La vida, nos guste o no, es un constante volver a comenzar. Experimentamos transiciones todo el tiempo, aunque muchas veces, quizás por la costumbre, pasan desapercibidas. Otras, en cambio, significan un antes y un después, un nuevo comienzo. ¿Por ejemplo? El paso de la niñez a la adolescencia, del colegio a la universidad, de la soltería al matrimonio, en fin…

Hay otras, mientras, que asumimos con mayor normalidad: el cambio de lugar de residencia, de trabajo, la conclusión de un objetivo como aprender un segundo idioma y muchas más. Sí, estamos todo el tiempo en transición y es natural porque, seguro lo sabes, la dinámica de la vida es el cambio, la evolución. Sin embargo, en la práctica no es tan fácil como parece.

¿Por qué? Porque cerrar etapas y comenzar nuevos ciclos debería ser algo natural, pero no lo es. De hecho, la mayoría de la veces es un evento traumático que no solo nos llena de resentimiento, sino que nos deja una cicatriz dolorosa. O, dicho de otra forma, un dolor que cargamos por largo tiempo y que se convierte en un obstáculo que nos impide avanzar.

Una de las razones es el apego: nos cuesta mucho soltar. Bien sea relaciones, trabajos, lugares, hábitos o creencias. El problema, porque siempre hay un problema, es que a las buenas o a las malas debemos aprender a hacerlo porque, de lo contrario, acumularemos frustración tras frustración y la vida se convertirá en algo insoportable. Aprendemos o sufriremos lo indecible.

Si bien la de soltar es una habilidad que requerimos para cualquier actividad en la vida, si eres un emprendedor, aún más. ¿Por qué? Porque los emprendedores, sin importar a qué te dedicas o si tu emprendimiento está dentro o fuera de internet, estamos más expuestos que otros seres humanos a los riesgos que implica no saber soltar, no superar las etapas.

Es algo que he visto cientos de veces a lo largo de mi trayectoria y, te lo confieso, lo he padecido también. Muchas veces, porque nos enamoramos del producto o servicio que le ofrecemos al mercado, nos convencemos de que es perfecto y asumimos que todo el mundo lo va a comprar. A la postre, sin embargo, no sucede, no vendemos y terminamos frustrados.

Un dolor que, en condiciones normales, no debería durar más de unos pocos días. La realidad, no obstante, es que no es así: esa frustración se convierte en una pesada carga. Dado que no sabemos cerrar ciclos, que nos cuesta superar etapas, nos frenamos, nos estancamos. Y lo peor, ¿sabes qué es lo peor? Que nos concentramos en ese hecho, que absorbe nuestra energía.

Uno de los motivos por los que esto sucede es porque no podemos digerir que ese ciclo se terminó. Quizás no era lo que deseábamos, quizás nos dolió que los resultados no fueron los que esperábamos, quizás nos cuesta asumir que cometimos algún error. El origen del problema es que nos enfocamos en lo negativo y en lo que ya no podemos cambiar.

Otra razón frecuente son las expectativas, las benditas expectativas. Cuando iniciamos un proyecto o lanzamos un producto o servicio lo hacemos cargados de ilusión. Soñamos con la posibilidad de transformar vidas, imaginamos que vamos a vender cientos de miles de dólares y dejamos que la imaginación vuele: comenzamos a disfrutar de un logro que todavía no se dio.

Por eso, justamente por eso, el impacto del resultado negativo nos afecta tanto. Porque no es solo un proyecto que salió mal o un producto que no se vendió. Es, también, un golpe al ego, una afrenta al orgullo, una dolorosa cicatriz en tu hoja de vida. Y cuando dejamos que nuestras traviesas y caprichosas amigas las emociones entren al juego, tenemos todas las de perder.


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La vida es un viaje que no se detiene. Aprender a cerrar ciclos y seguir adelante es una necesidad.


Cerrar ciclos y seguir adelante, sin remordimientos y sin dolor, no es fácil. De hecho, es la razón por la cual muchas personas se estancan y se pierden lo bueno que la vida tiene reservado para ellas. Si eres emprendedor, esta es una habilidad que sí o sí debes adquirir.


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¿Por qué? Porque las emociones son volátiles y hacen que nos enfoquemos en lo superficial, en lo momentáneo. En otras palabras, impiden que veamos lo positivo, poco o mucho, de esa experiencia que no resultó como esperábamos. Y déjame decirte que inclusive el peor de los fracasos, la más dolorosa de las derrotas, incorpora algo positivo, implica un aprendizaje.

