Estar atrapado en un trabajo que no te gusta, en el que no haces lo que te apasiona, es peor que estar encarcelado. Por eso, hace más de veinte años me convertí en un emprendedor y cada segundo confirmo que fue la decisión más acertada. No es fácil, sin duda, y menos por cuenta de los mitos que descalifican este estilo de vida. Te ayudo a derribar tres de los más populares.
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Ser emprendedor, hoy, es una tendencia. Ya no una moda, sino una realidad. Ya no una decisión cuestionable, sino una alternativa válida. Ya no la excusa de los vagos para no estudiar una carrera formal, sino un estilo de vida que muchos envidian. Fui uno de los primeros en lanzarme a esta apasionante aventura, sin saber exactamente en qué consistía, y cada día lo agradezco más.
Algunas veces lo he mencionado, pero no sobra repetirlo: a finales de los años 90, cuando armé mis maletas y me vine para los Estados Unidos con la intención de aprender qué era eso de internet y ver si podía comenzar un negocio en la red, eso de ser emprendedor estaba mal visto. Al menos, en Colombia: “deje de ser vago, estudie algo serio, si no quiere morirse de hambre”, decían.
Una concepción que, además de prejuiciosa, parte de una base equivocada: en los más de veinte años que tengo como emprendedor, si algo he hecho continua e intensamente es estudiar. De marketing, de negocios, de tecnología, de estrategias, de logística, de eventos, de ventas, de neurolingüística, de comunicación, de copyrwriting y otras cuantas especialidades más.
Además, mi intención de convertirme en emprendedor no obedecía a que quisiera hacerles el quite a los estudios formales, pues ya me había graduado como sicólogo clínico en una de las universidades más importantes del país. Y acreditaba varios años de ejercicio profesional. Lo mío fue por vocación y por convicción, porque me di cuenta de que el otro camino no me llevaba a ninguna parte.
Sí, me encanta mi profesión y me encanta ayudar a la gente, pero en este mundo moderno es imposible vivir de ganas, de buenas intenciones. Fui director de un hospital que atendía a pacientes farmacodependientes, pero la renovación de los contratos era un karma increíble y mi consultorio particular estaba vacío la mayor parte del tiempo, porque no había suficientes locos.
Es que esa era otra creencia que dificultaba mi oficio: nadie acepta que está loco y las personas creen que solo los locos deben ir al sicólogo o al siquiatra. Aún hoy, esa creencia está arraigada. Mientras, había una voz interior que cada vez alzaba más la voz y me decía que tirara todo al carajo y empezara esa nueva vida con la que siempre había soñado. Bueno, decidí hacerle caso.
Después del nacimiento de mis dos hijas, lo mejor que me ha ocurrido en la vida es ser un emprendedor. Soy feliz con la vida que tengo, que no significa que no haya dificultades, que no haya tropiezos, que no cometa errores, que no haya fracasado una y otra vez. Significa que es la vida que elegí, no la que me impusieron, una vida en la que disfruto de servir a los demás.
Por eso, me duele, me duele mucho cuando escucho a quienes descalifican a los emprendedores, a los que les desean fracasos, a los que se preocupan por ponérselas difícil. Estoy completamente seguro de que tendríamos un mundo mejor y de que viviríamos más felices si hubiera más emprendedores, si más personas tuvieran la valentía de perseguir sus sueños y hacerlos realidad.
Por eso, quiero compartirte mi opinión, que surge de mi experiencia de más de veinte años en el mundo de los negocios dentro y fuera de internet, acerca de algunos mitos que fueron creados precisamente para desmotivar a quienes sueñan con ser emprendedores. Elegí tres de esos mitos, aunque en realidad hay muchos más, porque estos tienen un terrible poder paralizante:
1.- “Nunca ganarás tanto dinero como para poder disfrutar la vida”.
Podría mencionarte los nombres de Elon Musk, Mark Zuckerberg o Bill Gates, tres de los más reconocidos emprendedores del planeta, pero seguramente me dirías que esas son las grandes ligas, una élite reservada para unos pocos. Entonces, déjame mencionarte a mis buenos amigos Benlly Hidalgo, el reverendo Hyuenuk Chu o Lalo Cortez, todos destacados emprendedores.
Ni ellos ni yo somos multimillonarios como los tres primeros que mencioné, pero todos tenemos la vida que deseamos, hacemos lo que nos gusta, amamos lo que hacemos y, no lo dudes, nos gozamos la vida. Viajamos, dictamos conferencias, compartimos nuestro conocimiento, conocemos a persona increíbles y, ten la absoluta seguridad, ganamos dinero para vivir bien.
2.- “Como emprendedor, jamás tendrás una estabilidad”.
Quizás sea cierta esta premisa, pero ese es parte del atractivo. De hecho, no es algo exclusivo del ámbito emprendedor, porque supongo que estarás de acuerdo conmigo en que la vida es como una montaña rusa, llena de altibajos, de dificultades, de vaivenes. Además, por si no lo sabías, la única verdad absoluta de la vida y de los negocios es la dinámica del cambio: cambia, todo cambia.
Como en cualquier otra actividad de la vida, como en cualquier trabajo convencional, cuando eres emprendedor estás sometido al mandato del mercado, que es cambiante, inestable. Hay etapas positivas y otras, negativas. La ventaja es que los emprendedores desarrollamos la habilidad de adaptarnos a las circunstancias y convertir en oportunidades lo que otros asumen como dificultades.
3.- “Eso de ser emprendedor es una moda pasajera”.
Nunca fue una moda y, mucho menos, algo pasajero. Lo que ocurrió fue que el mundo se demoró muchos años en entender que el emprendimiento era una opción real y válida a un ámbito convencional obsoleto, caduco. Y luego, cuando la realidad demostró que no era flor de un día, sino una alternativa que llegó para quedarse, la vieron con recelo, con desconfianza.
Cada vez son más las personas que cruzan la frontera, las que dejan atrás ese pasado en un trabajo tradicional y dan el paso para trabajar en algo que las apasiona, que las entusiasma, que les de la posibilidad de ser útiles y de sentirse útiles. Además, con un plus extraordinario: que el dinero ya no es el fin, sino una herramienta más que te ayuda a cumplir tus sueños y a transformar vidas.
Algunos llegamos a ser emprendedores por convicción y por vocación; otros lo hacen por descarte, porque no encontraron otra salida después de ser desechados en el ámbito laboral convencional. Lo cierto es que no me arrepiento ni un segundo: tengo la vida que quiero, soy dueño de mi tiempo, hago lo que me gusta, tomo mis propias decisiones y, para rematar, lo disfruto mucho.
Si volviera a nacer, no lo dudaría: volvería a ser emprendedor, pero ya no después de los 30 años, como en esta vida, sino mucho antes. Si aún lo estás pensado, no pierdas más tiempo: decídete y comienza a vivir los mejores años de tu vida (y los más duros, también). Si lo intentaste, pero fracasaste, inténtalo de nuevo. Nada de lo extraordinario en la vida, de lo que vale la pena, es fácil. ¡Ánimo!