Pasan los días y la emergencia se mantiene, pero la expectativa por volver a eso que llamamos una vida normal cada día es mayor. Un afán que, en la mayoría de los casos, surge de la necesidad de que se reactiven los negocios, de que los consumidores salgan del encierro y vuelvan a comprar. Porque, aunque nadie se atreve a decirlo en voz alta, la crisis no ha servido ni a los oportunistas.
Una de las situaciones más incómodas a las que nos enfrentamos todos cuando comenzaron las restricciones que terminaron en el confinamiento obligatorio fue el tsunami de correos que recibimos en la bandeja de entrada. Decenas de ofertas irrechazables para reinventarnos, para crear en una semana el negocio de nuestra vida, para cursar maestrías exprés y no sé qué más…
Aterrador e insoportable, sin duda. Como si el mundo se fuera a acabar, como si no hubiera vida después de la crisis, nos acosaban para provocar que compráramos la solución perfecta. Fueron varios los clientes que me manifestaron su incomodidad por este aluvión de emails y que me expresaron que, en las actuales circunstancias, en lo que menos pensaban era en comprar.
Nada distinto a lo básico, a lo estrictamente necesario en una etapa de economía de guerra. Por supuesto, estoy de acuerdo con ellos. Además, les hice caer en cuenta de un detalle que para ellos había pasado inadvertido: si esas aquellas personas ya tenían esas soluciones ideales, esas fórmulas perfectas, esos cursos salvadores, ¿por qué, entonces, no los habían ofrecido antes?
Ninguno de ellos, claro está, pudo responder esta pregunta. Ninguno de ellos, claro está, se había formulado esta pregunta. Fue, entonces, cuando se abrió un más que interesante y constructivo debate, cuyas conclusiones comparto contigo en estas líneas con la ilusión que te sirvan. Un debate que, déjame decirte, traspasa los límites del marketing y se adentra en los de la ética.
Lo primero que te puedo decir es que si aquello a lo que te dedicas es a vender, bien sea un producto o un servicio, no hay época vedada para hacerlo. Navidad, el Día de Acción de Gracias, el Día de la Madre, San Valentín o cualquier otra fecha del calendario, especial o no, es un buen día para vender. Claro, siempre y cuando aquello que ofreces cumpla con la condición básica.
¿Sabes a cuál me refiero? A que ese producto o servicio en verdad le aporte a tu cliente la solución al dolor que le quita el sueño, al problema que le roba la tranquilidad. Y si lo piensas un poco, nada más un poco, no fue eso lo que ocurrió cuando fue decretada la emergencia por el coronavirus. La mayoría de esas ofertas con que nos bombardearon eran solo de oportunidad.
¿O, más bien, de oportunismo? Porque confinarnos en la casa no era una decisión voluntaria para la gran mayoría de las personas, porque para muchas de ellas había responsabilidades laborales que debían ser atendidas, porque prácticamente ninguna de ellas tenía experiencia alguna en el trabajo en casa y la vida, de un día para otro, se les puso patas arriba. Para mí, puro oportunismo.
Tristemente, y digo tristemente porque los efectos de estas acciones ajenas nos impactan a todos los que estamos en internet, a los que hacemos negocios en internet, muchos creyeron que el miedo de los consumidores, que el pánico generalizado que se desató por la pandemia, era el escenario ideal para aprovechar. Sí, aprovechar la sensibilidad extrema de los clientes.
No tengo la autoridad moral para decirle a nadie qué debe hacer, o qué puede venderles a sus clientes (y qué no). Si alguien me pregunta cuál es mi posición acerca del tema, con gusto le respondo, porque tengo una muy clara, basada en los principios y valores que me inculcaron mis padres y mis mentores y, también, en el aprendizaje durante más de 20 años de trayectoria.
La crisis provocada por el coronavirus puso sobre el tapete un dilema al que los emprendedores nos enfrentamos todos los días: vender desde el miedo o desde los beneficios. Cada cuál elige la opción que mejor le parezca, pero yo no tengo dudas. La clave está en los valores, los principios y el respeto.
