“Quiero poder transmitirles a los demás que hay otro mundo de este lado de internet, un mundo que puede cambiar por completo su vida, como lo hizo con la mía”. Esta frase, que me encanta, es de mi amigo Martín Omar, que se define como una persona feliz, con espíritu emprendedor, que disfruta ver crecer a otros emprendedores, a la que le gusta ayudar a otros a mejorar su estilo de vida.
Me encanta esa frase porque desvela lo que en realidad es internet: un universo ilimitado de oportunidades. Para ti, para cualquiera que las quiere aprovechar como hizo Martín, uno de los coautores de ¡Tú puedes!, mi último éxito bestseller en Amazon.com. Internet, lo he mencionado otras veces, no es la mina de oro que algunos dicen, sino una verdadera mina de oportunidades.
Para encontrar oro y volverte rico basta un golpe de suerte. Sin embargo, internet no es eso: se trata de un escenario en el que puedes destacarte gracias a tu conocimiento, a tu experiencia, a los dones y talentos que posees y a tu vocación de servicio. A eso deberás sumarle conocimiento del marketing y de las estrategias, así como audacia para invertir, entre otros ingredientes.
Martín se dedica básicamente a ayudar a las personas en tres temas que a casi todos nos provocan dolores de cabeza: dinero (deudas, inversiones y finanzas personales), negocios (cómo empezar tu negocio por internet y cómo hacerlo crecer) y crecimiento personal (desarrollo de habilidades como ventas, liderazgo y manejo del tiempo). Supongo que es algo que a ti te interesa, ¿cierto?
Bueno, ese es el final de la historia, el final feliz. Sin embargo, hubo un punto de partida y también un proceso que fueron distintos. Y cuando digo distinto me refiero específicamente a que la vida de Martín no ha sido fácil porque hubo épocas en las que las dificultades abundaron. Lo cierto es que desde niño la vida le enseñó a adaptarse a los cambios y a tener la mente abierta.
Por diferentes motivos, asistió a dos jardines infantiles distintos (kínder) y también a dos escuelas primarias. Luego, cuando ingresó a la secundaria y, por primera vez, le dieron la opción de elegir, se cambió a otra. Una situación poco habitual para un niño de 12 años, justo en esa edad en la que somos más reacios a los cambios, en especial si significan dejar atrás amigos y lugares familiares.
Esa circunstancia le brindó una de las lecciones más valiosas para la vida: tuvo la oportunidad de compartir con personas de diversa índole, con distintas situaciones económicas y niveles sociales, desde gente extremadamente humilde que juntaba de la basura para vivir hasta millonarios. Sin duda, un aprendizaje valioso para alguien que tenía espíritu emprendedor: la dinámica del cambio.
En la niñez, esa época en la que el ser humano forja sus creencias y perfila sus aficiones y pasiones, a Martín los mensajes del emprendimiento le llovían. “En mi familia había algo particular y era que todos tenían más de un trabajo. Salían de su ocupación principal y se ponían a trabajar en la otra. Recuerdo que en algún momento mi padre tuvo hasta 3 trabajos simultáneos. Una locura”, dice.
Sin embargo, a medida que creció, Martín se dio cuenta de que trabajar mucho o realizar varios trabajos simultáneos no era la solución. “No era suficiente. ¿Por qué? Porque carecían de educación financiera”. Cuando tú trabajas, pero no tienes esta formación, el dinero se va más rápido de lo que llega a tu bolsillo y, además, por lo general en rubros que no son prioridad.
“Por eso, en un momento de mi vida decidí adquirir educación financiera para trabajar duro, pero también para invertir bien mi dinero y generar distintas fuentes de ingresos”, asegura. Esta es una realidad que muchos desconocen o menosprecian hasta que los hechos les enseñan que el sustento del éxito en los negocios y en la vida depende, en gran medida, de la educación financiera.
Para Martín Omar, coautor de mi último libro ‘bestseller’, ‘¡Tú puedes!’, el éxito en la vida y en los negocios depende de la educación financiera, conocimiento de los negocios y el crecimiento personal. Internet transformó su vida y ahora dedica su ayudar a otros a mejorar la suya.
De niño, también, Martín acuñó un sueño: comprar una computadora. “Me fascinaba todo lo que tenía que ver con la tecnología, especialmente si tenía una pantalla: televisores, videojuegos, computadoras”. Como su familia no tenía cómo comprarle una debido a que los precios eran bastante elevados, entonces, “ese aparato pasó a convertirse en una obsesión, en un sueño”.
Que sus padres no pudieran dársela no significó que Martín renunciara a su deseo. “Yo contaba con una gran ventaja (que aún conservo hoy): creía que, si trabajaba duro por algo, sin duda iba a conseguirlo”. Entonces, mientras estudiaba trabajó como vendedor ambulante, ayudante de pintor y operario en fábricas de calzado, hasta que juntó el dinero necesario para adquirirla.
“Años más tarde, ese sueño cristalizado me abrió las puertas a un nuevo mundo: los negocios en internet, el marketing, la educación financiera y el crecimiento personal”, relata. Fíjate cómo nada de lo que haces en la vida es fortuito, no hay coincidencias: inconscientemente, en su niñez Martín labró el camino que, después, lo condujo al lugar en el que hoy se encuentra. Pura causalidad.
Las señales de la vida, sin embargo, no terminaron ahí. Los diversos trabajos que desarrolló fueron una gran escuela, le permitieron conocer mucho sobre la vida, pero en el fondo Martín sabía que no era eso lo que quería hacer el resto de sus días. Lo presentía, pero solo estuvo seguro después de que tuvo un alumbramiento mientras trabajaba como ayudante de pintor de casas.
