¿Cuántas veces te dijeron que no podías? ¿Cuántas veces les hiciste caso y frustraste la que pudo haber sido una increíble y enriquecedora experiencia de aprendizaje? ¿Cuántas veces te dejaste dominar por el miedo y los prejuicios sociales y te negaste la oportunidad de luchar por tus sueños? ¿Cuántas frustraciones tienes acumuladas porque dejaste pasar una buena chance?
Una de las realidades más dolorosas del mundo moderno, especialmente en Latinoamérica y producto del caduco sistema de educación en el que crecimos, es aquella de los estereotipos sociales. Los hombres a la calle, a trabajar, y las mujeres a la cocina y a criar los hijos es uno de los más arraigados, de los que todavía se niegan a caer, a pesar de que estamos en pleno siglo XXI.
En muchos países, el acceso de la mujer a las oportunidades laborales todavía es precario, limitado. Y más si se trata de un campo que, tradicionalmente, fue exclusivamente masculino. Ese es el caso de Mabel Monserrat Pereda Delgado, una mexicana que se sobrepuso a los tabúes sociales y, contra viento y marea, contra todo y contra todos, cumplió su sueño de ser aviadora.
Aunque su padre y su hermano mayor son pilotos, ese no era el sueño de Mabel. Lo que está claro que sí tenía el ADN de las emociones que se desprenden al surcar los cielos. “Mentiría si dijera que quería ser pilota desde niña. Surgió mientras cursaba la preparatoria. Me marcó la influencia familiar, oír todo el tiempo hablar de lo que significa la experiencia de volar”, explica.
Lo que sí sabía era que no quería ser médica, ni estudiar una profesión que luego la obligara a pasar todo el día sentada dentro de una oficina. Eso no era lo suyo. Entonces, la vida le envió un mensaje que ella captó de inmediato. “Justo coincide con que mi hermano entró a Aeroméxico y escucharlos con esa pasión entre ellos, sobre sus vuelos, fue lo que me empezó a envolver”.
Fueron tantas las veces que la idea le dio vueltas en su cabeza, que terminó por convencerse de que quería seguir la estela de los hombres de la familia. Fue, entonces, cuando comenzaron a aparecer las dificultades, una de ellas el elevado costo de los estudios de esta profesión y la cantidad de horas de vuelo que un aprendiz debe acreditar para aspirar a ingresar a un trabajo.
México es uno de los países en los que la mujer ocupa un lugar importante en la aeronáutica. De hecho, entre 2012 y 2017, según las cifras de la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC), el 42 por ciento de las casi 5.000 licencias que se otorgaron fueron concedidas a mujeres. Eso, en plata blanca, significa que poco más 2.000 mujeres ahora surcan los cielos y cumplen sueños.
“En la industria aeronáutica, el trabajo de la mujer cada vez más cobra una mayor importancia. Lo atribuyo a que cada día participamos más y porque nos damos cuenta del nivel técnico tan elevado que tiene. Es una fortuna para la industria y no solo por aquello de la igualdad de género, sino por la seguridad, por la positiva participación de la mujer en todos los niveles”, asegura la capitana.
Mientras estudiaba en la academia, Mabel era una de las cinco mujeres del grupo. Por supuesto, no fue fácil, pues, aunque no tiene queja alguna de sus compañeros, dice que en el ambiente se sentía algo de incomodidad por la presencia de ellas. Necesitaron hacer un esfuerzo adicional para ganarse el respeto, para hacerse de un lugar y para superar los tabúes que son innegables.
Antes de ser capitana de un Boeing 787 Dreamliner, Mabel Pereda
deberá probar su capacidad como primera oficial de un B737.
Ella trabaja, aprende y espera con paciencia su oportunidad.
Una vez graduada, el hecho de provenir de una familia de aviadores le ayudó a ser mejor vista, pero no le facilitó el camino. Tuvo que cumplir a cabalidad todas y cada una de las pruebas, exámenes y simulacros, para convencerlos a todos de que era buena de verdad. Para su fortuna, en Aeroméxico, según Mabel, el trato es igualitario y “lo que importan son tus capacidades”.
Curiosamente, los momentos más difíciles no los vivió por cuenta de sus compañeros, sino de sus pasajeros. “Los aterrizajes nunca serán iguales por el clima, porque las condiciones varían. Y cuando no es perfecto, surge el ataque porque quien está al mando es mujer. Ese tipo de cosas, esos comentarios te van marcando, ponen en duda tu idoneidad, pero hay que sobreponerse”.
Ingresó a la compañía hace cinco años motivada por la trayectoria de su padre y de su hermano, pero decidida a hacer una carrera propia. Comenzó desde el peldaño más bajo y fue acumulando horas de vuelo, experiencias y conocimiento para aspirar a sentarse en la silla del piloto de aviones más grandes. Fue una etapa que requirió mucha paciencia, mucho sacrificio y mucha disciplina.
Por supuesto, una de las experiencias significativas fue la de estar al mando de un avión comercial, rodeada por esa cantidad de palancas, botones y paneles de información. “Hay muchos botones, pero no debes dejarte abrumar por eso, pues están allí para ayudarte, para que tu labor sea más fácil. Cuando te gusta, te emociona, quieres saber más y tienes que estudiar mucho”, explica.
“La verdad, nunca se deja de aprender, ni se deja de estudiar”, dice. “Hay que aprender sobre los despegues y los aterrizajes, pero también se tiene que conocer todo sobre los paneles del sistema eléctrico, de combustible y aire acondicionado, las luces, altitud, velocidad, vientos, motores y radios, entre otros”. Y cuando cambias de avión, el entrenamiento es comenzar casi de cero.
En la actualidad, Mabel es la única mujer que ocupa la silla más importante de un Embraer 190, uno de los modelos con los que Aeroméxico está renovando su flotilla para ofrecerles mayor comodidad y seguridad a sus pasajeros. Esta moderna aeronave cuenta con 100 asientos y está asignada para las rutas a Monterrey, Lima, Bogotá, Ciudad de México y Nueva York.
Por supuesto, el sueño de Mabel apunta más alto: quiere ser pilota de un 787, conocido como Dreamliner, el más moderno de los aviones de Boeing, que transporta entre 217 y 323 pasajeros. Aunque está catalogado como mediano, tiene la autonomía de vuelo de los grandes y por la tecnología que incorpora es el anhelo de cualquier piloto comercial, y Mabel no es la excepción.
Mabel entiende, en todo caso, que se trata de un proceso de constante aprendizaje, de superar nuevas pruebas y de cumplir con los requisitos exigidos para conseguir ese ascenso. Y no se desespera, se prepara con paciencia y con la misma disciplina y convicción que le permitieron dejar atrás los obstáculos que a tantas otras mujeres les frustraron el sueño de ser aviadoras.
“Nunca dejen de luchar, porque poco a poco se derrumban esos estereotipos y a las personas con esa mentalidad. Hay que hacerles entender que las mujeres venimos a trabajar, no a desplazar a los hombres, sino a hacer nuestro trabajo”, es la arenga de Mabel Monserrat Pereda Delgado a las mujeres que, como ella, se niegan a renunciar a sus sueños y, más bien, les dan alas para volar.