“Ay, Álvaro, es que mi hijo ya va a salir a vacaciones y, con él en la casa, se me hace muy difícil trabajar. Estoy preparando un webinar para captar prospectos y, la verdad, me aterra la idea de que no me va a alcanzar el tiempo para todo. La frase, cargada de angustia, me la compartió una de mis clientas durante una sesión de asesoría, hace unos días. Y, la verdad, me conmovió.

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¿Por qué? Porque hace un tiempo estuve en una situación similar. Desde que era adolescente, me convertí en un ser nocturno. Me encantaba la noche, y no solo para salir con los amigos o estar de fiesta, sino también para trabajar. Había menos ruido, mayor tranquilidad, casi no se interrumpían y, algo muy importante en esa época, la línea telefónica estaba libre para conectarme a internet.

Si tú no viviste esa época, finales de los años 90, te costará trabajo entenderme. No había banda ancha, ni wifi, y la conexión a internet se hacía por la línea del teléfono, que por supuesto no era el móvil, sino el fijo. Sin embargo, era una conexión lenta, inestable, que se complicaba más en las horas en las que las líneas se congestionaban. Y si alguien debía llamar, había que desconectarse.

Durante muchos años, tuve rutina nocturna hasta que hace poco más de un año mi vida dio un giro radical y me hice cargo de mis hijas. Entonces, debí cambiar mis hábitos y levantarme temprano, para alistarlas y llevarlas al colegio. Fue durísimo al comienzo, pero poco a poco me adapté y ahora soy madrugador y me cuesta trabajar en los horarios nocturnos del pasado.

Para muchas personas, este cambio significaría un caos o un problema mayúsculo. Para mí, sin embargo, ha sido algo fantástico: me di cuenta de que me estaba perdiendo los mejores años de mis hijas, los de su crecimiento, aquellos en los que los niños descubren el mundo. Y, si bien vivo de mi negocio, sé que mi prioridad son ellas y estoy dispuesto a hacer lo necesario por su bienestar.

Te mentiría si afirmo que ese cambio no me produjo inconvenientes, porque sí los hubo. Requerí ajustes, algunos drásticos, en mi rutina diaria. No solo levantarme temprano, que nunca me gustó, sino también los horarios de trabajo. Con una arandela: ahora, religiosamente, a las 4 de la tarde debo interrumpir lo que estoy haciendo para ir al colegio a recoger a mis hijas. Es algo sagrado.

Otro tema importante es que he tenido que trabajar con mis hijas para que entiendan y acepten mis tiempos laborales. Si eres padre, sabrás que no es algo fácil, porque los hijos demandan tu atención todo el tiempo, saben que son tu prioridad y quieren que se lo demuestres permanentemente. Por fortuna, son muy receptivas y respetan mis tiempos de trabajo.

Los primeros meses, te lo confieso, fueron duros. Me costó soltar esa rutina que me acompañó por tantos años y en la que me sentía muy cómodo. Después del mediodía me daba sueño y me tocó también reordenar el horario de las comidas. No fue fácil, pero los momentos que podía compartir con mis hijas inclinaron la balanza. Hoy, soy estoy feliz y mi trabajo volvió a la normalidad.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Aunque no lo creas, la productividad comienza por tu sitio de trabajo, tu lugar sagrado.


Ser más productivo no es cuestión de tiempo, sino de organización y de disciplina. Se trata de aprender a gestionar tu vida laboral sin que entre en conflicto con la personal, con la vida misma. Te comparto cinco estrategias que me ayudaron a reinventar mi jornada laboral.


¿Cómo lo hice? Te revelo cinco estrategias que me permitieron reinventarme:

1.- Tu espacio, tu reino. Para muchas personas, este aspecto es secundario, pero si piensas así estás equivocado. Tu espacio de trabajo es sagrado, especialmente si trabajas en casa como lo hago yo. No puede ser el comedor, no puede ser la sala de estar, sino que necesitas un lugar privado, pensado y adaptado para que puedas llevar a cabo las tareas que tu labor demanda.

El mío es un cuarto grande en el que tengo todos los equipos que requiero. Algunas pocas personas que pudieron entrar allí (no suelo abrirlo para cualquiera) se han sorprendido porque parece el estudio de un canal de televisión. Cámaras, monitores, pantallas gigantes, micrófonos, luces, equipos de grabación, en fin. Es mi sitio en el mundo y parte de mi vida transcurre allí.

2.- Aleja las distracciones. Este es uno de los hábitos más difíciles de adoptar cuando trabajas en casa y, como lo mencioné antes, una de las razones por las cuales me acostumbré a trabajar en la noche. De ser posible, insonoriza el lugar para que los ruidos externos (de otras habitaciones o de la calle) no te distraigan. Y asegúrate de que tienes la opción de bloquear la puerta.

Por supuesto, también debes disciplinarte en cuanto a redes sociales, televisión, música o cualquier otro agente externo que pueda distraerte. Silencia tu teléfono (en especial, las benditas notificaciones) y salvo que sea necesario no prendas equipos que puedan afectar tu nivel de concentración. El arte de la productividad está en fijar un tiempo para cada actividad.

3.- Establece tiempos. Una de las prácticas laborales más tóxicas es aquella de las jornadas extendidas que, inclusive, suelen pasar por alto el receso para el almuerzo. Es por aquella vieja y equivocada creencia de que si el empleado está en su lugar de trabajo ¡está trabajando! Y no siempre es así. La clave está en dividir tu día en períodos que puedas controlar sin problema.

¿Por ejemplo? Haces pausas activas luego de hora y media de trabajo. Te paras, caminas, vas al baño, te tomas un café, juegas 5 minutos con tu mascota, miras el teléfono a ver qué novedades hubo, le das una rápida mirada a tu correo, en fin. Una pausa de 15 minutos y luego vuelves al trabajo ¡con una actividad diferente! Así, sentirás como si tu día apenas comenzara.

4.- Termina lo que empiezas. Esto es fundamental. El principal motivo de la desorganización en el trabajo es la procrastinación, un mal al que los emprendedores somos muy propensos. ¿Por qué? Porque realizamos demasiadas tareas de diversa índole y permitimos que el frenesí de la rutina nos lleve por delante. La forma más eficaz de acabar con esto es terminar cada tarea que inicias.

Fijar una agenda desde la noche anterior es una estrategia útil. A cada tarea fíjale un tiempo de ejecución y procura terminarla en ese período. Fíjate objetivos que puedas cumplir, inclusive cuando se presentan imprevistos. No te sobrecargues y tampoco pierdas la paciencia: el secreto de la productividad está en el método, en el sistema que diseñes para optimizar tu tiempo.

5.- Deja tiempo para vivir la vida. Este es uno aspecto que la mayoría omite, y es un grave error. De hecho, es el origen de muchos de los problemas que enfrentamos en el ámbito laboral. Descansa, programa tiempo para lo que más te gusta (cocinar, leer, ir al cine, escuchar música, pasear al perro) y también para practicar ejercicio o para tareas tan comunes como ir al supermercado.

La mayor parte de la vida la dedicamos a trabajar, es cierto. Sin embargo, debemos aprender que no todo en la vida es trabajo. Hay una vida por vivir, una maravillosa. Sal con tus amigos, pégate una escapada con tu pareja, prémiate de cuando en cuando y, sobre todo, no te conviertas en el esclavo de tu propio negocio. Recuerda: el trabajo es reflejo de tu vida; sé feliz y serás exitoso.