Todos, en la vida o en los negocios, necesitamos la ayuda de otros. En especial, la de quienes ya están donde queremos estar, los que acreditan resultados comprobables, los que tienen una vida coherente con su prédica. Trabajar con un mentor no solo acortará la curva de aprendizaje, sino que además te permitirá cristalizar metas que, en solitario, quizás sean imposibles de alcanzar.
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Si eres una de las personas que sigue las publicaciones que hago a través de diferentes canales digitales, estoy seguro de que en alguna oportunidad me escuchaste decir que soy quien soy, que logré lo que hoy tengo, gracias a mis padres y a mis mentores. Mis padres forjaron mis principios y valores y me dieron el ejemplo que me inspiró y mis mentores pulieron mi espíritu emprendedor.
No es algo extraordinario, por supuesto. Todas las personas recibimos influencias, directas e indirectas, de otros. Durante los primeros años de vida, provienen del círculo cercano, de los familiares que nos rodean y de los maestros y amigos de la escuela. A medida que crecemos, los protagonistas cambian, pues entran en juego los jefes en el trabajo o las parejas sentimentales.
Lo cierto es que a lo largo de toda la vida, desde que nacemos hasta que morimos, estamos sometidos a la influencia de otros. Inclusive, en la edad adulta: los abuelos son blandos a los caprichos de sus nietos, por ejemplo. Influencias que determinan nuestros hábitos, la forma en que vemos el mundo, como actuamos y las decisiones que adoptamos. Es una red compleja.
Además, es una influencia que se manifiesta en todas y cada una de las actividades de la vida, no solo en el ámbito personal o en el laboral. También, por ejemplo, en los deportes, en la música, en la moda, en la lectura. Tengo amigos aficionados al tenis que se identifican plenamente con Roger Federer y lucen ropa y zapatos de la misma marca, juegan con raquetas de la misma marca, en fin.
De hecho, todos tenemos una o dos personas a las que les contamos o a quienes les confiamos algo que no estamos dispuestos a compartir con otros. Por lo general, esas personas son papá o mamá o un amigo muy cercano. Ese respaldo, ese soporte, venga de donde venga, es vital para ayudarnos a superar las dificultades, para aclarar la mente, para nutrir la motivación.
Lo que me llama la atención es que, aunque somos conscientes de la importancia de contar con esa ayuda, nos olvidamos de ella cuando se trata de un negocio. Alguien podrá decirme que es porque los emprendedores somos proclives a la soledad, que casi siempre comenzamos solos y nos acostumbramos, pero no es así. Y menos en este siglo XXI, en el que ya no hay fronteras.
Todavía son muchas las personas que, por desconocimiento, por terquedad, porque creen que es muy costoso, eligen seguir sin compañía. Después, cuando no se producen los resultados que esperan, cuando no se dan las ventas que esperan, cuando la respuesta del mercado a su oferta no es la que esperan, vienen el llanto y el crujir de dientes. “Es que solo es muy difícil”, se dicen.
Y sí, tienen razón, solo es muy difícil. Lo sé porque lo experimenté en mis inicios, hace más de veinte años. La diferencia es que en esa época prácticamente no había de quién asesorarse, no había otras personas que quisieran compartir su conocimiento, no había quiénes se enfocaran en ayudar a otros. Fueron varios los años en los que estuve solo nadando contra la corriente.
Sin embargo, por fortuna, el desarrollo de internet fue rápido, muy rápido, y más en un país como Estados Unidos en el que los avances se dan a velocidades impresionantes. No tardé en identificar y ponerme en contacto con personas como Dan Kennedy y Phil Alfaro, que me convirtieron en un emprendedor. Antes, era un joven entusiasta como muchas ideas, sueños y limitaciones.
