“¿Alguna vez la has liado, Álvaro?”, me preguntó entusiasmado Joaquín. Antes de dar una respuesta, necesité unos segundos para saber exactamente qué me preguntaban, porque el término liar, que es del lenguaje común en España, pero no en Latinoamérica. En pocas palabras, significa armar un lío grande, meter la pata. Cuando lo recordé, reaccioné con una carcajada.

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Fue uno de los momentos divertidos que viví durante mi última visita a España, específicamente a Vigo, con ocasión del Congreso Somos Emprendedores Digitales (SED) que organizo junto con mi buen amigo Benlly Hidalgo. “Claro, claro que sí la he liado. Más veces de las que te imaginas y de formas más graves de las que te imaginas”, fue mi respuesta, Joaquín recibió con sorpresa.

Su gesto lo delató: asombro, primero y desazón, después. “¿No me crees?”, contrapregunté. Su cara parecía la de un espanto y se demoró unos segundos en reaccionar. “No, no, Álvaro, claro que sí te creo. Solo es que…”, dejó la frase incompleta. Después de que le pregunté una y otra vez si había algún problema, me dijo algo que, honestamente, me provocó un poco de vergüenza.

“Perdón, Álvaro, pero es que estaba convencido de que una persona como tú, El Padrino, jamás se equivoca”, me dijo. ¡Plop!, como decía Condorito, el protagonista de la famosa historieta chilena. ¿De dónde sacó Joaquín esa idea? Que el mercado me conozca como El Padrino de los negocios en internet, que sea no de los referentes del mercado, no significa que no esté expuesto al error.

Como cualquier ser humano, me equivoco. Y, la verdad, más veces de las que me gustaría reconocer. Lo hago todos los días, en todos los ámbitos, a pesar de que procuro no hacerlo. Son errores simples, pero también hay otros más graves con consecuencias. En mi trabajo, a pesar del conocimiento, de la experiencia y de las habilidades que desarrollé, me equivoco a diario.

Y cada día, así mismo, veo los errores que comenten mis clientes, las personas que me dieron el privilegio de asesorarlas. Equivocaciones que son parte del proceso, que nos brindan aprendizajes valiosos si tenemos la inteligencia para capitalizarlos y que, a la larga, se convierten en nuestros mejores maestros. Pero, claro, hay errores que son costosos y nos cuestan dolores de cabeza.

Dejemos algo en claro: no soy amigo del error, no soy alcahueta con el error, solo que aprendí que es parte del proceso y, como mencioné antes, fuente de aprendizaje. Lo ideal sería no cometer errores, pero sabemos que eso es imposible porque son parte de la naturaleza del ser humano. Entonces, no tiene sentido obsesionarse con el error, con evitarlo, porque ese es un gran error.

Como también lo es la tendencia que reina en el mercado, aquella de enseñarnos qué hacer y cómo hacerlo, pero casi siempre se olvidan de decirnos qué no hacer. Recuerda que todas las monedas tienen dos caras, y en el marketing las estrategias también las tienen. Entonces, es conveniente conocer cuáles son los errores más frecuentes y graves que nos llevan a liarla.

Estos son los cinco que, a mi juicio, debes combatir a toda costa:

1.- No validar tu producto. ¿Eso qué quiere decir? Que hay muchos emprendedores que lanzan un producto o servicio al mercado simplemente porque ellos, algún familiar o sus amigos les dicen que es una gran idea. Sin embargo, no se toman la molestia de investigar el mercado, de preguntarle, para saber si en realidad esa es una necesidad de la que todavía no solución.

Vender lo que tú quieres y no lo que el mercado requiere es un grave error porque todo lo que hagas será inútil. Tu dinero, tu esfuerzo, tu trabajo, tus recursos y tu tiempo irán directo a la basura. La mejor idea, amigo mío, es preguntarle al genio del marketing: al mercado. Valida tu producto, ajústalo a las necesidades del nicho al que atacarás y te evitarás muchos problemas.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

El mercado, tu cliente, es el genio del marketing: pregúntale y evita graves errores.


