“Ya no quiero escuchar más a los políticos. Quiero escuchar lo que pueden decir los expertos en pandemias, y a nadie más. Y que sean ellos los que estén ahí procurando que los hospitales tengan lo que han de tener, enfermeros y enfermeras con sus mascarillas, los ventiladores y lo que haga falta. Lo demás no me interesa. A ver si a partir de ahora se invierte en lo que de verdad importa”.
Estas contundentes declaraciones, que comparto en su totalidad, no salieron de la boca de un ciudadano cualquiera, sino de la de uno que desde hace muchos años sabe lo que es atender las necesidades de las víctimas de una tragedia natural. El autor esas palabras es el chef español José Ramón Andrés, uno de los protagonistas positivos de la crisis mundial por el COVID-19.
De hecho, Andrés fue portada de la prestigiosa revista estadounidense Time, del pasado 8 de abril. “Separados, pero no solos” es el título del artículo que destaca que “Andrés da una lección de liderazgo. En una catástrofe en la que la respuesta del gobierno de EE. UU. ha sido lenta, confusa e incierta, su cocina es un modelo del comportamiento -ágil, seguro, proactivo- que el público general necesita”.
¿De qué se trata? El prestigioso cocinero español, al que la misma revista Time escogió como una de las 100 personas más influyentes del mundo en 2012 y 2018, lidera efectivas acciones sociales destinadas a ayudar a los más necesitados en tiempos de coronavirus. A través de su proyecto humanitario World Central Kitchen, Andrés convirtió en comedores comunitarios 5 de sus restaurantes.
A comienzos de abril, viajó desde Washington, donde reside, hasta Oakland, en California, al otro lado del país, para asistir a los viajeros del crucero Grand Princess, que estuvo anclado allí durante dos semanas con 3.500 pasajeros a bordo, algunos de ellos contagiados con COVID-19. La comida fue preparada fuera del barco bajo los más estrictos protocolos “para garantizar el control sanitario”.
Algo similar hizo en Yokohama (Japón), con los pasajeros del buque Diamond Princess. Y no es la primera vez que cumple con esta labor humanitaria, pues ya lo había hecho, por ejemplo, cuando el huracán Harvey provocó enormes destrozos en el área de Houston (Texas). O cuando María avanzó con su poder destructivo por el Caribe y dejó una estela de dolor y destrucción en Puerto Rico.
Antes, a comienzos de 2010, también encabezó una cruzada humanitaria para atender a las víctimas del terremoto en Haití, una de las naciones más pobres de este lado del planeta. Y más recientemente se desplazó a California para tenderles una mano a los afectados por los voraces incendios que dejaron sin techo a cientos de miles de residentes de la zona. Está donde se lo necesite.
Andrés nació en Mieres, población de la comunidad autónoma de Asturias, que linda con Portugal, en el occidente de España, en 1969. A los 5 años se trasladó con su familia a Barcelona y fue allí donde desveló su gusto por la cocina. Siendo un adolescente, ya preparaba elaborados platillos para la familia ya los 15 ingresó a la Escuela de Restauración y Hotelería de la ciudad Condal.
A la par, se enlistó en la Armada de su país, como cocinero, y luego ingresó a la tripulación del buque escuela Juan Sebastián Elcano. Terminada esa aventura, llegó como aprendiz al prestigioso restaurante El Bulli, dirigido por Ferrán Adriá, que ha sido considerado varias veces como el número uno en el mundo de la gastronomía. Fue su posgrado, su maestría, su doctorado.
Al terminar los estudios, y con tan solo 21 años, cruzó el Atlántico para aterrizar en la cocina del restaurante El Dorado Petit, del fallecido empresario catalán Lluís Cruañas, en Nueva York. Dos años más tarde, se trasladó a Washington, para conformar equipo con Row Wilder y Roberto Álvarez en la cocina de Jaleo, el lugar donde se consolidó y se convirtió en una estrella mundial.
