Una tras otra, con método y paciencia, la gota de agua horada la piedra. Se toma todo el tiempo que necesita porque está convencida de que la piedra no resistirá. Sabe que tarde o temprano conseguirá su objetivo y por eso no pierde su enfoque: está comprometida con la tarea y no cejará hasta que la termine. Una poderosa lección para cualquier ser humano.
Cada vez que emprendemos un camino y al cabo de un tiempo no conseguimos llegar al punto previsto, los seres humanos sacamos a relucir un variado arsenal de disculpas o excusas. ¿El objetivo? Liberarnos de la responsabilidad, por un lado, y minimizar los riesgo que implica la desaprobación de los demás, en especial, de aquellos que conforman nuestro círculo cercano.
Es una situación incómoda que nos sucede a todos, absolutamente a todos, alguna vez en la vida. El problema es cuando ‘tu vida’ es repetir ese tropiezo una y otra vez, y otra. Cuando no aprendes de las experiencias que vives y, entonces, estás condenado a repetir el mismo error. Y lo peor, ¿sabes qué es lo peor? Que, casi sin darte cuenta, se te escapa la vida misma.
Una de las razones de mi éxito, quizás lo sabes, es que soy terco. Pero no uno cualquiera, sino de aquellos. Por supuesto, muchas veces me estrellé contra el planeta por culpa de esa virtud, aunque tengo que decir que fueron más, muchas más, las ocasiones en las que salí airoso. Una de ellas, felizmente, la de seguir el mensaje de mi corazón y convertirme en un emprendedor.
Un camino que no ha sido fácil, que no ha estado exento de dificultades. Sobre todo al comienzo, cuando me afinqué en Estados Unidos, lejos de mi vida pasada, de mi familia y de mis amigos. Fue duro. Y hoy, si bien he podido construir una vida soportada en bases sólidas, de cuando en cuando llegan tormentas que ponen a prueba mi resistencia y mi compromiso.
La resistencia camina de la mano de la terquedad, así que no me preocupa. Mientras, el compromiso es algo que debo renovar cada día. Cosecharlo, mimarlo y nutrirlo como si fuera un árbol para que se mantenga firme, para que en sus frondosas ramas florezcan los frutos del trabajo que realizo cada día. No me cabe duda de que se trata de una de mis fortalezas.
Y, también, una de las mayores debilidades del mercado, de muchas personas valiosas que dan el paso para cambiar su vida, asumen el riesgo de emprender y poco tiempo después, de manera triste, tiran la toalla. Un paso en falso que suele ser doloroso y costoso: no solo porque eventualmente se pierde dinero, sino en especial porque se pierde la confianza en sí mismo.
Los seres humanos somos muy dados a hacernos promesas que luego no cumplimos y, también, a contraer responsabilidades y compromisos que después no somos capaces de honrar. Es, entonces, como lo mencioné antes, cuando recurrimos a ese vasto arsenal de excusas que poseemos: una mentirita sigue a la otra, hasta que nos sentimos liberados.
“La situación está muy difícil”, “El gobierno no ofrece ayuda para emprendedores”, “El mercado está saturado”, “La competencia está muy dura” y otras más. La verdad, sin embargo, es que la vida siempre fue así, el mercado siempre fue así. Cuando comencé y ahora, antes de que existiera internet, también. Y durante ese tiempo muchos creamos negocios exitosos.
El problema, ¿sabes cuál es el problema? Que muchas personas se dejan llevar por los bulos que abundan en el mercado. Caen en la tentación de la última baratija, del más reciente objeto brillante, de la riqueza fácil y rápida. Esos falsos gurús que los atrajeron los llevan de la mano hasta el borde del acantilado y los sueltan: si no se los lleva el viento, ellos los empujan…
Lo que hay en el fondo, sin embargo, esa gigantesca porción del iceberg que no se percibe en la superficie, es la incapacidad para comprometerse con una vida fuera de la zona de confort. O de enfrentar los miedos, o de escudarse en las creencias limitantes, no importa. Son personas que, tristemente, no se comprometen con sus sueños, eligen transitar un camino más cómodo.
Una de las enseñanzas más grandes que recibí de mis padres y de mis mentores fue aquella de dar el 1000 por ciento en cualquier actividad que eligiera en la vida. Hay un famoso vallenato de Diomedes Díaz, cantante colombiano, llamado Mi muchacho, en el que le dice a su hijo “Si te inspira ser zapatero, solo quiero que seas el mejor”. De eso, justamente, se trata la vida.
El día que descubrí que quería ser emprendedor y ayudar a otros con mis conocimientos y experiencias, con el aprendizaje de mis múltiples errores, me comprometí al 1000 por ciento. Un compromiso que renuevo todos y cada uno de los días de mi vida y que, lo más importante, lo nutro con nuevas habilidades, con más conocimiento, con más alianzas estratégicas.
El día que descubrí que el propósito de mi vida era servir a otros, me comprometí al 1000 por ciento con esa tarea. Que la disfruto al máximo, valga decirlo; que me ha brindado momentos increíbles y recompensas invaluables, satisfacciones que jamás imaginé vivir. ¿Y sabes qué? Eso es lo que deseo para ti, la invitación que te formulo: crea la vida que siempre has soñado.