Honestamente, nunca me gustó vender desde el miedo. ¿Sabes qué es eso? Cuando tus mensajes de ventas están enfocados específica y repetidamente al dolor de tu cliente. Está claro que una de las acciones de marketing que debe incorporar cualquier campaña es tocar ese dolor, exacerbarlo, hasta el punto que produzca la reacción esperamos por parte de nuestro cliente, sea cual sea.
Todos, absolutamente todos, usamos esta acción en nuestras estrategias. Y todos la empleamos de manera diferente, en medidas diferentes. Porque hay una delgada y casi invisible línea que no deberíamos traspasar. Es aquella en la que comenzamos a invadir la privacidad de la otra persona, de nuestro cliente, y nos adentramos en un terreno muy peligroso: convertirnos en una molestia.
En algún momento de mi trayectoria, y sería hipócrita si digo que no lo hice, también traspasé esa línea, también incomodé. Afortunadamente, aprendí la lección y fijé un límite para mis acciones. No soy de los que venden desde el miedo, porque siento como si le pusiera un arma en la cabeza y lo obligara a ejecutar la acción que me interesa. No me gusta, no me resulta ético, me siento mal.
Vender desde el miedo se me antoja como una posición ventajosa, como una suerte de la ley del embudo: lo ancho para mí, lo angosto para los demás. Y, lo repito, ese no es mi estilo, esos no son los principios y valores que me inculcaron. Cuando alguien actúa bajo esa presión, invadido por el pánico, sus actos son impulsos inconscientes, respuestas autómatas para defenderse de la amenaza.
En cambio, me gusta vender desde los beneficios. No solo porque estoy ciento por ciento convencido de que es más efectivo, sino porque también comprobé una y mil veces que lo más reconfortante no es la venta, sino la gratitud de esa persona. Cuando tú hacer un mínimo aporte a la vida de otra persona para que se transforme y mejore, estableces una conexión poderosa.
La venta desde los beneficios es amable, no es intrusiva, no es agresiva. Cuando tú expones los beneficios de tu producto o servicio, y estos son reales, no necesitas forzar la venta porque esta se dará de forma natural cuando tu cliente se convenza de que es la solución real (no ideal, no perfecta) para el problema que lo aqueja. Él mismo tomará la decisión por su conveniencia.
Cuando vendes desde el miedo, puedes contar con que tu cliente no está plenamente convencido y en cualquier momento te reprochará. Se dará cuenta de que fue víctima de alguien que sacó provecho de su momento de debilidad, de incertidumbre, y en adelante estará prevenido. Cayó una vez, pero seguramente no lo hará una segunda. Es decir, bloqueará tu marca, tu producto.
Cuando vendes desde los beneficios, el proceso será más fácil, no tendrás que andar derribando las objeciones de tu cliente y, por ende, la transacción se consumará en menos tiempo. ¿Entiendes? Menos tiempo, menos dinero, menos recursos, menos desgaste. Y con una contraprestación muy valiosa: tu cliente te lo agradecerá, te recomendará con sus amigos y te volverá a comprar.
Cuando vendes desde el miedo, lo que en realidad haces es coaccionar a tu cliente y te pones en una situación límite que no solo seguramente echará a perder la venta, sino que también dañará la relación con esa persona. Si existe, se deteriorará; si aún no se entabló, no prosperará. Quizás le vendas, pero ese dinero para mí tiene un sabor amargo: el de saber que no hiciste lo correcto.
Cuando vendes desde los beneficios, lo que menos importar es el precio, el dinero, porque lo valioso es lo que está detrás: el intercambio de beneficios y establecer una relación a largo plazo basada en la confianza, en la credibilidad y, también, en el respeto. De esta manera, no solo vendes, sino que además te ganas un amigo, un cliente por muchos años, un multiplicador de tu marca.
