Hay algunas máximas que, sin importar cuánto se usen, a veces de manera ligera, no pierden su efecto. ¿Un ejemplo? Aquella de “Lo difícil no es llegar a la cima, sino mantenerse en ella por mucho tiempo”. Esta, te lo confieso, es una de mis frases favoritas y, si sigues mis publicaciones o acudiste a alguno de mis eventos, estoy seguro de que la escuchaste.

Lo primero que debo dejar claro es que nunca quise ser ‘el primero’ o ‘el mejor’. Cuando comencé en este mundo del marketing digital solo quería ser lo mejor que pudiera ser, mi mejor versión. Sin competir con nadie, sin compararme con nadie. Quería ganar dinero y quería producir un impacto positivo en la vida de otros emprendedores latinos.

Además, eran tiempos en las que mi trabajo era prácticamente clandestino. Me explico: no había mucho movimiento en el mercado, en cuanto a eventos, a lanzamientos, a personas con las que pudieras intercambiar experiencias. Yo trabajaba desde mi casa y así era feliz. Hasta que un día recibí la invitación a un evento presencial, que me cambió la vida.

Llegué al lugar, un prestigioso hotel, con la ilusión del principiante, en modo aprendizaje. Era la primera vez que iba a tener contacto real con el mercado, person to person. Lo que ocurrió, sin embargo, me sorprendió: al verme, algunas personas comenzaron a susurrar entre ellas y alguno anunció: “¡Llegó Álvaro Mendoza!”, como si se tratara de una estrella de Hollywood.

Porque, con humildad, así me sentí en aquel momento. Y anonadado, también, porque nunca pensé que esto pudiera suceder. No lo imaginé y, por supuesto, no lo esperaba. Lo que más me sorprendió fue la reacción de la gente, que nunca me había visto. Acaso en algún video o habían leído las publicaciones en mi blog. Pero, aclaro, eran otros tiempos, muy distintos.

Fui recibido y tratado como una celebridad. Ese día comprobé que el trabajo que hacía silenciosamente desde mi casa había provocado un ruido, un impacto positivo, en la vida de otras personas. Fue una sensación extraña, pero extraordinaria. Era lo que siempre había deseado. Fue, entonces, cuando entendí que estaba en la cima, sin habérmelo propuesto.

Sin embargo, para qué te miento, se sentía bien. Y me agradaba eso de ser ‘el mejor’, ‘el número uno del mercado’. No me trasnochaba, no me obnubilaba, pero se sentía bien. Además, me di cuenta de que era un buen negocio: al mercado, a las personas, le gusta trabajar con ‘el mejor’, con ‘el número uno’. Es una especie de garantía invisible.

Entonces, me di a la tarea de mantenerme en la cima, ya de manera consciente. Tracé una estrategia que me permitirá ser ‘el número uno’ a largo plazo. No por ego, sino porque me di cuenta de que ese era un factor que me hacía diferente en el mercado y, en especial, que me permitía producir un mayor impacto positivo en la vida de otras personas. Justo lo que quería.

Algunas personas, en especial esas que no me conocen y tienen un primer contacto conmigo, me preguntan cómo hice para ser el referente número uno del mercado. La verdad es que fue la consecuencia de mi trabajo silencioso. No era un plan consciente, una estrategia o una campaña de publicidad. Fue la consecuencia de mis acciones.

Ahora, si la pregunta es ¿cómo hice para sostenerme en la cima por tanto tiempo?, la respuesta es distinta. Trabajo, trabajo y más trabajo. Pero, además, de modo especial, aprendizaje continuo (sobre todo, de mis errores), networking y no dejar de invertir en mí. No hay magia, no hay fórmulas perfectas, no hay libretos paso a paso, no es buena suerte.

Por eso, me inquieta la actitud de algunas personas que apenas llegan al ecosistema digital y muestran afán por subir a la cima lo más pronto posible. “Quiero ser el referente, el número uno del mercado”, me dicen. Está bien que ese sea un objetivo a largo plazo, pero lo que me preocupa es que no está respaldado por una estrategia, por una plan de acción efectivo.

Es, simplemente, un deseo. O, quizás, una obsesión. Asumen que ese es el pasaporte al éxito y, sobre todo, a la riqueza. Sin embargo, esa no es una ecuación, no es causa-efecto. No es posible subir a la cima si no sigues el proceso, si no lo respetas, si no te equivocas, si no aprendes, si no te asesoras de alguien que ya está en esa cima a la que quieres llegar.

Lo que hay detrás de esta actitud, de este afán, es una confusión. ¿Cuál? Una inducida por el mercado, por los vendehúmo, por los que quieren quedarse con tu dinero: aquella de vender el sueño de ‘ser el mejor’, ‘el número uno’, ‘el más rico’, cuando en realidad lo que interesa es que seas DIFERENTE. Y lo escribo en mayúscula para que se note la diferencia (y disculpa la repetición).


mejor-diferente

Todos somos distintos, un modelo irrepetible: eso es lo que nos hace únicos.


