Una de las dificultades que encontramos cuando hablamos de ser exitosos es que no hay una definición única, precisa, de lo que eso significa. Para algunos, el éxito es alcanzar riqueza económica. Para otros, conformar una familia unida. Para unos más, ser reconocidos y admirados socialmente. Para unos cuantos, todas las anteriores. Y hay, por supuesto, muchas más opciones.
Lo mejor (o lo peor, según cómo lo veas) es que nadie tiene la verdad. Porque en este tema no hay una verdad absoluta. Otra razón es que el éxito no es, como muchos lo creen, un estado, o un lugar. Es decir, tú no puedes un día “¡listo!, llegué al éxito!”, como su acabaras de aterrizar en París, por ejemplo. Así no funcionan las cosas. Además, esa afirmación es limitante.
¿Por qué? Porque cuanto tú dices “¡Llegué!” marcas el final del camino, un techo. Ya no tienes adónde más ir, ya no puedes ascender más. ¿Entiendes? Y supongamos que eso que tú crees es el éxito lo alcanzas a los 25 años, ¿qué sentido tiene, entonces, lo que te resta de vida? Y hay otro aspecto que vale la pena considerar: la noción de éxito cambia a medida que crecemos.
Sí, cuando eres niño, quizás pienses que ser exitoso es obtener buenas calificaciones en el colegio y destacarte en el equipo de fútbol. Más adelante, en la universidad, para ti el éxito es obtener una beca y ser popular con las mujeres. Cuando entras al ámbito laboral, a lo mejor el éxito se representa en un cargo y un nivel salarial. Y en la madurez, en ver a tus hijos triunfar en la vida.
¿Lo ves? No existe un éxito único. Lo que necesitamos aprender es que cada etapa de la vida nos ofrece un nuevo reto al que podemos llamar éxito. Sin embargo, lo más importante es entender que luego de alcanzar un éxito tenemos que ponernos a trabajar en el siguiente, y después en otro más, y así sucesivamente. Así, la vida se convierte en un reto constante, una carrera por superarnos.
Y aquí entra en consideración el segundo factor: ¿qué características se requieren para alcanzar el éxito? ¡Ah, qué pregunta tan interesante! Si consideramos que Mark Zuckerberg es un empresario exitoso y analizamos cuáles son sus fortalezas y debilidades, seguramente algunas también las posee el tenista Roger Federer o el escritor Paulo Coelho. Otras, en cambio son diferentes.
En otras palabras, no hay una fórmula secreta para alcanzar el éxito. O, dicho de otra manera, el éxito no es un producto que se pueda fabricar en un laboratorio. No hay un libreto o una receta que puedas seguir al pie de la letra: cada caso es particular, porque cada persona es única. Lo que llevó el éxito a Mark Zuckerberg quizás no te sirva a ti, porque su éxito es diferente del tuyo.
En lo que realmente debemos fijarnos es que siempre hay un hilo conductor, algo que está presente en todos los casos sin importar qué significa el éxito para cada cual. Si tú estás con un grupo de amigos y preguntas ¿qué se requiere para ser exitoso?, seguramente la respuesta más frecuente es “el talento”. Sin embargo, si lo piensas mejor, ese no es un verdadero diferencial.
¿Por qué? Porque todos tenemos talento. Es cierto que algunos lo aprovechamos mejor que otros, que algunos lo complementamos con conocimiento y el desarrollo de habilidades prácticas. Pero, seguro, vas a convenir que conoces a más de una persona, de esas que no sobresalen especialmente por el talento, que son exitosas. El talento es indispensable, pero no suficiente.
Una de las situaciones más dolorosas de la vida es darnos cuenta de que tiramos la toalla justo antes de alcanzar el éxito, aquello que deseábamos intensamente. Conocimiento, talento, suerte, recursos, herramientas y relaciones son necesarias para alcanzar lo que quieres, pero el único factor que te evitará el fracaso es la perseverancia. ¡Rendirse no es una opción!
En una reunión de amigos, en diciembre, formulé esa pregunta y, curiosamente, varios de ellos dijeron “mucha suerte”. Sí, hay quienes creen que el éxito es producto de la suerte, aunque la verdad ninguno de ellos pudo definirme, con exactitud, qué es eso de suerte. La polémica se cerró cuando les expresé que, a mi juicio, eso que llaman suerte consiste en aprovechar las oportunidades.
Cuando la interesante discusión iba camino de dispersarse, uno de mis amigos me preguntó cuál es, para mí, la clave para alcanzar el éxito, independientemente de lo que este signifique para cada uno. “La perseverancia”, le respondí sin dudarlo, convencido de que ese ha sido el factor (o cualidad) que me ha permitido ser el número uno del mercado a lo largo de más de 20 años.
El talento no me sirvió cuando llegaron los momentos más difíciles, esos en los que pasó por mi mente tirar la toalla. Logré seguir adelante, apalancado en el talento, gracias a que perseveré, a que no me rendí. Esto último fue lo que marcó la diferencia: trabajé más duro, me esforcé por aprender, probé y volví a probar hasta que logré salir de la situación adversa, y triunfé.
Quizás deba decir que también hubo un poco de suerte, que quizás los astros estaban alineados a mi favor, pero por supuesto que no por eso llegué a la cima y conseguí mantenerme. Esto se ha dado gracias a mi mentalidad abierta, a que nunca dejo de aprender, a que me he rodeado de gente positiva y productiva y, claro está, a que trabajé, trabajé y trabajé sin importar el cansancio.
Seguramente alguna vez me escuchaste la frase “Roma no se construyó en un solo día, de la noche a la mañana”. La repito con frecuencia porque me fascina, porque encierra la realidad del éxito en la vida y en los negocios: ¡perseverar! Cada día me levanto con la convicción de que tengo que hacer mi mejor esfuerzo por conseguir aquello que deseo, y no me conformo con menos que eso.
Otra de las frases a la que acudo de cuando en cuando es aquella de que “el éxito no es una carrera de velocidad, sino una maratón”. Y es cierto: como ya dije, nadie es exitoso de la noche a la mañana, nadie se acuesta fracasado y se levanta exitoso. Es un proceso que se da en el tiempo, que está determinado por tu conocimiento, tu talento y, claro está, por tu perseverancia.
No sé cuál sea tu idea de éxito, pero te invito a que reflexiones qué tan perseverante eres. Si eres de los que aplazan las tareas, de los que no ponen fecha a sus metas, de los que se conforman con menos, te prevengo: ¡así, jamás serás exitoso! El éxito es producto de la máxima autoexigencia, de dar cada día un poco más, de aprender de los errores y, sí señor, de perseverar.
No sólo de talento se nutre la ruta al éxito, sino de los frutos de la disciplina que requieren todas las exigencias de tu propio camino emprendedor.
Gracias Álvaro, por compartir tu clave.