Te lo confieso: a veces pienso que, si hubiera imaginado que la aventura de ser emprendedor era tan compleja, quizás no la habría comenzado. Sin embargo, cuando miro a mi alrededor y veo lo que he construido con tanto esfuerzo, mi vida y mi negocio, no puedo sentirme más bendecido, más agradecido. Y pienso “lo haría mil y una veces más”, sin duda.

Uno de los aprendizajes más complejos para el ser humano es aquel de creer que la vida tiene que ser fácil, que la vida es fácil. El problema comienza por definir qué es fácil y que es difícil, porque son conceptos que varían en función de quién responda. Para mí es fácil vender, hablar ante 500 personas en un auditorio, crear un embudo de marketing…

Para otros, en cambio, son actividades que intimidan, que representan un gran obstáculo. Que la vida no es fácil lo aprendí de mi madre, la señora Julita. No solo porque me lo decía, sino porque fui testigo de cómo se enfrentó a las dificultades que la vida se empeñaba en poner en su camino. No se quejaba, no renegaba, solo exponía fortaleza y las superaba.

Tenía una actitud especial frente a los obstáculos. No los veía con recelo, como la mayoría de los seres humanos, sino que los asumía como un reto. Es decir, para ella lo que había detrás de esas circunstancias que se antojaban negativas era una oportunidad. Con esa mentalidad, salió adelante en todos los negocios que emprendió y sacó adelante a sus hijos.

A través de mis propias experiencias, asimismo, aprendí que nadie, absolutamente nadie, está exento de las dificultades. No te imaginas cuántos emprendedores reconocidos, algunos de ellos millonarios, vi tropezar y caer a lo largo de mi trayectoria. Y solo unos pocos pudieron levantarse, se sacudieron el polvo, curaron las heridas y continuaron la marcha.

Una de las realidades irrefutables de la vida, así nos cueste aceptarlo, es que siempre siempre habrá dificultades. Algunas más complejas que otras, pero nunca desaparecerán. Se presentarán en distintos ámbitos de la vida como los negocios, las relaciones o la salud. Habrá períodos de relativa tranquilidad, pero solo para que nos preparemos para lo que viene.

Por eso, me sorprende cuando en algún evento o en una reunión de mis comunidades hablo de los obstáculos que he enfrentado y hay personas que se sorprenden. De hecho, no dan crédito a mis fracasos, a mis caídas. Piensan que, como soy reconocido, como soy referente del mercado, como he guiado a cientos de emprendedores, no he tenido dificultades.

Como cualquier ser humano, las he padecido. Cometí errores groseros, tomé malas decisiones, fui traicionado, me dejé llevar por algún objeto brillante y fracasé con productos. Esa es la vida, no hay otra explicación. Por fortuna, fueron más, muchas más, las ocasiones en las que salí airoso, en las que triunfé, en las que logré mejores resultados de los esperados.

Lo que a algunas personas les cuesta entender es que mi capacidad para ayudar a otros no es fruto de la genialidad y tampoco es un don. Es, más bien, producto de valiosas lecciones que la vida me dio: yo pasé por lo mismo que tú, quizás en diferentes circunstancias, pero sé a qué saben la derrota, la frustración y el fracaso. ¿Por qué? Las he vivido en carne propia…

A veces, me da risa escuchar a las personas que apenas comienzan a recorrer el camino del emprendimiento, dentro o fuera de internet, cuando me relatan las dificultades que enfrentan. No me burlo, solo que me doy cuenta de que son exactamente las mismas que yo enfrenté hace años. Eran otros tiempos, otras circunstancias, pero las mismas dificultades.

La diferencia es que, quizás impulsado por mi terquedad, no me dejé vencer. Caí, sí; perdí, sí; me contrarié, sí. Sin embargo, jamás me di por vencido, jamás me detuve. Siempre encontré la forma de sortear el obstáculo y seguir adelante. Aprendí que no son los obstáculos los que nos detienen, sino lcómo los percibimos, la actitud con la que los asumimos.

En otras palabras, lo que nos paraliza no es el obstáculo en sí, esa barrera que la vida pone en nuestro camino, sino la forma en la que reaccionamos. Que casi siempre es incorrecta porque nos dejamos llevar por las emociones, actuamos inconscientemente, permitimos que la imaginación vuele y levantamos más obstáculos, les damos a las dificultades poder sobre nosotros.

Es, entonces, cuando cultivamos pensamientos como “no soy capaz”, “no puedo hacerlo”, “esto es más fuerte que yo” y otros más. En últimas, es la vida la que pone las dificultades en nuestro camino, pero somos nosotros mismos los que establecemos los límites. Es decir, con nuestras reacciones equivocadas, nos rendimos inclusive antes de haberlo intentado.

¿Recuerdas alguna vez en la que esto te sucedió? Porque, créeme, no hay ser humano sobre la faz de la Tierra que no lo haya vivido. Todos, sin excepción, nos ahogamos en vaso de agua, nos montamos películas mentales que nos bloquean, nos inventamos enemigos invisibles. Aunque se antoje contradictorio, es algo natural, es parte de nuestra genialidad.

