Cada día, cuando me despierto, me dispongo a que ese día sea el mejor de mi vida. Quizás lo hago en silencio, para mis adentros, como si fuera un fósforo que prende la llama que me va a iluminar en esas 24 horas. Hay otras personas que lo hacen a nivel más consciente y elevan una oración, pidiendo la ayuda divina para que no haya imprevistos en esa jornada que van a comenzar.

Sin embargo, estoy seguro de que lo sabes, no están fácil como invocarlo en silencio o en una oración. A veces, muchas veces, la vida nos da sorpresas y nos cambia radicalmente el libreto que habíamos dispuesto para ese día. Para bien o para mal, por supuesto. Y está bien, porque la vida es dinámica pura, movimiento constante, evolución permanente. Cambia, cambia todo el tiempo.

El problema radica, precisamente, en nuestra resistencia al cambio. Cuando la vida nos sonríe y las cosas salen tan bien como las habíamos imaginado, o mejor, porque anhelamos que nunca cambie, que siga así por los siglos de los siglos. O, por el contrario, si andamos en las horas bajas, en esas en las que todo sale mal, porque imploramos que se acabe esa negra y horrible noche.

Nos cuesta entender que la clave de la tranquilidad en la vida es el equilibrio. Ni muy muy, ni tan tan, como decían las abuelas. Es decir, que no todo salga a la perfección, pero que tampoco todo salga al revés. Y, algo peor: nos aferramos, de la misma manera que el náufrago se abraza con fuerza el flotador cuando está en el mar en medio de una tormenta y no hay quien lo auxilie.

Mercadeo Global -Álvaro Mendoza

Si algo no sale bien, silencia esas vocecitas que encienden los miedos y te paralizan.

Lo más irónico es que muchas veces nos aferramos a aquello que nos hace daño: una relación tóxica, un vicio que consume nuestra salud, un ambiente laboral que nos limita y amarra, una zona de confort en la que nuestros sueños se extinguen. Y, claro, también nos aferramos a lo bueno, a lo positivo, y no sabemos reaccionar cuando soplan otros vientos, cuando llegan los dolorosos.

Como sicólogo clínico, puedo decirte con toda la autoridad del caso que esa es una situación muy común. Pero, también puedo decirte que hay solución. Y, además, puedo darte una buena noticia, una muy buena: está en tus manos. Depende de ti, solo de ti, evitar que esos cambios de rumbo de nuestros días se conviertan en una pesadilla y que esa pesadilla se prolongue indefinidamente.

Pero, comencemos por el principio. El problema es que anhelamos tener el control de las situaciones, de la vida, y eso no es posible. Cuando nos despertamos, imaginamos un día ideal en el que todo sale bien, en el que la vida nos sonríe a carcajadas, y nos incomoda cuando hay un cambio de rumbo. “¿Por qué, esto no es lo que había planeado? ¿Qué hice mal? ¿Por qué?”.


Adaptarnos a las nuevas condiciones que nos presenta la vida es una de las características
que nos evitan dolores y sufrimientos innecesarios. Busca el ángulo positivo de cada
situación y trata de sacar provecho. Recuerda: las consecuencias dependen de ti.


Nos atormentamos con esas preguntas, asumimos que somos los culpables de lo malo que nos sucede o de los imprevistos que nos cambian los planes. ¡Y no es así, amigo mío! Es, como lo dije antes, la dinámica propia de la vida. Para que haya bien, debe haber mal; para que haya alegría, debe haber tristeza; para que haya felicidad, debe haber dolor. Así es como funciona la vida.

Y, por supuesto, no la podemos cambiar. Lo que sí podemos cambiar en nuestra actitud frente a la vida, frente a esas circunstancias adversas, frente a los malos momentos, frente a los imprevistos que nos dañan el día. No es fácil, debo decírtelo, y exige tu mejor disposición, tu mayor esfuerzo. Es un aprendizaje, un entrenamiento diario para ver lo bueno aún en las peores situaciones.

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Cuando estés en los dolorosos, toma distancia y, con cabeza fría, analiza.

Por eso, te decía que la solución depende de ti. Si tú permites que tus miedos salgan a flote, te bloqueas. Si tú dejas que las circunstancias te pasen por encima, estás derrotado. En cambio, si tú te alejas y miras las cosas desde otra perspectiva, si respiras profundo y analizas lo que sucedió para ver los pro y los contra, si buscas ayuda especializada, sin duda vas a salir airoso.

Así es en la vida y en los negocios. A veces, con mucha ilusión, preparamos un producto y cuando lo ponemos a disposición del mercado no se dan las cosas. A pesar de que hicimos la investigación de mercado, de que definimos nuestro buyer persona, de que testeamos el producto y escuchamos al mercado, de que diseñamos buenas estrategias, los resultados no son lo que esperábamos.

Necesitamos aprender que no todo en la vida tiene una explicación racional (y no siempre la explicación racional es lo que queremos oír). Y debemos aprender también que aun en las más adversas condiciones la vida nos da las herramientas y los recursos necesarios para salir adelante, para cambiar la tendencia. Acá te comparto cinco consejos que a mí me han sido provechosas:


Esas ansias irreprimibles por tener el control absoluto de lo que nos ocurre en la vida tiene
origen en nuestra inseguridad. No confiamos en lo que somos y en aquello que la vida nos
ha regalado para conseguir lo que deseamos: herramientas, recursos, talento, conocimiento.


1) Acepta: el arte de la tranquilidad en la vida (y en los negocios) consiste en aceptar. Eso, claro está, no significa resignarte y conformarte. Quiere decir que entiendes que no tienes el control de la existencia, pero que estás dispuesto a trabajar por aquello que deseas y que darás la pelea si aparecen las dificultades en tu camino. La aceptación es importante en las buenas y en las malas.

2) Libera: uno de los efectos más importantes de los imprevistos es que nos sacuden, nos obligan a salir de la zona de confort en la que nuestros sueños se apagan. Libérate de aquello que te hace daño, entiende que las oportunidades están ahí para que las aproveches y, sobre todo, has uso de las herramientas y recursos que posees, de tus conocimientos y experiencias, de tus talentos.

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Nunca pierdas de vista lo que realmente es importante, tanto en la vida como en los negocios.

3) Silencia: una de las razones por las cuales los imprevistos nos sacan de casillas es porque les damos juego a esas vocecitas internas que alientan nuestros miedos, que nos dicen que no somos capaces, que nos invitan a procrastinar. Silencia esas voces y, más bien, escucha a tu corazón, sigue tus pasiones y recuerda que las situaciones te afectan solo ti tú se los permites.

4) Suelta: nada hay más dañino que amarrarnos a las cosas y pretender que nada cambie. Si tu negocio va bien, prepárate, porque en algún momento habrá dificultades; si son horas aciagas, trabaja y esfuérzate, porque pronto llegarán los gozosos. Lo que nos impide avanzar en la vida es el lastre que cargamos, las experiencias negativas, los miedos, las frustraciones, el temor al éxito.

5) Por qué y para qué: una vez superes la rabia que es natural, enfócate en captar el mensaje que te envía la vida. ¿Por qué está sucediendo esto? ¿Para qué la vida te enfrenta a esas dificultades? ¿Qué mensaje te quiere transmitir, qué lección quiere que aprendas? La vida no prepara cosas para fastidiarte, solo entona una melodía a su antojo y debemos aprender a bailar a su ritmo.