La idea de ser exitosos es algo que nos obsesiona a todos los seres humanos, sin excepción. Es fruto, en parte, de la educación que recibimos según la cual la vida es una competencia y nuestra tarea es ser mejores que otros, que los demás. También, porque hemos incorporado una idea errada de lo que es en realidad el éxito y, por eso, lo asumimos como el objetivo de la vida.
El problema, porque siempre hay un problema, es que llega un momento en el que abrimos los ojos y nos damos cuenta de que ese éxito no es tal. Comencé a hacer negocios por internet desde hace más de veinte años y al poco tiempo era el número uno del mercado, una posición que, gracias a mis clientes, gracias a ti, ostento todavía. Un proceso en el que aprendí sobre el éxito.
Llegué a la cima con una frase grabada en mi mente: “Lo importante no es llegar a la cima, sino mantenerse en ella”. Sin embargo, en algún momento me di cuenta de que esta premisa no es cierta, no al menos de la manera que la concebimos. Hay más cimas, más altas, más retadoras, más apasionantes y, entonces, me dediqué a tratar de escalarlas, de conocer otra clase de éxito.
Una de las lecciones más poderosas que aprendí en ese camino fue aquella de que ningún éxito es definitivo. Es como cuando un deportista gana, por ejemplo, un torneo muy importante o un título mundial. Al día siguiente, la vida sigue, hay nuevos retos, nuevos sueños, nuevas ilusiones. Y, si no quieres desperdiciarlos, debes poner los pies en la tierra y volver a comenzar con otro proceso.
Porque, y esto aplica tanto para la vida como para los negocios, salvo por el aprendizaje que nos deja, lo que hicimos ayer quedó atrás. Es decir, no podemos dormirnos en los laureles, porque la vida nos pone a prueba a cada momento, de diversas formas. Aunque hayamos alcanzado el éxito, aunque hayamos estado por largo rato en la cima, aunque seamos reconocidos, la vida continúa.
Te invito a esta reflexión porque en estos días vi en internet una noticia acerca de una se las series de televisión que, si tienes más de 40 años, seguramente fue una de tus preferidas cuando eras un niño o un adolescente. Me refiero a Superagente 86, la del torpe Maxwell Smart y la simpática Agente 99, cuyo nombre de pila jamás conocimos. Se emitió entre septiembre de 1965 y mayo de 1970.
La genialidad de los creadores de la serie, Mel Brooks y Buck Henry, y buena parte del éxito radicó en que eran tiempos de la Guerra Fría. Ese, por si no lo recuerdas, fue el enfrentamiento político y económico, principalmente, entre Estados Unidos y la extinta URSS, que se generó tras finalizar la Segunda Guerra Mundial. El duelo entre el mundo capitalista y el comunista duró hasta 1991.
Los años 60 fueron especialmente críticos, sazonados también por la Guerra de Vietnam, y había un juego soterrado de espionaje y traición. Eran épocas en las que el gran James Bond y el muy divertido inspector Clouseau, aquel de La Pantera Rosa, hacían de las delicias en la pantalla chica. Y fue precisamente inspirados en estos dos personajes que se creó el Superagente 86.
El Superagente 86 era una parodia múltiple: de Bond y Clouseau, de la Guerra Fría y, en especial, de la cantidad de “comedias sensibles” que se habían adueñado del horario de mayor audiencia. “Estaba asqueado y quería hacer era una comedia absurda que hablara de algo que no fuera una familia. Y nadie había hecho jamás un programa centrado en un idiota, así que yo decidí ser el primero”, dijo Brooks.
En ese contexto, Maxwell Smart, interpretado por Don Adams, era un torpe agente secreto que siempre estaba a punto de echar a perder sus misiones por sus ocurrencias. Lo acompañaba la Agente 99, a la que le dio vida Barbara Felton. Ambos hacían parte de Control, una parodia de la CIA, y tenían como misión evitar que Kaos, “la organización internacional del mal”, reinara en el mundo.
Los libretos eran bastante sencillos (uno de los éxitos) y apelaban al humor (otro gran acierto). Durante los cinco años que duró la serie, en innumerables ocasiones salvó al planeta del peligro del comunismo. También se burló de famosas como Casablanca, El fugitivo, Bonnie y Clyde, Goldfinger, Ironside, Agente 007 contra el Dr. No y Los Vengadores, la versión británica de las series de espionaje.
‘Superagente 86’ fue una exitosa serie humorística de la que se emitieron 138 capítulos en cinco temporadas, a finales de los años 60. Se burlaba de la Guerra Fría y del espionaje y con una trama sencilla atrapó al público. Sin embargo, cuando estaba en la cima se embriagó de éxito.
Antes de salir al aire, sin embargo, la serie tuvo que superar algunos inconvenientes. La cadena ABC, que originalmente había solicitado el proyecto, lo archivó después de que los escritores se negaron a realizar todos los cambios que se exigían. Pudo quedar inédita, pero por fortuna apareció NBC, a la que le gustó el piloto y, además, de carambola, hizo un aporte genial.