Por eso, hay que distinguir entre obstáculo y límite. Que, por supuesto, no son lo mismo. El obstáculo es un impedimento circunstacial, una situación específica que nos reta, una de las tantas formas en las que la vida nos pone a prueba. Para exigirnos, para obligarnos a exponer todo el potencial que poseemos, pero especialmente para brindarnos aprendizaje valioso.

Un límite, en cambio, es la reacción al obstáculo. Es la forma en la que lo asumimos. Vemos un enemigo invencible en una situación normal, simplemente porque nos falta conocimiento o práctica para superarla. En esencia, el límite es un creencia que forjamos quizás para no vernos en la pena de aceptar que tenemos miedo, que esa situación específica nos superó.

Perder el trabajo, quebrar en un negocio, romper una relación, sufrir una enfermedad, tomar malas decisiones son obstáculos reales. Son reales, nos ponen a prueba, nos obligan a salir de la zona de confort. Además, como lo mencioné antes, son parte de la vida. ¡Así es la vida! Entonces, no tiene sentido enfrentarlos con actitud derrotista, negativa, y claudicar.

Porque siempre se van a presentar. De una u otra forma. Son parte fundamental del proceso de aprendizaje y crecimiento de cualquier ser humano. Los obstáculos nos brindan información valiosa, nos permiten acumular experiencias que más adelante nos permitirán resolver mejor esas circunstancias adversas o retadoras. Son aliados, no enemigos.

O, si lo prefieres, son oportunidades disfrazadas. Por eso, es una grave equivocación pensar en evitar los obstáculos. ¡Es imposible! Además, son necesarios por el aprendizaje que incorporan. Y lo sé porque lo viví, cuando intentas eludirlos se produce el efecto contrario. ¿Sabes cuál? Se multiplican, aparecen por doquier en todos los ámbitos de la vida.

Entonces, la vida se transforma de una tragedia insufrible. Se suma un obstáculo tras otro, una sucesión infinita, hasta que colapsas y te das cuenta de que perdiste el control de tu vida, de tu negocio. ¿Qué pasó? Les concediste a esas dificultades el poder absoluto sobre ti, dejaste que manipularan tus pensamientos y estos condicionaron tus comportamientos.

Es, precisamente, lo que compruebo con tristeza por cuenta de tantos emprendedores que se rinden antes de intentarlo, o que claudican porque no funcionó a la primera. Tan pronto perciben un obstáculo, salen a flote sus creencias, sus miedos, e imponen límites que los paralizan. Responsabilizan al obstáculo, pero la realidad es distinta: fue una decisión propia.

A partir de mi larga lista de caídas y fracasos, aprendí a enfrentar y superar los obstáculos. Te comparto cinco acciones que te ayudarán a conseguirlo:

1.- Pasa del “no puedo” al “¿cómo lo hago?”. La mayoría de las veces que asumimos que un obstáculo es infranqueable es producto de nuestra falta de conocimiento. Carecemos de las herramientas para aceptar la situación, para entenderla, para aprovecharla. Investiga, busca ayuda idónea y prueba hasta que encuentres la forma de hacerlo. ¡Siempre hay una!
La clave: pensar “¿qué tengo que hacer para conseguirlo?”, le dice a tu mente que sí puedes

2.- Identifica tus ‘enemigos internos’. Todos, sin excepción, cultivamos miedos y creencias que, en la práctica, nos paralizan. ¿Cuáles son los tuyos? Todos, sin excepción, son producto de tu mente, fruto de tu imaginación. Identifícalos, descubre en qué situaciones aparecen y quítales el poder que tienen sobre ti. Piensa, más bien, cómo sería tu vida si lo consigues
La clave: sus manifestaciones comunes son las frases de autosaboteo que utilizamos

3.- Prueba en ‘modo beta’. Si sueñas con ser cocinero, no te lanzas a preparar una cena para 200 personas. Comienza por algo pequeño, un prototipo, algo que puedas controlar, como una cena en casa con tus amigos. Validas tu habilidad, tu conocimiento, aprendes más y obtienes un resultado que te ayudará la próxima vez. Comienza y no te detengas…
La clave: confía en el proceso. Nadie nació aprendido, todos estamos en modo aprendizaje

4.- Errar es parte del proceso. La más importante, por cierto, porque incorpora las lecciones que te ayudarán a hacerlo mejor cada vez. Si no te equivocas, no aprendes; si no aprendes, es imposible lograr lo que deseas. Ten en cuenta que las personas más exitosas no son las que siempre ganan (nadie lo hace, por cierto), sino las que más aprenden de las derrotas
La clave: a la cima del éxito no se sube en un paso: ve despacio, tómate tu tiempo

5.- Sigue modelos de éxito. Cuidado con los vendehúmo, que pululan. Asegúrate de que esa persona que sigues en verdad logró lo que pregona y en especial procura que haya fracasado muchas veces. ¿Por qué? Significa que ya aprendió y, entonces, puede enseñarte. Busca un mentor que se conecte con tus principios y valores y, sobre todo, te inspire con el ejemplo
La clave: aprende que solo alguien que es mejor que tú está en capacidad de ayudarte


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