Aunque es muy crítico de la situación que vivimos y del manejo que le han dado los gobiernos de EE. UU., donde vive, y de España, su país, el chef José Ramón Andrés dejó la retórica y pasó a la acción. Cinco de sus restaurantes son comedores comunitarios para ayudar a los necesitados.
En la actualidad, Andrés es propietario de más de 30 restaurantes en ciudades como Las Ángeles, Las Vegas, Miami (South Beach), Arlington, Bethesda, Orlando y Filadelfia, además de Washington; también, en Dorado (Puerto Rico) y en Paradise Island (Bahamas). Su restaurante MiniBar, con solo 12 puestos, recibió dos estrellas Michelin en 2016, uno de varios reconocimientos recibidos.
Se lo considera el pionero en la preparación de los platos característicos de la comida española en este lado del Atlántico, el responsable de que los estadounidense aprendieran a comer apreciar y a comer paella, jamón ibérico y las tapas típicas, como las croquetas, el promotor de que en este país aprendieran a tapear. Su influencia es incuestionable, como también lo es su labor social.
Una labor que, como suele ocurrir, le ha significado ganarse uno que otro enemigo, como el propio presidente de los Estados Unidos Donald Trump. Sí, el mismísimo Trump. El origen del cortocircuito ocurrió en 2015, en plena campaña presidencial, cuando Andrés tomó la decisión de cancelar el acuerdo para abrir un restaurante en el International Trump Hotel de Washington.
Dos semanas más tarde, el hoy mandamás estadounidense entabló una demanda en la que solicitó 10 millones de daños y perjuicios. En 2017, tras ires y venires judiciales, llegaron a un acuerdo. Sin embargo, la relación quedó rota y Andrés es uno de los mayores críticos de la forma en que Trump ha manejado la crisis. “Está más preocupado porque Wall Street se hunda que por el virus en sí”, acusó.
Pero, antes que quejarse, decidió tomar acción, decidió ayudar. “Hoy, la realidad es que los restaurantes dejaron de ser aquel negocio para celebrar, divertirte y comer bien, para convertirse en un centro de emergencia. Te quedas con un grupo muy reducido de empleados, porque en estas circunstancias no puedes tener gran cantidad de personas en un espacio reducido”, explicó.
Según el famoso chef español, “la situación tan extraordinaria que vivimos nos cambiará la vida, nos ensañará a mirar a los demás de otro modo. Esa persona que nos traía la pizza a casa y a la que a veces ni mirabas a los ojos, de repente es un héroe que lleva la comida a personas mayores o con problemas en su sistema inmune. Y han pasado a ser una figura crucial en sus vidas”, agregó.
También se refirió a los dependientes de los almacenes y supermercados que no han podido cuidarse durante cuarentena. “Esa persona que durante 12 horas recibe a gente para que tú tengas comida en casa se está exponiendo. Ellos son héroes de carne y hueso que van a trabajar cada día y que se arriesgan por los demás. Y eso es bonito y muy duro a la vez”, expresó.
Por eso, entiende que lo mejor que puede hacer es apoyarlos desde su trinchera, desde su cocina. Trabaja con otros restaurantes que se han asociado para dar mayor cobertura, incluida la atención de bomberos y policías. También tiene lista la apertura de un centro de emergencia en un campo de béisbol en Washington y se prepara para el peor de los escenarios, “por si el sistema se derrumba”.
“Ahora nos vamos a dar cuenta de que tenemos muchas tonterías que nos separan cuando todos estamos en el mismo barco, que es este planeta. Debemos olvidarnos de los muros y de fronteras. Estados Unidos quiere un muro que lo separe de México cuando es Estados Unidos el que hoy está infectando a México. Esto que sucede con la crisis va a poner a todos en su sitio”, sentenció.
Desde 2010, Andrés trabaja de la mano de su proyecto World Central Kitchen asistiendo a las víctimas de distintas emergencias naturales. Estuvo en Haití, tras el terremoto; en Houston y Puerto Rico, tras los huracanes, y también en California, tras los incendios forestales. Fue nominado al premio Nobel de la Paz en 2018 por sus acciones solidarias.