo único que existe, que es irrefutable, es la realidad. Pensamos que esta debe responder a nuestras creencias, cuando en verdad es al contrario. Desconocer la realidad es el primer paso para desconectarte de ella.

Según Lee, para no entrar en conflicto con la realidad, para no caer en la trampa de negarla, disponemos de una herramienta poderosa. ¿Sabes cuál es? La humildad. Sí, esa escasa virtud que nos enseña que somos un parte minúscula de algo muy grande, que es el universo. Y que, también, nos enseña que no podemos asumir la realidad como algo objetivo.

3.- La destrucción es también una creación.
Nada es eterno, ni siquiera la vida misma. Por eso, nuestro paso por este mundo está marcado por las pérdidas constantes. Personas, oportunidades, ciclos, en fin. Se supone que lo sabemos, pero cada vez que debemos desprendernos de algo que ya no es nos cuesta demasiado. Esta actitud es, sin duda, la principal fuente de sufrimiento y dolor.

Cuando algo se acaba o es destruido, es señal inequívoca de que algo más comienza. No hay que hacer dramas porque algo terminó, aunque ese final haya sido complicado. Es una visión de la vida que deberíamos aplicar en todo (afectos, hábitos, situaciones), para poder disfrutar lo que la vida nos concede cada día. De hecho, tras cada día que termina, llega uno nuevo.

4.- No estamos solos en el proceso de cambio.
Los seres humanos, todos, por esencia, fuimos creados en función del otro. Aunque a este mundo llegamos solos, en nuestro tránsito siempre estamos acompañados por quienes la vida ha elegido para ayudarnos a crecer, a evolucionar. Nadie llega a nuestra vida fruto de la casualidad: hay causalidad, un motivo, un propósito, y nuestro deber es descubrirlo.

Según Lee, un cambio individual impacta en lo colectivo y, además, significa un aporte para el mundo. Cuando el entorno se transforma (algo que vivimos a diario en esta era de la tecnología), el individuo también lo hace. No estamos desconectados de los otros, de lo que nos rodea. Nos necesitamos mutuamente, o de lo contrario nos quedamos estancados.

5.- Lo único que existe es el presente en movimiento.
Cuánto bien nos haría entender y aceptar esto. Sin embargo, vivimos atados al pasado, que ya fue y no lo podemos modificar, e ilusionados con un mañana que no sabemos si va a llegar (o si vamos a ser parte de él). De acuerdo con Lee, somos fruto de lo que hicimos ayer y mañana vamos a ser producto de lo que hagamos hoy. Esa es la realidad de la vida.

Además, recalcó la importancia de entender que no hay un futuro posible si el presente no está afianzado y se deja fluir. Es un llamado a concentrarnos en el hoy, a aprovechar esa oportunidad del aquí y del ahora que nos permite escapar de la trampa del incierto futuro. Lee afirmaba que la clave de la felicidad es aceptar que el hoy es lo único verdadero y valioso.

6.- No hay esencias, ni realidades fijas.
En Occidente, resaltaba Lee, somos muy dados a  creer que la vida está compuesta por un sinfín de elementos fijos que son inmutables. Según él, nos aferramos a esa idea porque nos proporciona seguridad en medio de la incertidumbre. Es la razón por la que pensamos que la realidad es estática, por la que nos cuesta aceptar los pequeños cambios de la vida.

De acuerdo con la filosofía de Lee, no hay realidades fijas. Una persona tímida es así no por esencia, sino porque vive una etapa específica. Y, en otras circunstancias, quizás se muestre abierta. Son “prisiones intelectuales” que están basadas en categorías rígidas que hemos aprendido, pero no son reales. Como dice la canción, “cambia, todo cambia”.

7.- No intentes controlar, deja fluir.
El punto de partida de la mayoría de los males que aquejan al ser humano es la obsesión por controlarlo todo. ¿El resultado? La permanente frustración. Nos cuesta aceptar que, querámoslo o no, todo es como debe ser. Para disfrutar la vida, entonces, según Lee debemos fluir, como el agua, así como adaptarnos al entorno, a las situaciones.

En la práctica, eso significa aceptarnos tal y como somos y, sobre todo, actuar con autenticidad y sencillez. Esta, por si no lo sabías, es una de las máximas del taoísmo, una corriente de pensamiento originada en la antigua China que Lee promovió. Cuanta menos resistencia ofrezcamos, mayor será el disfrute de las bendiciones que la vida nos regala.

Como ves, detrás de ese maestro de las artes marciales, un actor icónico e inolvidable, una leyenda viviente, hay mucho más. Hay un legado valioso que nos enseña a enfrentar la vida con humildad y sencillez y, también, a aceptar y aprovechar lo que recibimos. Se trata, por supuesto, de una verdad que se aplica a todo en la vida, incluido tu emprendimiento.

Recuerda que al menos el 95 % de tus resultados, buenos o malos, positivos o negativos, éxito o fracaso, depende de tu mentalidad. Puedes saber mucho, hacer mucho, pero es tu mente la que determina qué obtienes. Sé como el agua, mi amigo, deja que la vida fluya y evita resistirlas situaciones, aunque resulten incómodas, aunque no te agraden.


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