En los primeros años de la vida, la curiosidad es la mayor fuente de aprendizaje del ser humano. Dado que desconocemos todo del mundo exterior, queremos saberlo todo. Y, aunque no sepamos hablar, aunque no tengamos conciencia de lo que sucede a nuestro alrededor, actuamos como una esponja que absorbe tanto como puede. Es, sin duda, una de las experiencias maravillosas de la vida.

Lo irónico es que a medida que crecemos, que tenemos conciencia de nuestros actos y que somos dueños de nuestras decisiones, esa curiosidad se extingue. O, al menos, se enfoca en algo distinto a ese deseo de conocimiento que tenemos en la niñez. Una de las razones es que ya sabemos bastante del mundo, lo que nos lleva a cometer un error: creer que ya sabemos demasiado.

Y nunca es suficiente, nunca es demasiado. Menos en un mundo como el actual, en el que los cambios se suceden a una velocidad asombrosa. Tan rápido, que muchas veces ni siquiera hemos podido acomodarnos al más reciente cambio cuando llega otro y nos rebasa. Y no me refiero solo a la maravillosa tecnología, sino también a las prioridades, los hábitos y los comportamientos.

En todos los aspectos y los ámbitos de la vida, pero si estás en el mundo del marketing lo vas a sentir con mayor rigor. ¿Por qué? Porque lo que hacemos los empresarios, dueños de negocios, emprendedores o profesionales independientes está determinado por el mercado, es decir, por todos y cada uno de los clientes. Estamos sometidos a sus necesidades, deseos y caprichos.

Que, por supuesto, cambian constantemente. Y no solo eso: también estamos sometidos a los caprichos de quienes manejan los hilos de los poderosos canales digitales a través de los cuales nos conectamos con el mercado, nos comunicamos con los clientes potenciales. Como dijo el escritor Mario Benedetti, “cuando creíamos que teníamos todas las respuestas, nos cambiaron las preguntas”.

Es algo que he vivido varias veces a lo largo de mi trayectoria como emprendedor. Y tantas veces, que ya perdí la cuenta. En las primeras ocasiones, lo confieso, me sacaba de quicio porque casi siempre significaba comenzar de nuevo, comenzar de cero. Es decir, el trabajo, el esfuerzo y todo lo realizado se caía como un castillo de naipes, acompañado de una sensación de impotencia.

Con el paso del tiempo, cada vez que se repetía esta situación me incomodaba menos. De hecho, en algún momento dejó de incomodarme y cruzó a la otra orilla. ¿Sabes a qué me refiero?  Se convirtió en un reto, un desafío. De los que me gustan, de los que no estoy dispuesto a dejar pasar así como así. En otras palabras, lo asumí como una oportunidad para hacerlo mejor cada vez.

Soy un convencido de que las cosas no suceden porque sí: siempre hay un propósito y pienso que ese propósito, por lo general, esconde una valiosa lección. Que a veces no es amable, que a veces nos provoca problemas que no estamos listos para enfrentar. Pero, al fin y al cabo, de eso se trata la vida, ¿no? Y, la verdad, esas oportunidades me brindaron increíbles e invaluables aprendizajes.

¿Cómo logré cambiar el chip? ¿Cómo conseguí transformar esa inconformidad en oportunidad? Cambié mi mentalidad, mi forma de ver las cosas. Sé que suena algo vago, que parece demasiado fácil cuando en realidad no lo fue, así que voy a confesarte el secreto: desperté el niño que hay en mí. ¿Eso qué significa? Volví a ser el niño curioso que lo quiere saber todo, como si desconociera todo.

La vida me enseñó que uno de los principales obstáculos a los que nos enfrentamos los adultos es aquel de dar por sentadas las cosas, por asumirlas como algo normal. El resultado de esta actitud es que dejamos pasar por alto lo importante, que no vemos lo obvio. Una situación a la que nos enfrentamos cada día con nuestros clientes, porque creemos saber todo acerca de ellos.

Y no solo eso: creemos saberlo todo acerca del mercado, y no es así. Con un agravante: si alguna vez, bien sea en el ámbito corporativo o en el digital, tuvimos éxito, asumimos que el resultado siempre será el mismo. De esa forma, lo único que conseguimos es bloquear la mente en esos momentos en los que se presentan dificultades o, peor, en los que comentemos algún error.

Después de muchas equivocaciones, aprendí que cada proceso, cada estrategia, es un universo distinto y, sobre todo, independiente de los demás, los anteriores. ¿Eso qué significa? Que si bien puedo replicar algunas acciones, puedo adaptar estrategias que antes me brindaron resultados positivos, ese proceso es nuevo y distinto y, por lo tanto, mal harían dejar cabos sueltos.

Míralo de la siguiente forma: tengo dos hijas, adolescentes, que en muchos sentidos son parecidas y que en otros más, la mayoría, son distintas. Tienen la misma sangre, he procurado educarlas con la misma atención y esmero, pero, dado que cada una es un universo único y distinto, sus respuestas son, así mismo, diferentes. Así es la vida, y me resulta algo extraordinario.

Te lo digo con autoridad porque lo viví muchas veces: en marketing, es fácil, muy fácil, cometer errores. En especial, cuando das las cosas por sentadas, por hechas; cuando asumes que te las sabes todas o, como ya lo mencioné, que todos tus clientes, proyectos y procesos son iguales. Por eso, implementé un manual para dar el primer paso, diez preguntas que me formulo siempre antes de comenzar.