Excelente, motivador, y muy cierto relato de la triste realidad. Gracias Alvaro. Que podamos ser así en este tiempo, no aprovecharnos de la gente, en mi país es muy común la viveza criolla, como le llamamos acá en Argentina. Saludos a toda la gente. Bendiciones.
Es reflexionador, realmente la factibilidad de vender desde el miedo para mi lo veo inadmisible, es aprovechar una debilidad del otro y no es el leal para mi, sin pretender en entrar en juicios de valor, es mi opinión. Esta situación de paralisis mundial nos enseña que debemos crear de otra optica la del servicio. Desde alli se incrementaran las perpectivas. saludos bendiciones.
Este tipo de venta es el que se apoya en el dicho de ganar ganar, cuando uno vende busca que el beneficio sea para ambos tanto para el vendedor como para el cliente.
ME PARECE BASTANTE INTERESANTE Y HONESTO
COMO MÉDICO PSIQUIATRA MI LABOR PROFESIONAL PUEDE SER ÚTIL EN ESTOS MOMENTOS PARA QUE LA GENTE SUPERE SU ANSIEDAD PÁNICO O HASTA IDEAS SI NO ES QUE INTENTOS DE SUICIDIO
Estoy totalmente de acuerdo , vender desde el miedo es hacerlo con la mentira , si actuamos y vendemos nuestros servicios o productos desde la etica moral y empresarial lograremos un enamoramiento del cliente hacia nuestros productos sin hacer nada, dice un dicho mexicano la verdad » se sabra en menos de lo que canta un gallo «. Gracias .
Wao, excelente artículo, coincido al 100%.
Yo tengo igual opinión él que vende su producto o lo que se ofrezca si es por miedo va a vender por el tiempo que dure el temor pero cuando pase ese tiempo y mire que su producto no le sirvió ya perdió para siempre a aquellos que compraron por esa ansiedad que tenían o ese temor mientras que si es por beneficios y fue real esos beneficios ellos van a recomendarlo a todo el mundo y siempre van confiar en esa persona y cómo dice el refrán el que engaña cae en su propia trampa y no tiene la conciencia limpia y no va a ganar nada al final . Yo apoyo su onestidad ya yo no confío en nada que se ofrezca a veses por muy bueno que parezca no creo porque en momento no he visto las maravillas del producto y ya crea dudas.
Alvaro, efectivamente estoy de acuerdo con lo que manifiestas.En estos días de confinamiento, estamos recibiendo una avalancha de ofertas todas muy buenas, no lo dudo, pero mi mente esta enfocada en la incertidumbre de los próximos meses y no en adquirir formaciones. Mas bien este tiempo de para obligado por las circunstancias, lo estoy utilizando para reflexionar, meditar acerca de lo que se viene y como plantearme nuevas estrategias ante tiempos complicados que, estoy seguro, en algún momento va a pasar; pero definitivamente, el mundo ya no va a ser igual. Entramos en otra realidad donde creo que el mundo virtual va a ser el protagonista de aquí para adelante.
Gracias Alvaro por tus palabras.
Un abrazo, desde Perú.
Cordialmente.
Roberto
Voy a coincidir contigo al 100%. Yo no me siento como en posición de juzgar si es oportunismo o no, porque definitivamente creo que cada quién hace con su forma de vender su negocio lo que mejor le parece, sin embargo, si siento que la mejor estrategia es enseñar a nuestros clientes a vender desde el valor.
Son muchos los que han visto en esta crisis una oportunidad para colarse dentro de casas y empresas que nunca antes les habían abierto la puerta y, como estrategia, les ha funcionado.
Falta ahora ver si los programas que ofrecen son realmente la solución a todos los males de la humanidad.
¿Cómo me lo he planteado yo? Pues esperar que todo el polvo levantado se vuelva a asentar en el suelo y entonces nuestros clientes actuales y potenciales puedan diferenciar el polvo de la paja.
Allí se verán las verdaderas propuestas de valor.