“A este mundo llegamos solos y de él nos vamos en soledad. Sin embargo, mientras hacemos el tránsito, se nos encomendó la tarea de ayudarnos los unos a los otros”. No sé quién es el autor de esta frase, que me encontré hace unos días en internet, y que es realmente genial, ¿cierto? Estoy seguro de que es una premisa que encierra buena parte de la felicidad en la vida.
Recuerdo los primeros meses de mi aventura en Estados Unidos, cuando todavía ni siquiera había encontrado el marketing digital en mi camino. Había tomado la radical decisión de dejar mi país, mi familia, mis amigos, la vida que tenía en Colombia a finales de los años 90 y que no me satisfacía. Los altibajos laborales y la falta de oportunidades me impulsaron a cambiar.
Fue, entonces, cuando en mi horizonte apareció internet, una misteriosa tecnología que unos pocos expertos vaticinaban “va a cambiar el mundo”. El resto, la inmensa mayoría, o no le prestaba la atención adecuada o, peor, la ignoraba. Además, estaba el terrorismo sicológico del “internet va a acabar con miles de empresas, con millones de empresas”. ¿Te suena familiar?
Cuando llegué a los Estados Unidos, con la intención de saciar mi curiosidad acerca de esa misteriosa tecnología, me afinqué en el estadio de Ohio. Un amigo de la juventud me acogió y me permitió comenzar esta aventura. Fueron días difíciles porque pasaba la mayor parte del tiempo solo, casi no tenía comunicación con mi familia y me sentía extraño en ese lugar.
Además, no encontraba el rumbo de mi vida. Ya tenía la certeza de que internet era una muy poderosa herramienta que iba a servir, pero no sabía cómo. Con el paso de los días, aquella sensación de soledad, de desorientación, de vacío, se hizo más fuerte. Y como no soy una de las personas que se quedan quietas, armé mis maletas y me vine a vivir a La Florida.
Fue otro cambio radical y, sobre todo, positivo. El clima, la hospitalidad de la gente, los hábitos, las costumbres, la comida…, en fin. Fue como volver a nacer, recuperé la energía, la alegría de vivir y pude comenzar a desarrollarme en lo profesional y en lo personal. Y lo mejor, ¿sabes qué fue lo mejor? Que encontré más personas que transitaban por el mismo camino.
Sentí como si, después de andar perdido en un bosque o en la selva durante días, hubiera encontrado una salida o me hubieran rescatado. Esa maravillosa sensación que experimentó Chuck Noland, el inolvidable personaje de Tom Hanks en Náufrago, cuando lo rescataron tras pasar cuatro años en una isla desierta. Ya no estaba solo en mi mundoy era fantástico.
Una de las experiencias más agradables que disfruté fue la de conectarme, a través de correo electrónico, con otros colombianos y latinos que estaban no solo en Estados Unidos, sino en lugares tan distantes como Rusia, Australia o Argentina. No nos veíamos, nos reuníamos, solo intercambiábamos emails porque era la opción que nos daba la tecnología, pero era increíble.
Me imagino que es la sensación que experimentan los astronautas cuando regresan a la Tierra después de una prolongada misión: recuerdan que no están solos en el universo. Por lo que nos enseñan, por lo que vemos de otros, no sabemos estar solos o, peor, tenemos pánico de estar solos, de quedarnos solos. Sin embargo, qué ironía, cada vez estamos más solos.
A pesar de la asombrosa evolución de las herramientas, de que disponemos de opciones que hace 25 años era imposible imagina, ¡estamos más solos! Los sucesos vividos en los últimos años nos lo han demostrado de manera dolorosa y, en especial, son un llamado de atención en relación con aspectos como la salud mental y el impacto de las relaciones con otras personas.
Disponemos de poderosas alternativas que nos permiten conectarnos en tiempo real, vía texto, voz o imagen, como alguien que, literalmente, está del otro lado del mundo. Y, además, de forma gratuita o a un bajo costo. Sin embargo, cada vez nos sentimos más solos, estamos más solos, un problema del que, según los expertos, hoy tan solo vemos la punta del iceberg.
Un problema que, además, se manifiesta en todas las actividades de la vida, no solo en las relaciones. En el marketing, por ejemplo, es muy frecuente. Ahora que al ecosistema digital llegaron tantas personas nuevas, que anteriormente solo hacían uso de las redes sociales o del correo electrónico, el índice del síndrome del emprendedor solitario llegó a límites increíbles.
