Una de las dificultades que enfrentan quienes desean convertirse en emprendedores es aquella de lidiar con la idea de ‘comenzar de cero’. La verdad, no hay que tomarla literalmente, porque el conocimiento, la experiencia y el aprendizaje surgido de tus errores del pasado son valiosos. Luego tienes que conectarlos con tu pasión y ofrecerle al mercado la solución a su problema.
La mayoría de las personas que se acercan a mí para decirme que sueñan con tener un negocio propio, con convertirse en emprendedores, con tener una vida propia, presentan dos características. La primera, están llenas de miedo por cuenta de las creencias militantes; la segunda, no saben por dónde comenzar. Lo más doloroso es que se quedan ahí, nunca arrancan.
Cuando se me ocurrió la idea de que podía vivir de internet, de hacer algo en internet, me dijeron que estaba loco. Nadie, absolutamente nadie, creía que eso era posible. Claro, hablo de un lejano año de 1998, en el que internet era muy diferente a lo que es hoy, en el que eso de ser un emprendedor no solo no estaba bien visto, sino que ni siquiera se sabía a ciencia cierta qué significaba.
“Ah, eso es para vagos que no quieren hacer nada, que no son capaces de trabajar”, me decían. Por aquel entonces, lo único que era socialmente correcto era terminar la carrera universitaria y buscar un trabajo en una buena empresa. Luego, pasar allí los siguientes 40-45 años de tu vida hasta que te llegara la edad para jubilarte y, decían, “poder comenzar a disfrutar de la vida”.
Ciertamente, nunca encajé en ese esquema. Sí terminé mi carrera en la universidad (me gradué como sicólogo clínico) y ejercí durante unos años. Sin embargo, al cabo de un tiempo de dieron dos situaciones que me llevaron a cambiar el rumbo de mi vida. Fue como si dos planetas chocaran en la mitad del universo y se produjera una poderosa reacción en cadena.
Lo primero fue que, a pesar de mis esfuerzos, la sicología clínica no funcionó. Con esto me refiero a que era muy difícil vivir de esta profesión en momentos en que Colombia vivía una grave crisis económica y en la que las oportunidades para los jóvenes estaban muy limitadas. Además, en la universidad se les olvidó enseñar cómo vender mi negocio y el consultorio solía estar vacío.
A la par, en sentido contrario, en mi corazón se despertaba una incontrolable pasión por internet. Este maravilloso invento había llegado a mi vida de la mano de mi afición por la tecnología y, la verdad, cambió el rumbo de los acontecimientos. Percibí que en ese desconocido universo había ilimitadas posibilidades y me dediqué a descubrir qué podía hacer para aprovecharlas.
Ese fue el detonador. Empaqué maletas y me vine para los Estados Unidos a probar suerte. En realidad, lo que quería era aprender, quería conocer personas que me enseñaran cómo hacer negocios por internet. Un viaje que fue una completa aventura, porque no sabía cuánto tiempo iba a durar el proceso, no sabía cuándo iba a volver a Colombia, no sabía siquiera si iba a volver.
Iba ligero de equipaje, o eso creía. La verdad es que tenía justo lo necesario para comenzar, aunque no era consciente de ello. Tenía mi conocimiento, mi experiencia, mi pasión y muchos sueños por cumplir. Más de lo que tienen hoy algunas de las personas que me piden que les ayude. Además, tenía inmensas ganas de aprendizaje y estaba dispuesto a pagar el precio necesario.
Al poco tiempo, sin embargo, me di cuenta de que eso no era suficiente. Estaba bien para comenzar, lo mencioné, pero no daba para avanzar. Era como un árbol recién sembrado: requería alimento, agua y cuidado para crecer, para fortalecerme, para dar frutos. Fue un proceso duro, pero muy enriquecedor, algo así como tomar un poco de lodo y transformarlo en una pieza de cerámica.