El error es parte de la esencia del ser humano y, por eso, inevitable. Sin embargo, hay algunos errores, que en el caso del marketing son graves (terribles), que están bajo nuestro control y a los que, por ende, podemos restarles poder. Estos son los cinco que mayor daño te hacen.


2.- No conocer a tu cliente. Cuando no sabes a quién vas a dirigir tu mensaje, cuando no sabes cuáles son las necesidades de tu cliente, cuando no conoces cuál es su dolor, tu mensaje se perderá. De hecho, nada te dará el resultado que esperas, porque hoy la clave del marketing está en tu capacidad para establecer una relación de confianza y credibilidad con el mercado.

Y, si no conoces a tu cliente, nunca conseguirás que confíe en ti, que crea en ti. Definir a tu (s) cliente (s) ideal (es) es una tarea imprescindible que muchos menosprecian y después lamentan. Lo más conveniente es definir más de un buyer persona, de acuerdo con cada uno de los segmentos que componen tu mercado. No lo olvides: tu cliente tiene mil y una caras.

3.- No medir los resultados. O medirlos mal, que es otra variante. A muchos emprendedores les cuesta cambiar el chip de las redes sociales, aquel de acumular seguidores. Sin embargo, te lo puedo jurar con una mano sobre la Biblia, no existe un negocio, uno solo, que subsista gracias a los seguidores. ¿Sabes por qué? Porque los seguidores no compran, quieren que les des todo gratis.

En marketing, lo que no midas, no sirve. Así, tajantemente. La clave para saber cuáles de tus estrategias funcionan, y cuáles no; para determinar qué corregir o reforzar, está en los números. Por fortuna, hoy existen poderosas y confiables herramientas que nos permiten medir cada paso que damos, cada clic. Las métricas son tu brújula: si no las tienes, andarás perdido sin remedio.

4.- Creerte un superhéroe. Es un vicio que termina por frustrar a buenos emprendedores que no evolucionaron y se quedaron en aquella época de los toderos en la que, por falta de recurso o de material humano, debíamos hacerlo todo. Sí, es cierto, en una época fue así porque no había alternativas, pero hoy este hábito se ha convertido en un serio obstáculo para muchos.

Aprender a delegar, a creer en otros que son especialistas, es una de las habilidades que un buen emprendedor debe desarrollar. Tu trabajo debe enfocarse en las 3-5 tareas cruciales, aquellas que tú y solo tú puedes hacer, como las estrategias de marketing, el networking o manejar el dinero. El resto, ponlas en manos de personas capacitadas que te permitan competir al más alto nivel.

5.- Ser desorganizado. Este mal hábito es como un travieso duende que se ríe de quienes lo ignoran. El quehacer del emprendedor es agobiante por la cantidad de tareas que debemos cumplir, de modo que si no eres organizado lo que te espera es el caos. Y, en ese ambiente, te quedará muy difícil, por no decir imposible, obtener los resultados que esperas y requieres.

Ser desorganizado es un hábito cultivado inconscientemente y su origen, por lo general, está en la procrastinación: acumulas tareas pendientes, tareas hechas a medias y tareas que esperas realizar algún día. Nunca comienzas con unas, nunca terminas con otras y así tu dinámica de trabajo es un caos. Aprende a priorizar, sé disciplinado, delega y algo muy importante: déjate ayudar.

Equivocarnos no está mal, porque no lo podemos evitar, porque es parte del proceso y, en especial, de la naturaleza humana. Sin embargo, en el marketing hay errores graves (terribles) de los que debes mantenerte alejado. Los cinco que acabo de mencionar son críticos, pero hay una buena noticia: todos dependen de ti, todos están bajo tu control. ¡Tú eliges!