“Un día de tremendo calor me encontraba arriba de una escalera, después de horas de estar con el sol de frente castigándome, quitando la pintura vieja de un techo, blanco de pies a cabeza por todo el polvo que había caído sobre mi cara. Me relajé unos instantes para dejar pasar a la dueña de la casa, que cargaba una de esas bolsas de hacer las compras y ahí quedé hipnotizado”, cuenta.
¿Qué ocurrió? Martín enfocó su vista en el logo de la bolsa, un círculo rojo con letras blancas. “Nada del otro mundo, pero recuerdo que en ese momento pensé: ‘yo puedo hacer eso, tengo que trabajar con la computadora, creando logos, o cualquier otra cosa’. Me di cuenta de que no amaba lo que hacía”. E imploró: “Dios, te agradezco el trabajo, pero quisiera ir por algo mejor”.
Y por si faltara algún empujoncito, ocurrió algo que significó el punto bisagra, el antes y el después. “El que era mi jefe me dijo que había hecho cuentas y que solo me podía pagar la mitad del dinero acordado. Ingenuamente, le dije que no había problema, que me pagara la mitad y que el resto me lo daba en otro momento, como si no me fuera consciente de lo que me decía”, relata.
Entonces, replicó: “yo solo te voy a pagar el 50 % de lo que acordamos, nunca te voy a dar la otra parte. Te ofrezco seguir trabajando, pero cobrando la mitad. Pensalo y en unos días me contestás”. Entonces, Martín entró en una especie de shock, porque se dio cuenta de que no solo no le iba a cumplir lo acordado, sino que, para rematar, le ofrecía la mitad del dinero por el mismo trabajo.
Cuando superó la sorpresa, Martín respondió: “primero, te agradezco por el trabajo, pero no me hacen falta días para contestarte, te voy a contestar ahora. Nosotros hicimos un acuerdo, a mí me queda claro que no lo vas a respetar. Quiero que te quede claro que ya no vamos a trabajar juntos”. Fue lo que Martín llama “uno de los días trascendentales en la vida de una persona”.
Esa circunstancia, más que desanimarlo, lo reafirmó en su propósito de construir una vida independiente, propia, autónoma. La computadora fue su principal herramienta en ese empeño, a pesar de que el internet de aquel entonces era distinto al actual y no tuvo más remedio que, como tantos otros, ser autodidacta. Al mismo tiempo, adelantaba su educación financiera.
Según Martín, “uno debe aceptar la responsabilidad de prepararse para ir en busca del éxito, más allá de las circunstancias”. Eso significa que no hay excusa válida y que los resultados que obtengas en tu vida dependerán únicamente de tu decisión para ir por lo que deseas.
Otra señal de que avanzaba con firmeza fue haber podido comprar su primer departamento “sin pedir dinero prestado. Lo que más me alegraba de esa inversión era la materialización de todo lo que había aprendido y de las decisiones (buenas y malas) que había tomado”. El famoso “si no hubiera: si no hubiera dejado el trabajo de ayudante de pintor nunca habría logrado esto”.
Ya no había marcha atrás, aunque el camino que recorrió no fue fácil. “Al crear un negocio propio, una de las realidades más duras de enfrentar es la de hacer lo que el negocio requiere por sobre lo que uno tiene ganas de hacer”, confiesa. Entonces, se enfocó en lo que debía hacer para sacar adelante su negocio: vender, aprender a delegar, medir los resultados y otros oficios aburridos.
“Hay que aceptar que uno ‘no sabe todo’ y hacer lo mismo que las personas inteligentes: dejarse ayudar, capacitarse. El negocio es como un hijo: ningún padre quiere levantarse a la madrugada a alimentarlo, pero todos quieren ver a sus hijos crecer fuertes y sanos. Entonces, lo hacen, aunque implique un esfuerzo, porque tienen un propósito, el amor que le tienen a su hijo”, asegura.
Y no fue fácil, por supuesto. Porque hubo momentos de duda, de incertidumbre, momentos en los que las fuerzas flaqueaban. Sin embargo, como dice Martín, “el corazón siempre le ganó a la mente y de alguna manera la convenció de seguir adelante”. Además, una frase de una persona que conoció, director de un manicomio, lo marcó: “lo peor que nos puede pasar es volver al loquero”.
Esta persona buscaba la reinserción laboral de sus pacientes y, por eso, le decían que estaba loco. “Si las cosas te salen mal, lo peor que puede pasar es seguir con el ‘loquero’ de tu vida como era antes”, dice Martín. “Además, no conozco emprendedor arrepentido, porque sin importar el resultado del negocio, lo que se aprende en el camino te forja como persona, te brinda un crecimiento”.
Entonces, Martín lo intentó, una y otra vez, y lo sigue intentando. En el loquero tendrán que seguir esperándolo, porque por ahora no piensa volver. “No quiero llegar a viejo pensando que lo tendría que haber intentado y no lo hice por miedo. Si te sale bien, podés obtener en unos 5 años los resultados que por otro camino te llevarían 30 años. La recompensa por intentarlo es grande”.
Martín ya descubrió el propósito de su vida y no renunciará a él. “Hace un tiempo me di cuenta de que me faltaba algo por hacer y me puse de lleno a crear un programa para cambiar la vida de las personas en materia de dinero, negocios y crecimiento personal. Y en eso estoy. El objetivo es transformar vidas”, dice. Internet transformó la suya por completo y quiere multiplicar el impacto.
Si quieres saber más de Martín Omar, puedes conectarte a:
http://martinomar.com/inicio/