Te voy a revelar uno de mis más grandes secretos, uno de los que he guardado por más tiempo y con mayor celo. ¿Estás preparado? ¿Quieres saber cuál es? Bueno, entonces, vamos: se trata del aprendizaje que me permitió cambiar el chip mental y transformar mi negocio. Desde ese día, comencé a avanzar y no he dejado de hacerlo. Quiero que tú lo conozcas y lo aproveches.

Desde que nacemos, nos enseñan a asumir la vida como una competencia. Nos inculcan que debemos ser “los mejores”, “los primeros”, en todo aquello que hacemos. Pero, no solo eso: también nos dicen que si no lo conseguimos somos “unos perdedores”, “unos fracasados” y ponen sobre nuestra espalda una pesada carga capaz de postrarnos, de vencernos.

Es un problema complejo, en especial porque se trata de un mensaje poderoso que se transmite de generación en generación. De hecho, en el propio seno de la familia está el primer escenario competitivo: “Tienes que ser mejor que tu hermano”, “No puedes ser menos que tu papá” y otras especies tóxicas similares con las que nos llenan la cabeza.

Lo peor, ¿sabes qué es lo peor? Que nos inculcan que “Lo único que importa es ganar, sin reparar cuál es el precio” o, dicho de otra forma, “A cualquier precio”. Al final, sin embargo, el resultado es nefasto: todos, absolutamente todos, perdemos. ¡No hay un ganador!, porque la vida no es una competencia, porque es un grave error asumir la vida como una competencia.

Otra arista del problema es lo que nos dice el diccionario sobre competencia: “Disputa o contienda entre dos o más personas sobre algo”, “Oposición o rivalidad entre dos o más personas que aspiran a obtener la misma cosa”, “Situación de empresas que rivalizan en un mercado ofreciendo o demandando un mismo producto o servicio”. ¡Es una locura!

Durante una muy buena parte de mi vida, fui competitivo. No de aquellos de “ganar a cualquier precio”, pero sí me gustaba ser el primero. Cuando ganaba, sin embargo, no me sentía satisfecho, sentía que era una victoriavacía, que poco o nada positivo me aportaba. Hasta que llegó aquel día, aquel bendito día, en el que aprendí cuán equivocado estaba.

Fue a través de mis mentores de marketing que me di cuenta de que debía cambiar el chip mental o iba a tropezar siempre con la misma piedra. No es competencia, Álvaro, es coopetencia. ¿Entiendes? Se trata de colaborar, de ayudarnos unos a otros para crear sinergias poderosas que nos permitan ofrecerle al mercado productos y servicios de mayor calidad”.

Al escuchar estas palabras, te lo confieso, mi cabeza explotó. Y tarde unos días en digerir esta poderosa información, más unas cuantas semanas para cambiar el chip. Cuando logré hacerlo, comencé a ver mi negocio de forma diferente, comencé a ver al mercado de forma diferente y, lo más importante, comencé a ver a la competencia de manera diferente y constructiva.

Si has asistido a alguno de mis eventos presenciales o virtuales, sabes que una de las razones por las cuales los organizo es porque me dan la oportunidad de invitar a colegas, amigos y expertos a que compartan su conocimiento y experiencias con la audiencia. ¿El beneficio? Soy el primero que aprende de ellos, el primero que toma nota de sus estrategias, de sus trucos.

Soy pionero del mercado y número uno de mi nicho, además de que la vida me concedió el privilegio de transmitir mis conocimientos y experiencias y generar una apasionante y poderosa dinámica multiplicadora. Soy maestro de maestros, personas que comenzaron como mis alumnos y hoy son colegas, socios o eso que solemos llamar competencia.

Prefiero llamarlos “mis casos de éxito”, la prueba viviente y fehaciente de que aquello que enseño sí proporciona los resultados prometidos. A ninguno de ellos lo veo como competencia, entre otras razones porque trabajan en nichos de mercado muy distintos del mío. En cambio, los veo como coopetencia, porque sé que juntos somos una poderosa fuerza transformadora.


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Ser parte de una comunidad te permitirá avanzar sin caer en la tentación de los atajos.


El día en que aprendí la diferencia entre ‘competir’ y ‘colaborar’, mi vida cambió. Y mi negocio, por supuesto, también. Desde entonces, me enfoco en aportarles valor a mis clientes y al mercado que son parte de mi comunidad. ¿Por qué deberías pertenecer a una?


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El mayor de los miedos que sufre un emprendedor cuando comienza es el que denominamos “el síndrome del emprendedor solitario”. Hay mil y una tareas por realizar y no das abasto. Aunque hagas tu mejor esfuerzo, no lo lograrás. Sin embargo, lo intentas porfiadamente, hasta que no tienes más remedio que rendirte: tiras la toalla y tomas un camino distinto.

