Cuando emprendemos una aventura, todos los pasos son difíciles. Sin embargo, creo que coincidirás conmigo en que el primero es, casi siempre, el más difícil de todos. A mí, al menos, se me complica mucho porque es el más incierto: no sabes qué va a pasar si continúas y, por supuesto, no quieres dar marcha atrás y volver al punto de partida con la sensación del fracaso.
Cuando das el segundo paso, el tercero, el quinto, el décimo, esa inseguridad va desapareciendo, te das cuenta de que puedes hacerlo, te olvidas de aplicar la reversa. El primero, sin embargo, es el más difícil. Entre otras razones, porque además de esa incertidumbre por lo que viene está el miedo a saber si es el momento adecuado para arrancar o mejor lo dejamos para más tarde, para después.
Cuando no estás conforme con la vida que llevas, especialmente con el trabajo que tienes, dar el primer paso es muy muy difícil. A mí, por lo menos, me costó mucho darlo. Mucho esfuerzo y también mucho tiempo para reunir las fuerzas necesarias. Tomar la decisión de convertirse en un emprendedor es algo que, en pleno siglo XXI, no es del todo bien visto. Inclusive, es mal visto.
Sí, en algunos círculos, en algunos países, ser emprendedor es algo parecido a cuando por allá en los años 70 y 80 uno les decía a los padres que quería ser artista, o cantante, o comunicador social. Le decían que era un vago, que no servía para nada, que solo quería andar de farra. Y le daban una orden perentoria: “¡Búsquese un trabajo serio y póngase a producir!”.
Ha cambiado esa percepción, no se puede dudarlo, pero todavía son muchos los que creen que ser emprendedor no es un trabajo serio. ¡Y vaya cuán equivocados están! Después de tanto tiempo dedicado a esta actividad, creo que sé cuál es la razón: detrás de esa prevención lo único que esas personas esconden en su miedo a dejar lo tradicional y lanzarse a buscar sus sueños.
El problema es que nunca es posible saber si el momento es el adecuado. Y, a mi modo de ver, ese es un gran encanto de la vida. ¿Te imaginas lo aburrido que sería vivir si se ajustara a un libreto racional? Esas sorpresas que nos da la vida, esas dificultades que surgen en el camino, esa satisfacción después de superar los obstáculos, son el condimento que le da sabor a la existencia.
De hecho, puede decirte algo con plena seguridad: nunca, pero nunca, podrás saber si es el momento adecuado. Para bien o para mal, nunca lo sabrás. Es por eso que para ser emprendedor se requiere una dosis de valentía, es por eso que ser emprendedor implica salir de esa zona de confort que te mantiene estancado, es por eso que volverse emprendedor es tan apasionante.
Recuerda algo que he dicho en otras ocasiones: ser emprendedor es la decisión de vida más importante que puedes tomar. No solo porque determina el rumbo de tu vida, sino que también afecta la de quienes están alrededor: tu familia, tus amigos. No puedes improvisar (no deberías hacerlo), porque el costo del fracaso eventualmente es muy alto.
Necesitamos un GPS
Cuando uno decide convertirse en emprendedor, hay varias situaciones de las que debe ser consciente: el riesgo de fracaso es más alto que en un trabajo convencional y, para rematar, tú y solo tú pagas las consecuencias. Además, es muy probable que asumas el reto en solitario, porque tu familia y tus amigos te consideran un loco y no están dispuestos a dar ese salto al vacío.
Sin embargo, y esta es la parte que más me gusta, el beneficio que recibas será tan grande, tan reconfortante, tan tuyo, que valdrá la pena haber corrido el riesgo y habrá valido la pena sufrir esos fracasos en el camino. Lo que está claro es que nunca es posible saber si es el momento adecuado, aunque te daré tres tips que pueden ayudarte a saber si dar el primer paso o esperar:
1) Tienes dudas: en caso de duda, ¡abstente! Ni se te ocurra empezar si eres un barquito de papel que navega en un mar de dudas. Para arrancar un emprendimiento, todos tus planetas deben estar alineados al ciento por ciento. No puedes darte el lujo de echar a perder tus sueños simplemente porque te apresuraste, porque diste el primer paso antes de tiempo.
Ser emprendedor exige de ti el máximo y un poco más: 100+ %. No confundas desespero con seguridad. Debes estar sinceramente convencido, absolutamente seguro de lo que quieres, honestamente dispuesto a enfrentar las dificultades, completamente consciente de que no será fácil, decidido a luchar hasta el final. Si tienes dudas, ¡abstente! Ya llegará el momento.
2) Estás improvisando: con esa actitud, ¿sabes a dónde vas a ir a parar? Como dice el tango, “cuesta abajo en tu rodada”. Antes de dar el primer paso y saltar al vacío, el primer paso (y perdona la redundancia) es dedicar todo el tiempo que sea necesario para investigar, para probar, para darle forma a tu negocio, a tu producto, a tus estrategias de marketing, a tu servicio al cliente.
Si estás improvisando, la tasa de riesgo de fracaso se eleva considerablemente. El tiempo que dediques a esta etapa será la mejor inversión que puedas realizar, créemelo. Si la omites, o la haces a las carreras, lo puedes lamentar (lo lamentarás, seguro). La competencia no te perdonará los errores y los clientes no te seguirán si no les brindas la credibilidad y confianza requeridas.
3) No sabes para dónde vas: a veces, pienso que los seres humanos deberíamos estar equipados con un GPS, un pequeño chip que nos ayude a encontrar la mejor ruta para transitar en la vida. Eso, al menos a los emprendedores, nos resultaría muy útil, porque uno de los errores que cometemos con más frecuencia es no saber para donde vamos o desviarnos en el camino.
Si no tienes perfectamente claro para dónde vas, adónde quieres llegar, cómo vas a hacer el tránsito, no prendas ese automóvil. Llegará el momento, y sé que tu corazón lo sabrá y te lo hará saber. Si vas a luchar por tus sueños, si vas a perseguirlos, necesitas saber dónde están. Recuerda: pon a funcionar el GPS, diseña la ruta, llena el tanque con combustible y disfruta el viaje.
Hay más factores que inciden, pero estos tres son algunos de los que la gente habitualmente pasa por alto. Ser emprendedor es la decisión más difícil, pero más apasionante y también más gratificante que tomé alguna vez. Y la tomaría mil y una veces más, si fuera necesario. Eso sí, procuraría evitar algunos errores tontos que cometí, porque no sabía si era mi momento.