En unos pocos días vamos a celebrar el Día de Acción de Gracias, una tradicional y muy especial fecha en los Estados Unidos, y enseguida nos ponemos en modo Navidad y Año Nuevo. Como suelen decir en Colombia, “se acabó el año y no hicimos nada”, aunque esto último no es preciso, porque este 2018 ha estado cargado de sorpresas, retos, dificultades y muchos aprendizajes.
Cuando me pongo a pensar en las proyecciones que había hecho para este año, me río para no llorar: muchas salieron al revés, literalmente. Afortunadamente, por lo que me enseñaron mis padres y mis mentores, aprendí que así es la vida, que así son los negocios: una dinámica constante, una realidad que cambia inesperadamente y nos impone nuevos retos.
En algún momento de mi vida, hace muchos años, esas dificultades y esas sorpresas me habrían molestado. Hoy, sin embargo, puedo decir que hasta las disfruto: entiendo que son oportunidades que la vida pone en mi camino y que necesito mantener la mente abierta para aprovechar el conocimiento y la experiencia que incorporan. En otras palabras, al mal tiempo, buena cara.
Una de las circunstancias que le agradezco a este 2018 es que me permitió establecer con claridad quién es quién en mi vida: quién es el verdadero amigo, quién está acá por interés, quién voltea la espalda cuando aparecen las dificultades y, claro, quién está dispuesto a recorrer conmigo este tramo. Algo así como una ley de selección natural que elimina lo tóxico y deja solo lo que sirve.
Otra de las razones por las que terminé encariñándome con 2018 fue que me hizo volver a la fuente, a la esencia, a aquellas actividades que me permitieron convertirme en el número uno del mercado del marketing digital en Hispanoamérica, en El Padrino de los negocios por internet. Y lo agradezco porque esa fuente, esa esencia, es el contacto directo con mis clientes, contigo.
Reconozco que a veces uno se deja envolver en la frenética rutina del día a día, de los eventos, de los viajes, y se desconecta de lo que realmente importa. Quizás para otras personas esto no tenga mayor trascendencia, pero para mí es fundamental, es algo vital: si bien es mi trabajo y necesito la remuneración, lo que verdaderamente me apasiona, mi razón de ser, es servir a otras personas.
Y servir a otros es lo que he hecho durante los últimos 21 años, desde que me convertí en un emprendedor. Es algo que disfruto mucho, que me enriquece con conocimiento y, sobre todo, con el contacto que permite el invaluable intercambio de experiencias. Después de ser padre, lo mejor que me ha pasado en la vida es ser mentor, tener el privilegio de apadrinar a cientos de emprendedores.
Si sigues mi actividad a través de los diferentes canales digitales, de esta revista, sabrás que soy un apasionado de la educación que se complementa con la acción, eso que llamo ‘educacción’. No es una fórmula mágica, sino la oportunidad que la vida te ofrece para que transformes tu realidad, para que aportes tu granito de arena a la sociedad, para que dejes huella en las vidas de otros.
En esta edición de MG La Revista el tema principal son los casos de éxito. Si me conoces, si me sigues, sabes que no soy de esas personas que buscan únicamente riqueza material, que están obsesionadas con acumular millones de dólares. Si llegan a mi cuenta bancaria, bienvenidos, pero entiendo que mi misión en este mundo pasa por otro tema: trabajar para transformar vidas.
Cada caso de éxito es el alimento que fortalece no solo al mentor y su negocio,
sino también al discípulo, a su familia y a sus colaboradores, y sirve de modelo
inspirador para la industria. Tiene un efecto multiplicador muy poderoso.
Y te traigo el testimonio de una vida que tuve el privilegio de ayudar a transformar, porque lo primero que hay que decir que la transformación es un trabajo de equipo, una construcción colectiva. Se trata de Emil Montás, un señor dominicano, en toda la extensión de la palabra, que en un evento recientemente celebrado me dio (y se dio) una gran alegría: superó al maestro.
Justo en este momento en el que le apuesto mis fichas a lo que me dio la posibilidad de llegar a ser maestro de maestros, el padre putativo de quienes hoy son número uno en distintos nichos del mercado, el caso de éxito de Emil no pudo ser más oportuno. Celebro con él, con su familia, con sus alumnos, con su equipo de trabajo y con el mío, pues somos todos parte del logro.
Hubo un día, hace ya varios años, que Emil tocó a mi puerta y pidió ayuda. Estaba volando bajo, como dice la ranchera, pero esa solo era una circunstancia. Tenía lo necesario para volver a alzar vuelo: ganas, pasión y disposición, y a eso le sumó paciencia (que no tiene mucha), sacrificio, disciplina, inversión, aprendizaje continuo y, algo fundamental, capacidad para pasar a la acción.
Estoy seguro de que te das cuenta de que, quizás, tú estás en la situación que Emil enfrentó hace años. Hoy podemos celebrar que es mi nuevo caso de éxito, un ejemplo que puedes seguir, imitar y superar. La respuesta está en ti: ¿quieres hacerlo?, ¿estás dispuesto a pagar el precio por transformar tu vida? Si la respuesta es SÍ, aquí estoy para que comencemos a construir juntos este camino.
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