¿Sabes cuál fue? En la mente de Brooks y Henry el protagonista era el actor Tom Poston, de un corte más serio y con carrera en el cine, pero la cadena exigió que fuera Adams, para quien, justamente, estaban buscando un proyecto. Lo cierto es que con Adams los productores conformaron un excelente equipo y realizaron un trabajo que, de inmediato, fue exitoso.
El concurso de la Agente 99 tampoco fue fácil. Ella era una actriz y modelo de comerciales con algún reconocimiento y, en un comienzo, no quiso atarse al proyecto, quizás porque no confiaba en que tuviera éxito. Firmó por solo cuatro capítulos, suficientes para darse cuenta de que le había encantado a la audiencia y extender el vínculo. El suyo fue un personaje crucial en las historias.
Además del humor y de las peripecias producto de la torpeza del Superagente 86, esta serie fue muy famosa por los juguetes tecnológicos que incorporó. El más famoso de todos, el zapatófono, un zapato que se convertía en teléfono de disco o en pistola, cuando marcada el número 117. También había micrófonos escondidos en corbatas, relojes, pañuelos y hasta en un sándwich.
A Latinoamérica, como era costumbre en aquellos tiempos, la serie llegó mucho después de haber desaparecido de las pantallas de los televisores de Estados Unidos, por allá en los años 80. Sin embargo, recuerdo que era una cita obligada con mis primos y mis amigos, y nos divertíamos mucho. A pesar de estar originada en una temática adulta, era apta para todos los públicos.
El éxito fue rotundo. Adams fue premiado como Mejor Actor con varios premios Emmy, a Henry le otorgaron el de Mejor Guionista y la serie recibió el de Mejor Comedia. Se crearon cómics y novelas del Superagente 86 y los niños querían crecer rápido para ser como Maxwell Smart. Sin embargo, el éxito fue efímero: al comienzo de la cuarta temporada, en 1968, comenzó el declive.
Brooks se había alejado del equipo de trabajo al cabo del primer año, para dedicarse al cine y luego Henry siguió el mismo camino. Sin ellos, la serie perdió su rumbo, se tornó monótona, dejó de ser graciosa y comenzaron a escucharse críticas. En medio del desespero, los responsables de los libretos en aquel momento tomaron una decisión que, a la postre, significó el punto final.
¿Cuál fue? Casar a sus dos protagonistas, al Superagente 86 y la Agente 99. Este inesperado e irónico giro no produjo el efecto esperado y, peor aún, acabó de enterrar la serie. Aunque en el panorama apareció la cadena CBS para rescatarla, el intento no funcionó. En la quinta temporada, la serie se transformó justamente en lo que Brooks quería combatir en el comienzo: otra comedia familiar.
De esa forma, Superagente 86 perdió su identidad y, en consecuencia, la conexión con los millones de seguidores que tenía en los hogares estadounidenses. Así, el 15 de mayo de 1970, luego de que se emitieran 138 capítulos, cayó el telón. Aunque la popularidad se mantuvo por muchos años más en otros países, a los que llegó paulatinamente, quedó solo como un grato y divertido recuerdo.
Tristemente, así mismo, el éxito de la serie marcó para siempre a los protagonistas, que nunca pudieron superar a estos personajes. Adams, por ejemplo, solo volvió a triunfar tras bambalinas, como la voz del Inspector Gadget, una serie de dibujos animados. La serie tuvo algunos remakes y hasta una versión de cine (2008), pero ninguna alcanzó el nivel de éxito de la original.
En YouTube es posible encontrar algunos fragmentos de los capítulos, que siguen siendo divertidos y que, a quienes disfrutamos de las emociones del Superagente 86 en nuestra niñez o adolescencia, nos transportan al pasado. Hoy solo nos queda la nostalgia y las enseñanzas de un producto que alcanzó el punto más alto, marcó una época y después se embriagó con su éxito.
Hagas lo que hagas, disfruta el éxito mientras dura, porque este no es eterno. No lo es porque no se trata del final del camino, sino de una escala, de algo temporal. A la mañana siguiente, la vida sigue, hay nuevos retos, nuevos sueños, nuevas ilusiones. Esta es una lección que todos debemos aprender porque nos ayuda a entender que cada día es un nuevo comienzo, una nueva historia.
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La serie no solo se burlaba de otras series de espionaje sino también de la política norteamericana. Como cuando el Jefe le cuenta a Max que un agente de CONTROL después de haber sido capturado y torturado por KAOS había quedado física y psiquicamente inútil, sin ninguna capacidad de raciocinio, y por esto fue dado de baja como espía. ¿A que se dedica ahora, Jefe? le pregunta Max. Es senador, responde el Jefe.
Alvaro te saludo con mucho afecto y te doy las gracias por esta fabulosa analogía que haces de esta serie del Superagente 86 con el Éxito. Que éste no es eterno, es efímero y que después de un logro, tenemos que seguir trabajando como si fuera el primer día, para seguir manteniendo el resultado o en busca de nuevos retos.
Excelente artículo.
Muy agradecido por esos detalles tan importantes sobre una de mis series favoritas de todos los tiempos. Sólo quisiera añadir que aquí en Venezuela tuvimos la gran suerte de poder verla durante los primeros años de la década de 1970 por Venevisión, en horario matutino dominical. Gracias eternas, Alvaro, por ese gran aporte. Saludos desde Maracay.