Cuando comencé a trabajar con ellos, vi los resultados. No de manera inmediata, pero sí reales, concretos. Obstáculos que en solitario quizás no hubiera podido superar fueron simples anécdotas gracias a su apoyo y enseñanzas, a su ejemplo. En poco tiempo, mi vida se transformó, logré metas que parecían lejanas y descubrí un universo ilimitado de posibilidades. Y aquí estoy, en el proceso.
Ahora, mi trabajo consiste en ayudar a otros, en ser el guía de otros. Cada día, sin falta, hago mi mejor esfuerzo por entregar mi conocimiento a quien esté dispuesto a recibirlo, por compartir mi experiencia a quien pueda aprovecharla, por transformar la vida de quien me dé el privilegio de acompañarlo. Soy mentor y no se trata simplemente de un trabajo: es la pasión de mi vida.
Si tienes un negocio, pero no funciona como quieres; si estás en proceso de montar un negocio, si tiene en mente crear un negocio en el futuro, necesitas ayuda. Pero, cuidado, porque este es un error muy frecuente: no la ayuda de cualquiera, del personaje popular en redes sociales, sino de alguien idóneo y capacitado que ya haya llegado a donde quieres llegar, que muestre resultados.
No importa en qué etapa del proceso te encuentres: si aún no arrancaste, si ya diste los primeros pasos, si llevas varios años en el mercado. Siempre es posible mejorar, siempre hay algo que aprender, en especial en una actividad como los negocios digitales, que cambian constantemente. No importa: si deseas avanzar, si deseas acortar la curva de aprendizaje, necesitas ayuda.
Algo importante: contar con un mentor no es garantía de resultados. Es, como mencioné antes, una ayuda, un apoyo, una guía. Los resultados son consecuencia de tus acciones y decisiones, de cuánto de lo que aprender lo pones en práctica, de cuánto inviertes en ti y en tu negocio. Así mismo, de tu constancia, de tu perseverancia, de tu disciplina, de tu pasión, de tu compromiso.
Aclaro esto porque hay personas que creen que si le pagan a un mentor los resultados se darán como por arte de magia, que en poco tiempo serán millonarios y figuras reconocidas. No es así, claro. Se trata de un proceso y el responsable de que se alcancen las metas es el discípulo, eres tú. El trabajo del mentor consiste en orientarte, en compartir su conocimiento, en inspirarte.
El trabajo duro, ese que a veces duele y es desagradecido, lo debes hacer tú. El mentor es un polo a tierra que te escucha, que a través de la empatía te indica el camino correcto, que te ofrece y te brinda la confianza que requieres, que te mantiene motivado. Es quien, con tu colaboración, crea el ambiente propicio para que te desarrolles, crezcas, logres tus objetivos, cristalices tus sueños.
“¿Necesito un mentor, Álvaro?”. Esa es una pregunta que solo tú puedes responder. Si eliges no y seguir como estás, solo puedo desearte buena suerte, porque la necesitarás. Si decides sí y deseas unirte a mi comunidad de emprendedores, las puertas de mi Círculo Interno están abiertas. Allí encontrarás todo lo que necesitas, incluido el acompañamiento de otros emprendedores como tú.
Círculo Interno no es solo una comunidad privada conformada por valiosos emprendedores de Latinoamérica y España. También es el escenario ideal para cualquiera que desee llevar su negocio al siguiente nivel, para quien está comenzando, para el que quiere mantenerse actualizado, para el que busca mejorar sus resultados. Siempre necesitarás ayuda y aquí está justo la que buscas.
Siempre necesitamos que alguien nos apoye y aliente cuando se emprende algún camino o negocio. Dejarse ayudar también es signo de humildad y que todos nos necesitamos de los otros.
Cuando se va en hombros de gigantes, se puede ver con mas claridad y con mayor anticipación la luz al final del túnel; y ellos son los Mentores.
Gracias Álvaro por compartir tu experiencia y conocimientos y por supuesto que siempre es importante un mentor alguien con quien ir de la mano.
EXCELENTE TUS APRECIACIONES, ALVARO