Hace unos días, durante la Semana Santa, llevé a mis hijas a una fiesta con unos amigos, para celebrar el cumpleaños de uno de ellos: llegó a 12. Más allá de lo común en este tipo de reuniones, los payasos, la torta y las sorpresas, hubo algo que llamó mi atención. Steven, el festejado, respondió de manera inusual a una pregunta sencilla que le formuló su padre.

“Celebramos con felicidad por el hombre de la casa, que se nos creció y pronto seguirá los pazos de su padre en la empresa familiar. ¿Cierto, hijo?”, preguntó Mark, convencido de cuál sería la respuesta que recibiría. Sin embargo, ¡oh sorpresa! “Dad, yo quiero ser emprendedor, como Álvaro”, dijo el niño señalándome a mí, que quedé involucrado en una situación incómoda.

Repito: era una fiesta de cumpleaños común y corriente, que transcurría con absoluta normalidad y en la que los niños disfrutaban mucho. Sin embargo, una de esas preguntas que los adultos solemos hacer sin medir las consecuencias derivó en una especie de tsunami. La verdad, no tengo palabras para describir el gesto de Mark al escuchar a su hijo, y se atragantó con un trozo de torta.

De inmediato, así mismo, sobre mí se posaron los ojos acusadores: ¿de dónde había sacado el pequeño Steven esa idea de ser emprendedor? Por supuesto, yo no tenía responsabilidad alguna y estaba igual de sorprendido que Mark. Después de que pasó el efecto del impacto, nos dimos a la tarea de saciar la curiosidad: le preguntamos al cumpleañero cómo se le había metido esa idea en la cabeza.

Cuando yo tomé la decisión de convertirme en emprendedor, a finales de los años 90, eso de ser emprendedor no estaba bien visto. De hecho, estaba mal visto: era algo con o que se relacionaba a las personas que estaban sin empleo y que, además, no tenían claro qué hacer con su vida. Por eso, cuando alguien decía que quería ser emprendedor, le aconsejaban “dedicarse a algo útil”.

Esa fue una frase que escuché decenas de veces de boca de mis familiares y de mis amigos. “¿Y es que se cansó de vivir bueno?”, me preguntaban. “No, lo que pasa es que quiero vivir mejor que todos ustedes”, les respondía. Hoy, con humildad, puedo decirte que muchas de esas personas que me cuestionaban están orgullosas de mis logros y, claro está, admiran lo que he logrado.

Es que, claro, los tiempos han cambiado. Hoy se habla de ser emprendedor igual que de ser médico, abogado, periodista o ingeniero. Ya nadie te estigmatiza: por el contrario, te felicitan por tener la valentía de perseguir tus sueños y por atreverte a salir de tu zona de confort. Contrario a lo del pasado, ser emprendedor es bien visto y hasta se asimila con éxito, libertad y prosperidad.

Hoy son muchos los que quieren ser emprendedores, en especial aquellos que están atrapados en un trabajo que no los satisface, que les impide ser felices y en el que no reciben la remuneración que desean. Algunos, los más desesperados, le apuntan al emprendimiento como la única salida a su situación, pero estos son casos en los que los resultados por lo general no son los esperados.

¿Por qué? Porque ser emprendedor no puede ser la salida desesperada, la última opción; debe responder a una vocación de servicio, a una pasión, a un genuino interés por ayudar a otros con tu conocimiento, tu experiencia, tu talento y tus recursos y herramientas. Es decir, debe ser una decisión consciente que te enriquezca intelectual y personalmente, no solo económicamente.

Además, antes de dar el primer paso necesitas asegurarte de que sabes en dónde te vas a meter. Sí, porque conozco a muchas personas que comenzaron el camino ilusionados por una falsa promesa y a la vuelta de la esquina renegaban de su decisión. Para colmo, en vez de aceptar su responsabilidad, culpaban a internet, culpaban al oficio emprendimiento, que no son la razón.


Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Convertirse en emprendedor sin saber de qué se trata puede provocarte fuertes dolores de cabeza.


Ser emprendedor no es tan fácil como pregonan por ahí o como piensan muchos. Si bien no es una profesión formal, sí tienes que cumplir con algunos requisitos (exigentes) para pretender alcanzar el éxito. Antes de dar el primer paso, entonces, analiza si reúnes las condiciones. Si no, trabaja en adquirir el conocimiento, en desarrollar las habilidades, en aprender las estrategias.


Para que no cometas ese error, ese grave error, te cuento qué necesitas para ser emprendedor:

1) Tolerancia al cambio: ser emprendedor significa salir de la zona de confort y enfrentar la vida, con todo y sus dificultades, con la mente abierta y la disposición de superar las dificultades. Y, de manera muy especial, saber adaptarse a los cambios, que son frecuentes, que son radicales. Tienes que aprender a lidiar con los errores, con el fracaso, y sabes gestionar el éxito.

2) Organización y disciplina: salir de la oficina y trabajar desde casa o desde cualquier lugar no es tan fácil como parece. Requieres mucha disciplina para dar abasto con las tareas, para cumplirles a tus clientes, para gestionar tu negocio de manera adecuada. Necesitas, además, combinar la vida laboral con la personal, para que no se produzca un corto circuito que te haga tropezar y caer.

3) Vender y negociar: son dos habilidades indispensables. Sin embargo, muchos abren un negocio sin haberlas desarrollado y, por eso, pagan un alto precio. Tienes que pensar primero en tu cliente, en los beneficios que estás dispuesto a brindarle, en su bienestar, y luego en tu interés particular. Recuerda que el mejor negocio del mundo es servir y que la venta es, siempre, una consecuencia.

4) Humildad y persistencia: caerás, caerás muchas veces antes de poder celebrar un éxito. Por eso, debes estar preparado para enfrentar los malos momentos (que serán muchos y frecuentes) sin perder el entusiasmo. Y necesitas persistir, insistir y no desistir: la pasión por lo que haces y la vocación de servicio te servirán para continuar, para no distraerte, para lograr lo que deseas.

5) Educación y acción: sin duda, lo más importante. La razón por la cual muchas personas fracasan en su intento por ser emprendedores es porque creen que con lo que saben de su profesión es suficiente, o porque creen que saben vender. Se requiere formación continua en diferentes ámbitos y, sobre todo, pasar a la acción. De nada sirve el conocimiento si no eres capaz de aplicarlo.

Después del nacimiento de mis hijas, ser emprendedor es lo mejor que me ocurrió en la vida, la decisión más acertada que tomé (una que tomaría mil y una veces más). He tenido la posibilidad de triunfar gracias a que reúno las condiciones que acabo de mencionar y, en especial, a que cada día renuevo esfuerzos, confirmo que esto es lo que quiere hacer en mi vida, y lo hago con pasión.