Desde hace tres décadas, internet nos da la posibilidad de enterrar, de una vez y por todas, aquel dilema de vivir la vida (vida privada) o trabajar. No solo son compatibles, sino que son complementarias. Y lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que si posees conocimiento, si eres experto en un área y además acreditas experiencia, ya tienes lo más importante.
Lo demás, lo que haga falta, se aprende. Yo aprendí. Y me faltaba casi todo lo relacionado con marketing, con esa tecnología disruptiva que era internet, por cierto. Ah, que no se me olvide: se requiere que, de manera genuina, sin trampas o avaricia, quieras compartir tu conocimiento con otros porque tienes la capacidad de ayudarlos a construir la vida que anhelan.
Los últimos eventos que hemos vivido, los cambios que se han dado en el mundo, en las costumbres de las personas y, sobre todo, en el ámbito laboral son oportunidades. Algunos, la mayoría, los ven como dificultades, pero la verdad es que son caminos que se abren. Y déjame decirte que son ilimitados para quien sabe recorrerlos, para quien los puede aprovechar.
A lo largo de mi vida hubo varios puntos bisagra, esos momentos que marcaron un antes y un después. ¿El más importante? El día que aprendí a empaquetar mi conocimiento, convertirlo en infoproductos y venderlo. Fue como un gran descubrimiento, como si hubiera cruzado una puerta que me condujo a un universo maravilloso. Y no termino de conocerlo, de disfrutarlo.
Siempre quise tener un negocio, era algo que estaba en mi ADN. Sin embargo, le di un rumbo distinto a mi vida. Me gradué como psicólogo clínico y por unos años ejercí la profesión. Que, no sobra decirlo, me apasionaba. Me comprometí con ella, pero el resultado no fue el que esperaba. ¿Por qué? Trabajo e ingresos inestables y un consultorio vacío la mayor parte del tiempo.
Daba lo máximo de mí y lo que recibía no era equitativo. Por fortuna, en su inmensa sabiduría la vida me mostró un camino alterno. Apareció internet, por aquella época una tecnología impactante y desafiante, que despertó mi curiosidad. Armé las maletas, me despedí de la vida que llevaba y me comprometí con un nuevo reto: aprender sobre esta herramienta disruptiva.
El resto de la historia quizás lo conoces: en ese camino, mientras internet crecía y yo aprendía, se me cruzó el marketing digital. Y aquí estoy, casi 30 años después, comprometido al 1000 por ciento con una actividad que, más que un trabajo, es mi estilo de vida. El que elegí, el que me hace feliz. El destino que, ojalá, tú también escojas para cumplir tus sueños, tus fantasías.
¿Cómo lograrlo? A partir de mi experiencia, te comparto las siete principales características de una persona comprometida:
1.- Hace lo que hay que hacer.
Sin excusas, sin buscar culpables donde no los hay. Inclusive en esos días en los que no quieres hacer nada, en los que la lucidez se esfuma. Hacer lo que hay que hacer, aunque después haya que optimizar, que corregir, que mejorar. Recuerda: “es mucho mejor hecho que perfecto”.
2.- Involucración total.
Si tus sueños son ambiciosos, si tus expectativas son altas, tu nivel de compromiso con lo que hay que hacer no puede ser inferior al mil por ciento. Con menos, fracasarás. No es solo una cuestión de tiempo, sino de aprender, probar, errar, corregir, optimizar, probar, aprender…
3.- Dar siempre más.
Me resulta imposible decirte cuántas fueron las noches de desvelo trabajando en mis sueños, en mis proyectos. Lo que sí puede asegurarte es que cada una valió la pena. Estar dispuesto a dar siempre más, un plus, me ha permitido ir unos pasos adelante del resto del mercado.
4.- Ser responsable.
¿En qué sentido? En el de asumir riesgos y aceptar consecuencias. Si no asumes riesgos, nunca avanzarás; si no aceptas las consecuencias, te estancas. El éxito está determinado por las decisiones que adoptas y por cómo asumes tus errores y fracasos. Si aprendes, avanzas…
5.- Disciplina y perseverancia.
Las dos, sin duda. Van de la mano. Son indispensables. La disciplina tiene que ver con aquello de hacer lo que hay que hacer (aunque no tengas ganas, aunque tengas miedo). Mientras, la perseverancia se relaciona con tu capacidad para levantarte tras haber caído y seguir adelante.
6.- Ser confiable.
Puedes tener el mejor producto del mundo, el mejor negocio del mundo, pero no venderás si no eres confiable. Cuando inspiras confianza, no solo inspiras a otros, sino que construyes un legado. Sin confianza, no puedes construir relaciones, que son la base del marketing.
7.- Ser proactivo.
En varios sentidos: escuchar al mercado, aprender algo cada día, subir el listón de tus metas, liberarte de la carga de las excusas y de los miedos… La clave del éxito, independientemente de lo que creas que es, radica en hacer, en tomar acción. Todo lo demás es pura palabrería.
Probablemente no soy más inteligente que la mayoría. Quizás no tenga tantos talentos como muchos. Seguramente, y en virtud de mi terquedad, me equivoco más de lo que me gustaría. Sin embargo, con esa rara y escasa virtud de ser comprometido con mis sueños, he logrado construir la vida que quiero. Por eso, cada mañana renuevo mi compromiso y hago lo que hay que hacer…
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