Tengo que reconocer que, para mí, esta es una historia muy triste. Blockbuster fue parte importante de mi juventud, cuando aún vivía en Colombia, y las noticias recientes no son positivas. Solo un local de franquicia de la marca permanecerá abierto al público después de que en Morley, un suburbio de Perth (Australia), cierre sus puertas definitivamente a finales del mes.
Blockbuster tuvo más de 9.000 locales en el mundo a principios de los años 2000, pero el apogeo de Netflix, el cambio de hábitos del consumidor en el siglo XXI y sus propios errores la llevaron a una situación de no retorno. La empresa nunca supo competir contra el novedoso sistema de suscripción, al que en un comienzo miró con desprecio y al que luego no supo cómo enfrentar.
En los años 80 y 90, Colombia vivió épocas muy duras, por cuenta de la inseguridad y, sobre todo, de la guerra que libraban los carteles de la droga contra el Estado. Los atentados terroristas en las ciudades eran frecuentes y, literalmente, daba pánico salir a la calle. Los centros comerciales, donde se aglomeraban grandes cantidades de ciudadanos, era uno de los objetivos del terrorismo.
Entonces, nos tocó adquirir nuevos hábitos, en especial a los jóvenes que nos negábamos a pasar los fines de semana recluidos en casa. Así, entonces, las reuniones con amigos y las celebraciones de los cumpleaños, entre otras actividades, comenzaron a desarrollarse en casa. Dejamos de ir al cine por alquilar una o varias películas en Blockbuster para verlas con tranquilidad y sin peligro en la sala.
No muy lejos de mi casa había una tienda y recuerdo que lo primero que hacíamos en la tarde del viernes, una vez el bus del colegio nos dejaba en casa, era ir a Blockbuster a buscar las películas para el fin de semana. Había que ir pronto, o de lo contrario se corría el riesgo de no encontrar los títulos esperados, los de los últimos estrenos. Alquilábamos dos o tres para cada una de las noches.
Nos reuníamos con los amigos, con los primos, con los compañeros del colegio o de la universidad y preparábamos palomitas de maíz (pop-corn) y emparedados y tomábamos gaseosa o cerveza. Y se nos pasaban las horas mientras vivíamos las emociones de las películas, que a veces alternábamos con juegos de mesa. La verdad es que éramos felices de una manera muy sencilla.
Blockbuster fue creada en 1985 por David Cook, responsable de software para una compañía petrolera en Texas. Junto con su esposa Sandy, aprovechó su conocimiento sobre bases de datos y creó el alquiler de películas (que se veían en Betamax, primero, y luego, en VHS) para ver en casa. Su diferencial fue ofrecer un amplio catálogo de películas de todos los géneros: lo difícil era elegir.
En poco tiempo, la marca tuvo 15 tiendas propias y 20 franquicias y se instaló en la vida cotidiana de los ciudadanos, muy cerca de su casa. El crecimiento fue exponencial y Blockbuster llegó a los parajes más apartados, a lugares del mapamundi que uno jamás había escuchado, como Morley, el suburbio de Perth que hace solo unos días anunció el cierre definitivo, que ocurrirá en dos semanas.
La historia ha hecho célebre el episodio que, para muchos, marcó el destino de la empresa. Por allá en el año 2000, Blockbuster rechazó la posibilidad de adquirir Netflix, que por entonces era un servicio de alquiler a domicilio. Cuenta la leyenda que la decisión fue adoptada por John Antioco, consejero delegado de la junta directiva, que entendió que el pez pequeño no se comería al grande.
Cuatro años más tarde, sin embargo, David venció a Goliat. Netflix se había convertido en un proveedor de entretenimiento en línea, con más de un millón de suscriptores, y a partir de ese momento comenzó el declive del negocio de los videoclubes como Blockbuster. ¿Torpeza?, ¿error estratégico?, ¿soberbia?, ¿miopía empresarial? De todo un poco, sin duda, y no hubo salvación.