Que, por supuesto, es muy valioso y, sobre todo, necesario para el futuro. Porque, si no aprendes de tus errores, quizás lo sabes, quizás lo has vivido, estás condenado a repetirlos. Y cada vez que esto sucede el dolor será mayor, igual que el resentimiento. Y con el tiempo, además, esos errores repetidos se transformarán en terribles miedos que nos paralizarán.

El peligro de no aprender a superar etapas, a cerrar ciclos, es que corremos el riesgo de caer en un espiral sin fin o de quedar atrapados en un círculo vicioso, como lo prefieras. Sucede porque asociamos la idea de cerrar ciclos al concepto de pérdida o de fracaso, y nada más alejado de la realidad. Recuerda: es algo natural del proceso de la vida, de la evolución.

Veámoslo de la siguiente manera: si te niegas a dejar atrás la etapa de la niñez, si no maduras, en la adolescencia y la adultez lo vas a pagar caro. Si no te desapegas de esa persona con la que tuviste una relación sentimental, más adelante te resultará difícil establecer vínculos nuevos o, lo peor, no los disfrutarás. Si no cierras etapas, no podrás volver a volar alto.

Estas son algunas claves que te ayudarán a aprender a cerrar ciclos y comenzar nuevas etapas sin cargas, ni remordimientos:

1.- El pasado, pisado.
Lo que fue, fue. Ya no puedes cambiarlo. Deja atrás lo que está en el pasado: ese es su lugar. Enfócate en el presente, que es lo único que tienes, lo mejor de lo que dispones, y trabaja para evitar que esa situación o resultado que te molesta o te duele se repita. Valora y agradece el pasado por cuanto te enseñó, pero déjalo atrás o terminarás atrapado en sus redes.

2.- Analiza y aprender.
Nada sucede por coincidencia, todo es una consecuencia. Si algo no salió como lo esperabas, si eso que parecía tan bueno terminó de mala forma, fue porque algo sucedió, porque hubo errores graves. Identifícalos, asume tus responsabilidades, extrae el aprendizaje que incorpora esa experiencia, CIERRA EL CICLO y sigue adelante. Evolución es la ley de la vida, no lo olvides.

3.- Valora lo hecho, lo vivido.
Que el resultado de lo que hiciste, de lo que viviste, no haya sido el esperado no significa que esa experiencia sea una pérdida total. Algo aprendiste, algo quedó grabado en tu mente, algo quedó tatuado en tu corazón, algo recordarás con gratitud en el futuro. Y, lo más importante, algo de lo que hiciste te demostró cuán valioso y poderoso eres, te enseñó a ser mejor.

4.- Fija nuevas metas.
Esta, sin duda, es una de las estrategias más útiles. Una de las razones por las cuales nos cuesta cerrar ciclos es que nos quedamos estancados en una etapa concluida es que no vemos más allá, no entendemos que la vida continúa. Fija nuevas metas, más ambiciosas, rétate. No permitas que un mal recuerdo eche a perder lo bueno que la vida tiene reservado para ti.

5.- Perdónate y sigue adelante.
Esto, créeme, es muy importante y necesario. Nadie es perfecto, todos cometemos errores porque somos humanos. Asúmelo. Perdónate, entiende que eres falible y no te castigues en exceso. Perdónate y bríndate la oportunidad de seguir adelante, de luchar por otros sueños, de forjar nuevas ilusiones, de emprender otros proyectos. Ya llegará la hora de la revancha.

La vida, nos guste o no, es un constante volver a comenzar. En especial si eres emprendedor, debes aprender a cerrar ciclos, a superar etapas y, lo más importante, a seguir adelante. Esta es una habilidad (capacidad) que cualquier ser humano puede desarrollar y que, entiéndelo, marca la diferencia entre los que alcanzan el éxito y los que viven rumiando frustraciones.

¿En cuál de los dos bandos estás? Aunque suene irónico, a mis múltiples ciclos que he vivido les guardo gratitud. ¿Por qué? Por cuanto me enseñaron, porque me sacaron de la zona de confort, porque me mostraron de qué material estoy hecho. Me permitieron construir una versión mejor y dar todo de mí a otros, que es el propósito de mi vida, lo que me apasiona.