Eso de ‘ser el mejor’ no deja de ser un sofisma, es decir, un argumento falso que se asume como una verdad. ¿Por qué? Porque es una percepción. ¿Cuál es la mejor hamburguesa? La que más te gusta a ti quizás a mí me parece horrible. ¿Cuál es la mejor actor o escritor? Son temas en los que difícilmente vamos a coincidir, y está bien. Cada uno tiene su percepción.

Esa, precisamente, es la razón por la cual algunas personas me eligen a mí como mentor y otras, en cambio, buscan otras opciones. Opciones que, no sobra recalcarlo, para ellas son ‘mejores’. Y está bien: esa es la dinámica del mercado. Por eso, también, tú te enamoras de una mujer que, probablemente, a mí ni siquiera me llama la atención. Es por la percepción.

Ahora, por otro lado, detrás de esa idea de ‘ser el mejor’, de ‘ser el número uno’, lo que hay es una idea que, para mí, es muy arriesgada. ¿Sabes cuál? Asumir la vida, tu negocio, como una competencia. Obsesionarte con la idea de que debes derrotarlos a todos, de que solo hay un ganador, de que el ganador es el mejor. Y no es así. No se trata de ganadores y perdedores.

Además, esas personas o empresas que llamas ‘competencia’ son tan solo otras opciones que lo hace diferente a como lo haces tú, que son diferentes a ti. Por ejemplo: ¿quién es mejor? ¿Tu hermano o tú? ¿Tu papá o tu mamá? Ninguno, por supuesto. Son opciones distintas, cada uno es número uno en sí mismo, el mejor porque no hay nadie igual.

Y esto último es, justamente, el mensaje que te quiero transmitir: NO HAY NADIE IGUAL. Y eso es lo que te hace único, y distinto, y mejor que muchos. ¿Entiendes? Si tu objetivo es ‘ser el mejor’, ‘ser el primero’, debes aceptar dos cosas: primero, que habrá quienes te elijan y rechacen (más de estos que de aquellos) y, segundo, para ser ‘primero’ o ‘mejor’ debes ser AUTÉNTICO (diferente).

Si no eres auténtico, significa que eres una copia de otro, y nadie quiere una copia. Si no eres auténtico, eres MÁS DE LO MISMO, y nadie quiere más de lo mismo. ¿Entiendes? Y no olvides que ‘ser el mejor’ es tan solo una percepción de las otras personas, una opinión. De ninguna manera es una sentencia, una verdad sentada en piedra. Por favor, no caigas en esa trampa.

‘Ser mejor’ cada día es más difícil, en especial si pretendes copiar el modelo de otro, si quieres ser ‘como otro’. Lo único que conseguirás será malgastar tus energías, dilapidar tu tiempo y tus recursos y, tarde a temprano, a enfrentarte al rechazo de otros, del mercado. Y cuando te des cuenta del error, quizás no puedas dar marcha atrás, no puedas corregir.

Un ejemplo: cuando te enamoras de una personas existen mil y una razones que lo expliquen, pero la verdad es que no tiene explicación. Simplemente, para ti, esa persona es ‘única’, es ‘distinta’, es ‘especial’. Tiene algo que otras no tienen o que no habías encontrado antes. Y sientes que es ‘la mejor’ para ti, al punto que la elegirías otra vez, una y mil veces.

¿De acuerdo? De esa manera, exactamente, funciona el mercado. Ahora, ¿sabes cuál es la razón por la cual a tanta gente le obsesiona la idea de ser ‘el mejor’ o ‘el número uno’? Porque son personas que no saben cómo ser diferentes o, peor, no saben que son diferentes. En su cerebro han grabado mensajes de que tienes que esto o aquello, como este o como aquel.

Para entender y aprovechar su condición de ‘único’ y ‘diferente’ lo primero que debes hacer es aceptarte. Tal y como eres, con defectos y virtudes, con tus miedos y creencias limitantes, con un inmenso potencial. Como seguro vas a encontrar algo que definitivamente no te gusta de ti mismo, la acción correspondiente no es rechazarte, sino buscar cómo mejorar.

Es decir, si quieres ser como el referente de tu industria, pero te das cuenta de que es políglota y domina cuatro idiomas y tú a duras penas te comunicas con tu lengua materna, no tienes que lapidarte. Haz un plan, perfecciona tu idioma, aprende otro en un plazo sensato y luego, si tienes la posibilidad, un tercero. A lo mejor, llegas a 5 o 6 y superas a tu referente.

La autenticidad, tu condición de único e irrepetible, es lo que te hace diferente. Repito: aun con tus defectos y limitaciones. Tal y como eres, eres ‘perfecto’ para muchos, ‘la mejor’ opción para muchos, ‘el número uno’ para muchos. ¿Y el resto? Olvídate de ellos. Enfócate en los que puedes ayudar hoy con lo que eres, con lo que tienes. Luego, el tiempo dirá.


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