¿Recuerdas la última vez que tuviste éxito a la hora de modificar una conducta e incorporar un nuevo hábito en tu vida? Por favor, tómate unos segundos para pensar. Lo más probable es que hagas un rápido viaje en vano a tu pasado y no puedas precisar ese evento. Sin embargo, tranquilo: eres parte de la inmensa mayoría de seres humanos.

Aunque sabemos que la dinámica del cambio es una de las verdades irrefutables de la vida, a veces lo olvidamos. Muchas veces, por cierto. Porque hay una delgada línea entre saber y ser conscientes. Aquello se limita a ‘estar informados, tener conocimiento’, mientras que esto último implica asumir el control y, sobre todo, tomar acción.

Es decir, nos cuesta aceptar y realizar los cambios. ¡Todos! No solo los que implican algún tipo de transformación o de dolor. La razón es que somos cómodos, nos gusta lo que está establecido, aquello a lo que estamos acostumbrados. Y no solo eso: también, lo que está ligado a nuestros principios y valores, a nuestras creencias y lo que nos brinda placer.

O eso es lo que pensamos. ¿A qué me refiero? Desde que era un jovencito, porque era lo común en el círculo social en el que me movía, adquirí el hábito del cigarrillo. Decía que me daba ‘tranquilidad’, que me permitía ‘liberar el estrés’ y no sé cuántas otras mentiras más. Tontas excusas para justificar mis decisiones, por las que después pagué un precio.

Un día, en víspera de un viaje a Bogotá para comandar un evento presencial en el que me esperaban al menos 400 personas (además de otras 150 vía streaming), sufrí un preinfarto. Por fortuna, quedó en un susto o un aviso en tono perentorio. ¿En qué sentido? La vida me invitaba a cambiar mis hábitos, so pena de morir de repente.

El médico me dijo que era afortunado porque la vida me daba otra oportunidad. Que quizás podía ser la última. De inmediato, pensé en mis dos hijas, unas niñas pequeñas en aquel entonces. Te confieso que un terrible escalofrío recorrió mi cuerpo y fue cuando entendí, cuando decidí, que debía hacer un cambio. Uno extremo, radical y definitivo.

Saqué el cigarrillo de mi vida y realicé otros cambios. Dejé el sedentarismo absoluto, desaprendí varios malos hábitos que había cultivado durante años (hasta me había encariñado con ellos) y adquirí otros, unos saludables. No fue un proceso fácil, podrás imaginarlo, pero sin duda valió la pena: mejoré mi calidad de vida y mi expectativa.

Otro gran cambio que decidí, presa del miedo y agobiado por la incertidumbre, fue el de abandonar mi país, dejar atrás la vida que llevaba (todo incluido: familia, amigos, trabajo) y venir a los Estados Unidos. Quería conocer acerca de esa novedosa tecnología llamada internet. Corrían los últimos años del siglo XX y ese viaje significó un antes y un después.

El problema, porque siempre hay un problema, es que la mayoría de los seres humanos fracasamos en el intento de hacer cambios en nuestra vida. Lo malo es que muchas veces ni siquiera lo intentamos: nos damos por derrotados antes de emprender la tarea. Lo que se nos olvida es que la vida, sin falta, en algún momento nos pasará la cuenta de cobro.

Lo peor, ¿sabes qué es lo peor? Que nos convencemos de que no es posible realizar cambios, nos repetimos una y mil veces que no somos capaces. Sin embargo, eso no es cierto: cualquier ser humano está en capacidad de cambiar lo que considere necesario en su vida. No importa cuán difícil parezca, solo debes saber que hay un camino adecuado.

¿Cuál? Te propongo 10 acciones que te permitirán realizar cambios reales en tu vida:

1.- Define un objetivo.
La mayoría de las veces que fracasamos en el intento de realizar un cambio la razón es que no sabemos qué queremos. Es decir, no hay un objetivo claro que nos sirva como la luz que ilumina nuestro camino. Sin embargo, ten en cuenta algo: el objetivo, por sí mismo, no obrará el milagro. Necesitas también establecer un plazo específico para llevarlo a cabo.

2.- Establece un plan.
Asumimos que hacer un cambio es ‘ir del punto A al punto B’, pero esa no es la realidad. La realidad es que entre A y B hay un abecedario completo. Segmenta tu objetivo principal, el final, en metas a corto, mediano y largo plazo. Entiende que esas pequeñas victorias son las que te permitirán llegar hasta el final sin rendirte en el camino. Sé claro y preciso.