Luego aparecieron los servicios de televisión por cable, que en pocos años se popularizaron, y aparatos como el Betamax y el VHS se volvieron obsoletos. La reacción a esta competencia no fue efectiva y poco a poco Blockbuster vio cómo los clientes se alejaban de sus tiendas, que no tenían más remedio que cerrar, porque el negocio era inviable. A pesar de eso, logró resistir hasta hoy.
En Estados Unidos quedaban tres locales de Blockbuster, pero dos cerraron el pasado mes de agosto. Estaban en Anchorage y Fairbanks, en Alaska. Allí, los inviernos son largos, salir de la casa significa retar temperaturas bajo cero y las conexiones a internet son lentas y costosas. Entonces, en ese ambiente, el alquiler de películas para ver en casa, junto a la chimenea, aún era negocio.
Sandi Howard, gerente de la única tienda vigente, llegó a trabajar allí por conducto de un amigo, cuando se llamaba Pacific Video. En 2000, adquirió el nombre de Blockbuster y en 2004 ella se convirtió en la manejadora del lugar. Su esposo también trabajó en una tienda de la marca y su hijo, de solo 14 años, la acompaña con frecuencia, como lo hicieron antes otros dos.
Ahora, en consecuencia, solo queda una franquicia, un local que se niega a morir y que, por obra y gracia de la nostalgia, se volvió noticia en los medios de comunicación de todo el mundo. Está en Bend (Oregón), con una tienda de cannabis y un servicio de cremación de mascotas como vecinos. Su gerente es Sandi Harding, que no podía dar crédito a lo que estaba sucediendo estos días.
La tienda abrió en 2000 y tiene más de 4.000 cuentas activas, cifra que crece día a día, a paso lento, pero sostenido. No solo se pueden alquilar películas, sino que también hay suvenires variados como tazas, imanes, sombreros y otro tipo de recordatorios. El convenio con Dish Network, que compró Blockbuster en 2011 por 320 millones de dólares, está vigente por un buen tiempo.
“Mi Dios, es emocionante”, dijo Harding en una entrevista a un medio local, y contó que acababa de terminar una entrevista telefónica que le hizo una emisora de Australia. “Nos tratan como si fuéramos celebridades”, agregó. La BBC inglesa, tanto en su versión en español como la de inglés, publicó notas dando cuenta de este último reducto de Blockbuster, una valiosa reliquia.
Según Sally Russell, alcaldesa de Bend, la razón por la cual el local de Blockbuster mantiene una fluida clientela es porque está situado en la mitad de la nada, literalmente. “Es una región con grandes extensiones con comunidades realmente pequeñas que no tienen fácil acceso a internet de alta velocidad o con la configuración necesaria para la transmisión de contenidos”, explicó.
De hecho, relató, los residentes de zonas periféricas que pasan por ahí se detienen en la tienda de Blockbuster durante sus desplazamientos y aprovechan para alquilar películas que pueden devolver una semana después. “Estamos seguros de que tan pronto la gente sepa que es la última tienda de la marca en el mundo, las visitas van a aumentar, llegarán más clientes”, expresó.
Todas las semanas, los martes, Harding recorre los hipermercados de la zona y adquiere nuevos títulos para su tienda, en formatos Blu-ray, DVD y videojuegos, viejos y nuevos. Ahora, además, debe atender a los clientes nostálgicos que llegan al lugar. “Las mejores historias son de los padres que traen a sus hijos y dicen ‘Esto es lo que solíamos hacer cuando teníamos su edad’”.
Si tienes más de 40 años, estoy seguro de que alguna vez alquilaste una película en Blockbuster. Y si bien es probable que ahora seas un aficionado a Netflix, no me cabe la duda de que esta historia te alborotará la nostalgia y hará que el tiempo regrese a tu juventud. A pesar de todo, Blockbuster sigue vivo y desde finales de marzo solo habrá una tienda en el planeta: está en Bend, en Oregón.