Cada vez que formulo ese interrogante, me siento como el malo de la película: es como si uno le preguntara al amigo del alma, en presencia de su novia, por aquella ex que reapareció en su vida después de largo tiempo. “¿Y, entonces, se van a volver a ver?”. Por supuesto, no hay respuesta verbal, pero con las miradas, con el lenguaje corporal, entiendo perfectamente que no fui prudente ni oportuno, y sobre todo que mi integridad personal corre serio peligro.
¡Me quieren matar!, claro, y con razón. Es uno de esos interrogantes para los que uno no tiene respuesta preparada, para las que no hay libreto establecido. Como se dice en el béisbol, te cogieron fuera de base y te pusieron out. Y uno queda tan sorprendido, tan conmocionado, que no existe posibilidad de que se le ocurra algo coherente, convincente. Lo único que pasa por la mente es un letrero que dice “¡Trágame, tierra!”.
¿Puede tu negocio funcionar sin tu presencia? Es una pregunta que todo emprendedor debería hacerse cada día, antes de comenzar sus labores ordinarias. ¿Por qué? Porque, sabemos, la vida cambia en un minuto, en un segundo, y lo último que querrías sería que tanto esfuerzo, tanto trabajo, tanto sacrificio, se vayan al bote de la basura y el bienestar de tu familia quede en vilo.
Nadie está preparado para una calamidad, ni siquiera para una incapacidad temporal. Los seres humanos solemos creernos invencibles, pensamos que lo malo que les sucede a los demás no nos va a pasar a nosotros. Y pasa, a nosotros también nos pasa. Pero, no solo se trata de que estamos expuestos a una enfermedad, a un giro inesperado de la vida que nos aleje de eso que tanto queremos, de eso por lo que tanto hemos luchado.
Es algo que debemos tener presente porque, en cualquier momento, nosotros mismos entendemos que es hora de darse un respiro, de buscar otros aires, de dedicar tiempo a otras actividades que también nos apasionan, de estar cerca de quienes amamos. Y, por supuesto, nada nos haría más felices que ver que ese negocio que forjamos desde cero sigue su vuelo en piloto automático, sin que nada ni nadie lo detenga.
Entonces, no hay más remedio que prepararnos, que implementar un plan B que, por gusto o por obligación, garantice la permanencia del negocio. ¿Cómo hacerlo, entonces?, te preguntarás. Si bien no hay una verdad escrita sobre el tema, por la experiencia de tantos años de ejercicio te dejo tres claves que, sin duda, pueden servirte de ayuda para que diseñes tu propia fórmula:
1) Conforma un buen equipo: ah, eso es obvio, me dirás. Sin embargo, no por obvio deja de ser importante o, mejor aún, no por obvia los emprendedores tienen en cuenta esta premisa. Entre otras razones porque para trabajar con los mejores debes estar dispuesto a pagarles lo que valen, o someterte a que la competencia se los lleve. Eso significa, también, que requieres diseñar un sistema de reclutamiento muy eficiente.
No te fijes exclusivamente en su currículo y enfócate en las aptitudes, en las actitudes. Buenas personas bien dirigidas conforman buenos equipos de trabajo. Cuando ya estén a tu lado, empodéralos, motívalos para que se pongan la camiseta, para que traspiren pasión por lo que hacen, para que sientan que ese también es su sueño. Valora el talento, la lealtad y el compromiso, ayúdalos a mejorar, a alcanzar sus metas.
2) Diseña sistemas eficaces: esta, ¿lo recuerdas?, es la quinta de 8 Reglas para emprendedores exitosos (si no lo tienes, regístrate y descárgalo gratis aquí), el libro que liberé en diciembre y que registra más de 85 000 descargas. Documenta todos los procesos, establece estándares que se puedan alcanzar, preocúpate por capacitar a tu personal para que el producto o servicio siempre se haga igual, siempre se haga bien.
Adopta y adapta las buenas prácticas de tus socios, inclusive, las de tu competencia, para que tu negocio sea eficiente. Haz que la calidad sea una premisa en cada labor, en cada gestión, que sea el combustible que mueve tu negocio. No olvides algo que digo con frecuencia: si no tienes procesos sistematizados, el futuro de tu negocio será algo muy parecido a jugar a la ruleta: producto del azar. ¡No te permitas ese lujo!
3) Sigue el plan: si cumpliste a cabalidad con lo expuesto en los dos puntos anteriores, solo te queda apegarte al plan que diseñaste. Ten en cuenta, sin embargo, que no solo tú debes saber qué hacer, cómo hacerlo y a dónde se dirigen: es indispensable que tus empleados y compañeros lo sepan, lo compartan, lo vivan. Hazles entender por qué la visión de tu proyecto combina perfectamente con su proyecto de vida particular.
Si sueñas con que tu negocio algún día vuele en piloto automático, trabaje por ti y para ti, mientras tú te das la vida que habías anhelado, tienes que diseñar y poner en funcionamiento ese plan B que te permita liberarte de las amarras y no correr el riesgo de convertirte en esclavo de tu obra. Y no lo olvides: cada día, pregúntate sin falta si tu negocio, ¿está preparado para funcionar sin tu presencia? Hasta pronto…
Ok…