Una de las principales quejas, quizás la que más se escucha acerca de la dificultad para relacionarse con los mileniales, es que son sumamente distraídos. Es la conocida generación Y, conformada por personas nacidas después de 1981 y que llegó a la adultez con el cambio del milenio, justo en momentos en los que la revolución digital tomaba impulso en el planeta.

Voy a aclarar algo antes de que se preste a confusión: no tengo nada, absolutamente nada, en contra de esta generación. Solo que tengo un contacto muy cercano con ellos porque son la mayoría de mis clientes. Entonces, he tenido que lidiar con lo bueno y con lo malo de sus hábitos, de sus características, y también me he beneficiado con su talento y su visión del mundo y la vida.

A los mileniales les tocó ser el jamón del sándwich, como se dice popularmente. Son muy distintos a sus padres, que vivieron en una época en la que el mundo era harto diferente, y son distintos a sus hijos, que seguramente nacieron en el siglo XXI y trajeron el chip digital en la configuración original. Así, su vida es una especie de permanente viaje en el tiempo, entre el pasado y el futuro.

Se criaron en mundo en el que ya se avizoraban los grandes cambios producidos por la tecnología, que por aquel entonces no superaba las fronteras de la ciencia ficción. Sin embargo, cuando les llegó el momento de asumir el control de su vida, cuando ya creían haber aprendido el libreto para ser felices y tener una vida productiva, llegó la revolución digital y les cambió el panorama.

Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Es tal el bombardeo al que el cliente es sometido, que queda exhausto. ¡No quiere ver uno más!

Y cuando se casaron, cuando nacieron sus hijos, tuvieron que acomodarse a las condiciones de esa era en la que la tecnología dicta las normas de vida. No todas, pero sí muchas de ellas. Y, en especial, necesitaron aprender cómo conectarse sin conflictos con esa generación Z, los nacidos en la primera década de este siglo, sus hijos. Dos problemas: conectarse, uno; sin conflictos, dos.

Te lo digo con conocimiento de causa, pues si bien yo pertenezco a la generación a la milenial, la X, mis hijas nacieron en este siglo. Por eso, entiendo perfectamente el dilema que es la vida de la generación Z, que nació con el chip del siglo XX y tiene que vivir con las reglas impuestas por el del siglo XXI. Eso, por supuesto, los convierte en personas con características muy especiales.

Cuando nacieron, la radio y la televisión lo eran todo para el marketing. A través de estos medios era que conocíamos los productos. Las marcas diseñaban promociones divertidas, creativas, con eslóganes pegajosos que se grababan fácilmente en la memoria. Hoy, sin embargo, hacen uso de los beneficios que nos brinda la tecnología, en especial el ilimitado universo que es internet.


Según algunos estudios, una persona revisa su teléfono móvil al menos 80 veces al día.
Aunque son muchas las oportunidades para captar su atención, la realidad nos demuestra
que muchas veces fallamos en el intento. Necesitamos mejorar las estrategias.


Entre la vida cotidiana, que avanza a un ritmo frenético y no da respiro; la crianza de sus hijos, que es un dilema que no tiene respuesta; la vida laboral que por lo general no les brinda satisfacciones y la frustración de no poder cumplir sus sueños, estas personas tienen poco tiempo para más. Están tan ocupados, tan distraídos, que tienen poco tiempo para más, inclusive, para descansar.

Esa característica, por supuesto, es un reto para quienes hacemos negocios y contamos con clientes que encajan en ese perfil. La principal dificultad es capturar su atención, que es distinto a llamar su atención. Es tal la cantidad de dispositivos con los que tenemos que lidiar, que estamos sometidos a un bombardeo inclemente. Prácticamente no pasa un minuto sin una notificación.

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Estar en todos los canales es importante, pero más importante es aportar valor con el contenido.

Por supuesto, es imposible prestarles atención a todas. De hecho, tú que eres otra de las víctimas de ese bombardeo, sabes bien que muchas de esas notificaciones son invisibles, es decir, las dejamos pasar sin siquiera darles una mirada rápida. ¡Es imposible mirarlas todas! Inclusive, y lo sé porque a veces a mí me sucede, dejamos pasar algunas que en verdad son importantes.

En teoría, si tú tienes un mensaje poderoso que está dirigido al mercado que sufre el dolor para el que tú tienes la solución ideal y lo envías por los medios adecuados, el éxito de tu estrategia está garantizado. En teoría, nada más, porque ya sabemos que en la práctica la realidad es distinta. Eso, por supuesto, significa un gran reto para quienes tenemos algo para ofrecerles a esas personas.

Si haces publicidad en televisión, debes saber que desde hace años el televidente adquirió el hábito de bajarle el volumen durante los recesos, o cambiar el canal o simplemente se levanta del sillón. El efecto es el mismo: ¡no ve la publicidad! En los impresos, la presencia de las marcas es cada vez menor y el alcance de estos medios, también: su tiraje vive a la baja, en caída libre.


Cuanto más sencillo, digerible y directo sea el mensaje que les transmitimos a nuestros
clientes, mayor será el impacto. No importa el formato, ni el medio que utilicemos: la clave
sigue siendo el contenido. Aportarle valor es el camino para capturar su atención.


Y ni hablar del computador y los dispositivos móviles, que tienen funciones que les permiten a los usuarios bloquear los avisos publicitarios, incluidas las redes sociales. Visto de esa manera, el panorama es desolador. Sin embargo, hay que decir que siempre fue difícil la tarea de conectar con el consumidor, de atraer su atención y, de manera muy especial, de capturar su atención.

Otra de las razones que influye es que el consumidor actual, a diferencia del de épocas anteriores, es más educado, más intuitivo: de reojo, sospecha qué mensajes no son de su interés, y la tasa de acierto es elevada. Entonces, no hay más camino que recurrir a la creatividad y, sobre todo, hacer buen marketing para conseguir que el cliente se fije en nosotros. Esto es lo que puedes hacer:

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El consumidor actual es más educado, más intuitivo: nuestras estrategias deben responder a ese nivel.

1) Ser diferente: la principal razón por la cual el cliente hace caso omiso de la mayoría de los mensajes es porque los percibe idénticos. Muchos emprendedores, con la excusa de facilitar su trabajo, adoptan plantillas de otros y, por eso, el contenido de sus mensajes no se diferencia. En el espeso bosque que hoy es el mercado, ser diferente, autentico y único es el camino al éxito.

2) Estar en todas partes: el don de la ubicuidad es una de las características fundamentales para quienes hacemos negocios en el siglo XXI. Hay que estar en todas partes, en todos los canales y escenarios en los que está nuestro cliente. En un ecosistema tan competido como el actual, solo es visible es que está en todas partes y, claro, el que ofrece contenido de calidad. ¡Esa es la clave!

3) Aportar valor: de nada te sirve estar en todas partes y de nada te sirve bombardear a tu cliente con decenas de mensajes; así solo conseguirás aburrirlo y provocarás que se vaya con la competencia. Apórtale valor, edúcalo, empodéralo, inspíralo, dale herramientas y conocimiento para que pueda cumplir sus sueños. Esa es la mejor estrategia para capturar su atención.

4) Ser coherente: una de las principales razones por las cuales el cliente voltea su mirada hacia otro lado es que percibe que tu estrategia no es coherente, es decir, que tus dichos van en contravía de tus prédicas. Ese es uno de los efectos de que haya tanto payaso digital en internet: necesitamos refrendar la confianza y la credibilidad a cada momento, con decisiones y acciones coherentes.