Estas son las cuatro acciones que llevé a cabo para transformarme, para reinventarme:
1.- Pulí la piedra. Cuando llegué a Estados Unidos, hace más de dos décadas, como mencioné, era un joven inquieto, ansioso por transformar su vida. Me dediqué a darle forma a esa persona en la que quería convertirme. ¿Cómo lo hice? La fórmula es sencilla: conocimiento + práctica + error. Una y otra vez, y otra vez, y otra más, hasta que los errores se volvieron un valioso aprendizaje.
Tuve que hacer un viaje hacia mi interior, una profunda introspección para conocerme, para saber cuáles eran mis fortalezas, mis debilidades, mis miedos. De esa forma, descubrí cuáles eran las características que me hacían único, que me diferenciaban del resto de ofertas del mercado y pude presentarme ante mis potenciales clientes como propuesta única, digna de elegir.
2.- Identifiqué el dolor. Dentro de la variedad y cantidad de enseñanzas que me dejaron mis mentores, la que más agradezco es aquella de enfocar mi trabajo, mi atención y mis acciones en mis clientes. Aprendí que la razón de ser de mi negocio no es el dinero, sino el bienestar de las personas a las que puedo impactar positivamente con mi conocimiento y mis acciones.
Aunque no soy millonario, tengo las comodidades que necesito y puedo brindarles a mis hijas, que son la verdadera razón de ser de lo que hago, lo que ellas requieren. Y, además, tengo el privilegio de ayudar a decenas de clientes que depositan su confianza en mí y me permiten ayudarlos a descubrir cuál es su dolor y proporcionarles la solución ideal. Su bienestar en mi recompensa.
3.- Estoy donde debo estar. El ser humano es de extremos y el mundo de los negocios, dentro o fuera de internet, no es la excepción. Hay quienes creen que la mejor estrategia consiste en estar presente en todos los canales y abren perfiles en redes sociales y otras herramientas. Sin embargo, no logran los resultados esperados simplemente porque allí no están sus clientes potenciales.
Esta fue otra valiosa enseñanza de mis mentores: estar donde mis clientes están o, en su defecto, llevar a mis clientes al escenario donde les puedo ofrecer beneficios diferentes. Eso significa ser un poco camaleónico, porque hay que publicar en el blog, hacer transmisiones en vivo, grabar audios, en fin. Ser multiformato y multicanal es una característica que el mercado te exige hoy.
4.- Aporto valor. Este es un tema complicado y polémico, porque cada uno lo interpreta de acuerdo con su conveniencia, sus intereses y su visión del emprendimiento. En mi caso, desde que comencé a trabajar elegí una estrategia que no solo me permitió darme a conocer, posicionarme y convertirme en un referente, sino también convertirme en la elección preferida del mercado.
Entiendo que la venta no es el objetivo de mis acciones, de mis estrategias, de mi trabajo, sino una consecuencia de ellas. Por eso, me enfoco en aportarles valor a mis clientes de tantas maneras como sea posible. El contenido de calidad gratuito a través del cual pueda brindar conocimiento, compartir herramientas y recursos, inspirar y motivar es uno de mis aliados incondicionales.
Un detalle final: aunque acredito más de veinte años de trayectoria ininterrumpida, descubrí que hay una actitud que me da la posibilidad de mantenerme como número uno del mercado y, lo más importante, como la elección de mis clientes. Se trata de asumir cada día como si fuera el primero, con el mismo entusiasmo, con las mismas ganas de aprender, con la misma ilusión de servir.
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Excelente articulo, estoy por emprender dando cursos de capacitación, todo lo que dice el articulo se basa en tu experiencia y que el camino no fue fácil, muchas veces nos casamos con la idea de la inmediatez o ver resultados rápidos de dinero, reconocimiento, fidelidad, etc., nos han hecho creer que todo debe ser inmediato.
Gracias.
Me encanta esto, por eso lo sigo, esa humildad y entrega es lo que demuestra su singular compartir. Gracias por espolvorear ORO puro de conocimiento. Gracias
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