3.- Pon límites.
Ya lo mencioné, pero vale la pena recalcarlo. Recuerda que se trata de un proceso y que cada día es distinto, cada uno trae su afán, sus dificultades o sus oportunidades. Intentar avanzar sin haber puesto límites te hará propenso a la procrastinación, al autoengaño y a las excusas. Así mismo, te  proporcionará un nivel de compromiso más elevado.

4.- Mantén el ritmo.
No es un esprint de 100 metros, sino una ultramaratón. Para llegar a la meta, vale más la perseverancia, la consistencia de las estrategias y la paciencia que la velocidad. Entonces, te ayudará más ir a un ritmo que no solo te permita avanzar, sino que evite que malgastes tu energía. Por último, recuerda el dicho: “la constancia vence lo que la dicha no alcanzar”.

5.- Cuida la autoexigencia.
Este es uno de los errores más comunes: fijar expectativas muy elevadas, que nos exigen ir a tope siempre, y que a largo plazo no son posibles de cumplir. Es como cuando el piloto de un F1 acelera sin precaución y, después de unas pocas vueltas, funde el motor. Poner el listón muy alto te desanimará y provocará que, tarde o temprano, tires la toalla…

6.- Usa la visualización.
“Si lo crees, lo creas”, dijo el reconocido Brian Tracy en su libro. Y no puedo estar más de acuerdo con esa premisa. La poder de la mente es infinito, pero antes de hacer realidad un sueño primero tienes que vivirlo, que experimentarlo, en tu mente. Es lo que llamo ir de la isla del infierno a la isla del paraíso: lo imaginas, lo disfrutas y lo creas. ¡Es maravilloso!

7.- Imita casos de éxito.
El agua tibia y la rueda ya fueron inventadas, ¿cierto? Entonces, olvídate de esa gran idea, de ese gran invento para pasar a la historia. Más bien, identifica y modela casos de éxito que te sirvan como ejemplo, como inspiración. Establecer por qué esas personas lograron lo que para otras resultó imposible: sus reglas, sus estrategias, sus hábitos, sus acciones…

8.- Documenta el proceso.
Esta es una estrategia muy importante que la inmensa mayoría pasa por alto. ¿Para qué sirve? Primero, para detectar eventuales errores. Segundo, para saber qué has hecho y qué falta por hacer. Tercero, lo más valioso, para crear sistemas efectivos que, una vez hayas validado tu proceso con éxito en la práctica, lo puedas replicar una y otra vez.

9.- Cuida tu entorno.
Sé que a veces no es fácil, pero es indispensable. No compartas tus planes, tus sueños, con quienes serán el palo en tu rueda. La envidia se disfraza de muchas formas, ¡cuidado! Rodéate de quienes compartan tus sueños, te impulsen a ser mejor, te exijan y te brinden el apoyo que necesitas. Personas con las que compartas tus principios, valores y propósito.

10.- ¡ACTÚA!
Así, en mayúscula, en tono imperativo. De nada te servirán las nueve acciones previas si, a la hora de entrar en acción, te paralizas. Descubre y potencia los desencadenantes de la acción, esos pequeños rituales que te ayudan a mantenerte en movimiento. Recuerda que no hay afán y que lo primordial es alcanzar el objetivo previsto. Ve sin prisa, pero con pausa…

Un consejo final: comienza por lo sencillo, por cambios pequeños que puedas implementar en poco tiempo. Así, educarás tu cerebro y crearás el sistema que, más tarde, te permitirá realizar los cambios estructurales que requieres o deseas. El fracaso, muchas veces, se origina en que elegimos un cambio muy drástico y no estamos preparados para ello.

Algo más: no intentes hacerlo solo. Más bien, procura conseguir un partner (tu pareja, un hijo, un amigo cercano) con el que puedas apalancarte para lograr el éxito. Asúmelo como un reto, hazlo divertido, establece un plan de penitencias y recompensas y no dejes que la rutina o el miedo te impidan obtener lo que deseas, lo maravilloso que la vida tiene para ti.

Moraleja: no se trata de esfuerzo, de trabajo duro o de sacrificio. Sí, es cierto que esos son algunos de los ingredientes de la receta, pero lo que realmente producirá los cambios que deseas en tu vida es hacer lo correcto. Estas 10 acciones son parte de mi rutina desde que la vida me dio una segunda oportunidad. La valoro, la agradezco y la aprovecho…


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