Cuando comencé mi aventura como emprendedor, nadie hablaba del síndrome, pero estaba ahí, se sentía con dureza. Y había una explicación: no había casos de éxito que pudiéramos modelar, no había mentores que nos pudieran enseñar, era escaso el conocimiento que había disponible y las herramientas y recursos, quizás lo sufriste, eran precarias, rudimentarias.

Por fortuna, la revolución digital avanzó rápido. Comenzamos a disfrutar de herramientas que nos permitieron hacer las mismas tareas de forma más sencilla y efectiva, y económica. Y, lo mejor, ¿sabes qué fue lo mejor? Que poco a poco me di cuenta de que había más personas, muchas personas, que habían comenzado la misma aventura en la que estaba involucrado.

Y tuve la posibilidad de conocer y acceder a los principales referentes del mercado en los Estados Unidos, leyendas vivientes del marketing. Y dado que estábamos identificados por el mismo propósito, nos olvidamos de competir y nos dedicamos a coopetir, a colaborarnos. Esa fue una de las razones por las cuales avanzamos rápido y generamos un gran impacto.

Una de las características del marketing que más me agrada es su dinámica. Antes nos dedicábamos a vender y ahora nos enfocamos en servir. Antes competíamos y ahora colaboramos. Antes nos obsesionábamos por acumular clientes y ahora somos la cabeza de comunidades. Superamos la etapa del yo (individual) para avanzar a la del nosotros.

Durante años, enfoqué mi trabajo en realizar eventos presenciales grandes, con 400-500 personas y 15-20 conferencistas durante 3-5 días. Fueron experiencias maravillosas, de mucho y valioso aprendizaje, a través de las cuales pude conocer a personas extraordinarias. Un día, sin embargo, me sentí agotado, exprimido mental y físicamente, y tomé un camino distinto.

¿Cuál? Me di a la tarea de conformar mi propia comunidad. Tenía cientos, miles de clientes, pero sabía que, para poder brindarles más, ofrecerles más, ayudarlos más, tenía que avanzar y cambiar mi modelo de negocio. Creé el Círculo Interno, mi comunidad privada de la que forman parte emprendedores iberoamericano, el fruto de más de dos décadas de trayectoria.

¿Cuáles son los principales beneficios de una comunidad?

1.- Ya no estarás solo (se cura, definitivamente, el ‘síndrome del emprendedor solitario’)
2.- Estás rodeado de personas que están en tu misma búsqueda
3.- Tienes la posibilidad de obtener y compartir conocimiento de calidad
4.- Puedes apalancarte en aquellos que están más avanzados que tú
5.- Conoces a expertos en áreas que tú no dominas y que pueden ayudarte
6.- Dejas atrás el miedo a los errores, al fracaso, y te animas a avanzar
7.- Participas de dinámicas grupales enriquecedoras
8.- Tienes dolientes: tus compañeros quieren que triunfos, que logres tus objetivos
9.- Accedes a contenidos que, de otra forma, estarían lejos de tu alcance
10.- Lo más importante: dispones de un mentor, de un guía

No importa cuál es tu área de conocimiento, en qué eres experto o si lo que vendes es un producto o un servicio: debes enfocarte en crear una comunidad. Aquella vieja y trillada premisa de los Tres Mosqueteros, la de “Todos para uno y uno para todos” no solo es real, sino que es el camino más seguro (no es más rápido, no es más fácil) para lograr lo que deseas.

Muchos, tristemente, caen en la tentación de los atajos, que no son más que costosas trampas. Les prometen el oro y el Moro y al final, luego de que les arrebatan su dinero, lo dejan solos, abandonados. Y frustrados, también, con los sueños hechos trizas. Es algo que he visto decenas de veces a lo largo de mi trayectoria y que no puedo dejar de lamentar.

El propósito de mi vida, la razón por la cual hago lo que hago, es que anhelo ayudar a crear un mundo mejor. Y eso solo es posible cuando aquellos que estamos identificados por una meta dejamos de competir y nos dedicamos a coopetir. Las comunidades no son una moda o una tendencia, sino la poderosa herramienta en la que los emprendedores apalancamos nuestros sueños.

Si apenas comienzas o si ya lo hiciste, pero no consigues avanzar, el mejor consejo que puedo darte es que formes parte de una comunidad. Elige la que quieras, la que esté más sintonizada con lo que deseas. Si, por el contrario, ya llegaste al punto B que habías trazado, el único camino para evitar estancarte es crear una comunidad: recibirás recompensas maravillosas.