Las razones son múltiples:
1.- Son personas que, en virtud de su conocimiento y experiencias acumuladas, piensan que lo pueden hacer solos, que están capacitados para triunfar en este nuevo escenario
2.- Son personas que se lanzaron a la aventura del emprendimiento sin contar con el apoyo de su familia, de sus amigos, y se empecinan con avanzar solos, a pesar de las dificultades
3.- Son personas que carecen de los recursos económicos necesarios y eligen el modelo ‘yo mismo lo hago’ (‘puedo hacerlo solo’), una distorsión del espíritu del autodidacta
4.- Son personas que creen que no deben compartir su conocimiento por temor a que otro les robe sus ideas, sus proyectos, y prefieren mantenerse alejadas del resto, aisladas
5.- Son personas que desconocen, o no reconocen, el espíritu del ecosistema digital, basado en internet, que surgió como ‘la red de redes’, una promesa que sigue vigente
Te lo digo con la mano en el corazón: si trabajas en internet (no importa si eres una empresa, un negocio, un emprendedor o un profesional independiente) y te sientes solo es porque así lo decidiste. Bien sea porque crees que no necesitas ayuda, apoyo o compañía, bien porque tus expectativas son muy elevadas y, entonces, piensas que nadie las puede satisfacer.
Estar solo, sentirte solo, mantenerte aislado, en el pasado era una circunstancia frecuente. Era prácticamente inevitable. Hoy, en cambio, se trata de una decisión, de una mala decisión. No solo porque esa soledad te abrumará, sino en especial porque limitará tus resultados. ¿Por qué? Porque la competencia es inmensa, es feroz, es despiadada, y solo no podrás sobrevivir.
El sentimiento de pertenencia, de unidad, de comunidad, representa una de las necesidades básicas del ser humano. Por esencia, somos seres sociales, es decir, nacidos para vivir en compañía, en comunidad, para pertenecer a algo. De lo contrario, nos sometemos a estar confundidos, perdidos y, sobre todo, vulnerables. Nos negamos el beneficio de la interacción.
Nos guste o no, aunque seamos muy buenos en los que hacemos, aunque nos cueste trabajo confiar en los demás, necesitamos de los otros. Para nacer, necesitaste de tus padres y de los médicos; para aprender, de los maestros y de tus compañeros; para gozar la vida, de tu familia y de tus amigos, y así sucesivamente. Estamos hechos para vivir en comunidad.
En marketing, en el emprendimiento, en el trabajo como profesional independiente, requieres el apoyo de otros. No lo puedes hacer todo solo tú, no puedes solo. Las grandes marcas, las que son referentes del mercado, en últimas son equipos, es decir, grupos de personas que comparten un propósito, que unen esfuerzos, que se ayudan las unas a las otras…
“Si vas solo, llegarás más rápido; si vas acompañado, llegarás más lejos”. Esta frase, que algunos dicen es un proverbio africano y otros, que es chino, resume el mensaje que quiero transmitirse en este contenido. Puedes disponer de todas las herramientas, de dinero, de conocimiento y experiencia, pero si quieres subir a la cima necesitarás la ayuda de otros.
Recuerda: nadie, absolutamente nadie, escaló el Everest en solitario. Desde que se registró la primera ascensión, en 1953, se calcula que la cima se alcanzó al menos seis mil veces. Y siempre, sin excepción, fueron grupos de alpinistas y sherpas (o guías). El éxito, no importa la forma en que lo concibas, es fruto de un trabajo de equipo, de un esfuerzo colectivo.
Llegué a la cima de los negocios gracias al apoyo de mis padres, a las enseñanzas de mis mentores y de las personas que me brindaron su ayuda. Me he mantenido como referente del mercado hispano gracias a mis clientes, a las personas que han ofrecido su conocimiento y sus experiencias, a mis socios, a mis colegas y, también, a mis competidores (que me han exigido).
Cuando comencé mi trayectoria, todo lo que tenían eran grandes sueños, ilusión y ganas de comerme el mundo. Hoy, con muchos sueños por cumplir, la misma ilusión y ganas, le doy gracias a la vida por las personas que me rodean y, en especial, por la comunidad que podido construir. No solo es el fruto de mi trabajo, sino también, el legado que quiero dejar al mundo.
No estás solo, no tienes que luchar solo: por fortuna, a diferencia de lo que sucedía hace más de 20 años, abunda la ayuda, la compañía idónea. Somos muchas las personas a las que puedes recurrir en busca de ayuda, de asesoría y, en especial, de lo más importante, de acompañamiento. Elige a quien conecte con tus principios y valores, con tus sueños.
“A este mundo llegamos solos y de él nos vamos en soledad. Sin embargo, mientras hacemos el tránsito, se nos encomendó la tarea de ayudarnos los unos a los otros”. No olvides que lo que la vida te ha concedido, conocimiento y experiencias, dones y talentos, carece de sentido si no lo compartes con otros y, en especial, si no lo usas para construir un mundo mejor con otros.
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