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Despertar y activar el niño interior que hay en ti te permitirá sacar provecho de la curiosidad.


Veamos cuáles son:

1.- ¿A quién puedo ayudar HOY con el conocimiento, habilidades y experiencia que poseo?
A todos, o por lo menos a la mayoría ,nos gustaría ayudar a todo el mundo, ser agentes de una gran transformación que haga de este mundo un lugar mejor. Sin embargo, no es posible. Lo que sí podemos hacer es ir paso a paso: estás en capacidad de ayudar a algunas personas y hacerlo será un gran logro. Comienza con ellas y luego, en el proceso, la vida te permitirá ayudar a otras más.

2.- ¿Cuáles son mis principales fortalezas-habilidades?
Que, por supuesto, no son tu producto o servicio. Recuerda que la gente no compra eso, sino que en realidad compra la transformación que tú encarnas, que tú representas. Es decir, la gente lo que en realidad quiere es saber cómo te convertiste en quien eres porque quiere ser como tú. Por lo tanto, debes conocerte bien, de manera honesta y transparente, para ofrecer lo mejor de ti.

3.- ¿Cuáles son mis principales debilidades (qué vacíos debo llenar)?
No eres perfecto, como nadie lo es, y no importa. El mercado lo sabe y lo asume, así que no te preocupes por eso. Lo que la gente quiere, la razón por la cual levantó la mano, es porque tiene un problema que, confía, tú le puedes solucionar. Es decir, lo que le interesa es la solución o, quizás, la satisfacción de un deseo. Tienes límites: conócelos, asúmelos y concéntrate en tus fortalezas.

4.- ¿Cuál es la necesidad-deseo (dolor-ilusión) que puedo solucionar-satisfacer YA?
En una escala de 1 a 5, en la que 1 es el nivel más bajo, con lo que sabes hoy, con los recursos de que dispones hoy, quizás solo puedes ayudar a las personas de nivel 1 en un problema específico. No te mortifiques: a medida que avances, que aprendes, que te nutras del mercado, que le aportes valor al mercado, obtendrás lo que te hace falta para ayudar a otros más. Se trata de un proceso.

5.- Con lo que dispongo (conocimiento, herramientas, recursos), ¿puedo ayudar a esas personas YA?
Querer, créeme, no siempre es poder. Y tampoco es suficiente con conocimiento, aunque poseas mucho. ¿Entonces? Necesitas desarrollar un método, crear una solución y, no lo olvides, validarla antes de lanzarla al mercado. Ten paciencia, ve paso a paso, nunca dejes de aprender, apóyate en las personas que están allí donde tú quieres estar y da lo mejor de ti. La vida te recompensará.

6.- ¿Qué producto/servicio YA está en el mercado que puede solucionar-satisfacer esa necesidad-deseo?
Este es un paso que, lamentablemente, mucho omiten: no estudian el mercado, no establecen si hay competencia (y cómo es), no se preocupan por crear una solución distinta. La tendencia es a ser ‘más de lo mismo’, producto del tristemente célebre copy + paste. Sé cuidadoso, detallista, a la hora de decidir qué vas a ofrecer: ve un paso más allá, arriésgate, atrévete a ser diferente.

7.- ¿Qué producto/servicio puede crear que mejore esa oferta, aporte más beneficios?
Por la presión del mercado, hemos entendido más la innovación. No se trata de crear algo nuevo, al 100 %, sino de aportar una mejora. No te quiebres la cabeza, entonces, en intentar inventar algo que, quizás, no aporta algo diferente. Más bien, mira cómo, con lo que sabes y lo que tienes, puedes incorporar una mejora en un buen producto que ya existe. Tu esencia es la clave.

8.- ¿Qué me diferencia del resto de propuestas del mercado?
Piénsalo de la siguiente manera: eres único y especial, con todos tus defectos, limitaciones y los errores que cometes. Y está bien, porque así somos todos los seres humanos, sin excepción. A partir de tus fortalezas, de tu conocimiento, de tu pasión y, sobre todo, de tu propósito estás en capacidad de ayudar a otros. Hazlo a tu manera, con tu estilo, con transparencia y autenticidad.

9.- ¿Cuál es el propósito de lo que haces?
Conocer el para qué de tu vida es fundamental. No solo en los negocios, sino en cualquier ámbito. Y no solo el para qué, sino también el por quién. Si no sabes con certeza la respuesta, es probable que en algún punto del camino desistas o te desvíes. El propósito es una luz que ilumina tu camino y te permite tomar decisiones con mayor probabilidad de acierto. El propósito es tu GPS.

10.- ¿Cómo te gustaría que te recordaran cuando ya no estés (legado)?
Si me dices que no te interesa dejar un legado, ¡no te creo! Todos los seres humanos queremos dejarle al mundo algo que demuestra que nuestro paso por acá valió la pena, sirvió de algo para alguien. Y, lo mejor, todos podemos construir un legado que deje una huella positiva en la vida de otros y, por ende, nos haga inolvidables. Pista: tiene que ser consciente, una elección propia.

Moraleja: despierta y activa ese niño curioso que hay en ti. No te quede donde estás, con lo que ya sabes. Pregunta, consulta, cuestiona tu entorno y tu realidad. Sé insaciables a la hora de buscar las respuestas a tus inquietudes. No te creas aquello de que la curiosidad mató al gato porque eso solo te llevará a ser conformista. Ah, y no olvides que estás acá porque la vida te encomendó una misión extraordinaria.


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