El orden de los factores SÍ altera el producto. A diferencia de lo que nos enseñan en el colegio en la clase de matemáticas, en la vida y, sobre todo, en los negocios, el resultado no solo está determinado por lo que hacemos, sino por cómo lo hacemos. Y con esto me refiero, en especial, al orden de las acciones que ejecutamos y al objetivo que perseguimos. Es una ecuación.

Ganar más dinero, para disfrutar de una libertad financiera que te permita no solo cristalizar tus sueños, sino también gozar los placeres de la vida, es una de las prioridades para el ser humano en el presente. Y, en un sentido similar, la idea de tener el trabajo ideal, uno independiente en el que seas tu propio jefe y que, lo más importante, sea el terreno en el que brote la semilla de la abundancia.

Se trata de una discusión sin fin, porque cada uno tiene su forma de pensar y, también, cada uno tiene sus objetivos. Cuando comencé a hacer negocios por internet, hace más de veinte años, el dinero era una prioridad. Si bien no estaba obsesionado con la idea de convertirme en millonario, sí quería ser autosuficiente y, en especial, quería dedicarme a hacer algo que me apasionara.

Elegí la sicología porque estaba seguro de que ese era el camino para servir a otros, sobre todo en un país como Colombia que, por aquella época, finales del siglo XX, estaba desquiciado por la violencia. Sin embargo, la pasión, el conocimiento y la vocación de servicio no alcanzaron para cumplir mis sueños: era muy difícil conseguir pacientes y llegó la hora de pensar en alternativas.

A la par, más como un pasatiempo que como una profesión, le di rienda suelta a mi pasión por la tecnología y los computadores. Y así fue como descubrí internet, que me cambió la vida. Por eso, un día cualquiera empaqué mis maleta, me despedí de la señora Julita, mi madre, y me vine para los Estados Unidos. Quería conocerlo todo sobre internet, aprenderlo todo. Era un gran reto.

Comencé a vender, comencé a recibir dinero y comencé a hacer realidad mis sueños. Me sentí muy feliz, porque pude derribar dos pájaros de un tiro. Por un lado, trabajaba en internet y tenía mi propio negocio y, por otro lado, ganaba dinero. Por un tiempo, lo confieso, pensé que esa era la felicidad completa, la felicidad que buscaba, pero después me di cuenta de que estaba equivocado.

¿Cómo así? Un día, uno cualquiera, asistí a un evento presencial. Fue a uno de los primeros a los que acudí, porque mi actividad por aquel entonces se concentraba en lo virtual, en mi casa frente al computador. Y, ¡oh sorpresa!, me recibieron como si fuera una celebridad, como a un artista de Hollywood. Entendí que era reconocido y que había generado un impacto en la vida de otros.

Ese fue un gran descubrimiento. No porque quisiera ser reconocido o célebre, pues prefiero el bajo perfil, sino porque comprendí cuál era el verdadero negocio, cuál era el objetivo de mi negocio y, lo mejor, el propósito de mi vida. Desde entonces, enfoco mi conocimiento, pasión, herramientas y recursos en la tarea de ayudar a otros a transformar su vida y cumplir sus sueños.

Y, ¿sabes qué es lo mejor? Que aprendí que cuando cumplo ese objetivo, el dinero llega solo. Es decir, no tengo que obsesionarme con ganar dinero, porque entendí que era la consecuencia natural de mis acciones, de mis decisiones, de mi vocación de servicio. Por eso, a mis clientes les inculco las premisas que me permitieron convertirme en el referente número uno del mercado:


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Si estás obsesionado con el dinero, pierdes la oportunidad de ayudar a otros, que es lo más valioso.


Si quieres ganar más dinero, tienes que olvidarte del dinero. Por las enseñanzas de mis mentores, aprendí que el dinero es un intermediario y, en especial, la consecuencia de lo que hago y de cómo lo hago. Entendí que lo verdaderamente importante es aprovechar mis dones, talentos y conocimiento y ponerlos al servicio de otros. Esa es la mayor riqueza posible.


1.- Si amas lo que haces, no es un trabajo. Bueno, sí, tienes razón, es un trabajo, pero no uno convencional. Es el trabajo que tú elegiste, el que harías cada uno del resto de los días de tu vida inclusive si no recibiera dinero a cambio. Cuando amas lo que haces, cuando haces lo que amas, el dinero pasa a un segundo plano, porque lo que te mueve, lo que te impulsa, es la pasión.

2.- El dinero es, simplemente, un intermediario. Independientemente de las creencias que tengas acerca del dinero, aprendí a no satanizarlo y a no obsesionarme con él. Sé que es el medio a través del cual mis clientes me recompensan por aquello que les brindo. Mi negocio es un intercambio de beneficios, de conocimiento, de experiencias, y el dinero el resultado de esa relación.

3.- Aportar valor, la verdadera ganancia. Gracias a las enseñanzas de mis mentores, entendí que el dinero es una consecuencia, no el objetivo de mi negocio. En otras palabras, que si cumplo con el propósito de mi negocio el dinero llegará por sí solo. Cuando le aporto valor al mercado, cuando brindo mi conocimiento, la recompensa que recibo es mucho más valiosa que todo el dinero del mundo.

4.- Si haces lo que te gusta, eres muy rico. La verdadera riqueza no está en cuánto dinero hay en tu cuenta bancaria, sino en cuánto valor les brindas a otras personas a través de tu conocimiento, de tu trabajo. Y cuando tu trabajo es tu pasión, cuando haces lo que te gusta, genera un impacto positivo en otros, en su vida, en su negocio. Y esa, amigo mío, es la mayor riqueza que puedes atesorar.

5.- Lo que siembras es lo que cosechas. Si tu objetivo es el dinero, exclusivamente, tus clientes te lo darán y luego se irán. En cambio, si el propósito de tu negocio es brindar bienestar a otras personas, transformar su vida, no solo te entregarán su dinero, sino también su confianza y su fidelidad. Aun después de que reciban lo que les ofreciste, no querrán irse de tu lado.

El orden de los factores SÍ altera el producto. A diferencia de lo que nos enseñan en el colegio en la clase de matemáticas, en la vida y, sobre todo, en los negocios, el resultado no solo está determinado por lo que hacemos, sino por cómo lo hacemos. Si pones al dinero como la prioridad de tu vida y de tu negocio, tarde o temprano entenderás que lo que haces carece de sentido.

Mientras, cuando entiendes que el dinero es un intermediario y la consecuencia de tus acciones y de tus decisiones, y te enfocas en ayudar a otros, en compartir tu conocimiento, en ayudar a otros a transformar su vida y a mejorar su negocio, llegará sin que lo busques. Y, lo mejor, llegará en compañía de beneficios mucho más valiosos: gratitud, lealtad y nuevas oportunidades.