El tiempo pasa volando. Cierras los ojos en la noche de Año Nuevo y cuando los vuelves a abrir estás en julio, comenzando el segundo semestre del año. El tiempo pasa volando, sin duda. Ya se fueron 183 de los 365 días de 2018 y no falta mucho para que, de nuevo, estemos en modo Navidad. El tiempo pasa volando y, a veces, se lleva las mejores oportunidades de la vida.

Cada día tiene las mismas 24 horas, los mismos 1.440 minutos, los mismos 86.400 segundos, pero da la impresión que fueran menos. O que se consumen más rápido. Hay quienes dicen que eso ocurre cuando estamos ocupados: el tiempo pasa volando. Otros, en cambio, piensan que eso ocurre cuando no tenemos nada que hacer: el tiempo pasa volando. Seguro ambos tienen razón.

El ritmo de la vida diaria es frenético. Avanza a grandes velocidades, quizás para no quedarse atrás de la tecnología. Ese, sin duda, es el principal factor de infelicidad para el ciudadano moderno: nunca tiene un respiro, jamás hay descanso. Todo el día, todos los días, está sometido a una loca carrera por alcanzar sus objetivos, por cumplir sus responsabilidades, por encajar en el sistema.

Es algo contra lo cual es difícil luchar, sin importar si tienes un trabajo convencional (allí es imposible) o si eres un emprendedor, como yo. Miras tu calendario y solo ves compromisos, citas, proyectos, sueños por realizar. Y te preguntas, ¿cómo voy a lograrlo? O, al estilo del Chapulín Colorado, y ahora, ¿quién podrá ayudarme? Son momentos en los que nos invade la angustia.

Mercadeo Global - Álvaro Mendoza

Con mi amigo Gus Sevilla planeamos un segundo semestre para sacarla del estadio.

Y créeme, nos pasa a todos. A veces, las personas que están comenzando en los negocios piensan que es algo que solo les sucede a ellos, que es consecuencia de su inexperiencia o de sus errores, y no es así. No necesariamente es así. Nos sucede a todos, porque todos somos seres humanos que procrastinamos, que nos equivocamos, que hacemos previsiones exageradas.

Hay una diferencia, sin embargo. ¿Sabes cuál es? La forma en que enfrentamos esa encrucijada. Muchos se dejan llevar por la desesperación, inducen nuevos errores y lo pagan caro. Otros, mientras, culpan al universo, dicen que los planetas confabulan en su contra y mejor tiran la toalla. Y algunos más, de los cuales uno soy yo, nos detenemos un momento y hacemos una evaluación.

Por estos días, me encuentro en Nueva York en casa de mi amigo Gus Sevilla en unas sesiones de trabajo muy enriquecedoras y productivas. Estamos mirando lo que nos dejó el primer semestre del año, qué objetivos cumplimos, en cuáles fallamos y cuáles todavía podemos cumplir. Y también proyectamos un segundo semestre en el que esperamos sacarla del estadio, como dicen.


El éxito en los negocios se basa en la estrategia, en lo acertadas que son tus acciones y
tus decisiones. No se trata de una carrera de velocidad, sino una de resistencia. No
importa llegar primero, sino que el proceso nos conduzca al resultado que esperamos.


Estos momentos de evaluación, de repensar, de ajustar la programación y las estrategias son una de las enseñanzas más valiosas que me transmitieron mis mentores. Son períodos importantes que nos sirven como polo a tierra, que evitan que sigamos atrapados en ese espiral sin fin que es la realidad cotidiana y nos dan la posibilidad de detenernos un momento y pensar con cabeza fría.

No sé si tú te tomes este tiempo, que puede ser de un día, de tres días, de una semana, para reunirte con tu equipo de trabajo y rebobinar el casete de, por ejemplo, el primer semestre que acaba de terminar. Es una actividad tan importante, que muchas empresas la implementaron básicamente para ver inventarios, analizar sus cifras de ventas y actualizar sus proyecciones.

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Hay momentos en los que necesitamos detenernos y contemplar el camino con otra perspectiva.

Te comparto cinco acciones que puedes realizar en este tiempo y sacar provecho de ellas:

1) Valorar: uno de los efectos nocivos de la velocidad a la que avanza el tiempo en este mundo moderno es que somos muy propensos a perder la perspectiva. Es como cuando viajas en tu coche por la carretera, a más de 80 millas por hora, y la vista no puede percibir con claridad lo que vas dejando atrás: todo lo ves como un manchón de colores, pero no sabes de qué se trata.

Así mismo ocurre en los negocios. Nos dejamos llevar por el frenesí diario y no valoramos lo que tenemos, lo que hemos conseguido. Detente, respira profundo, revisa la programación que hiciste a comienzos del año y evalúa lo que lograste. No todo es dinero, no todo son cifras: valora el conocimiento adquirido, el aprendizaje de los errores, los obstáculos que pudiste superar.

2) Medir: los seres humanos tenemos un componente emocional y otro racional. La clave del éxito en la vida y en los negocios es alcanzar el equilibrio entre ellos. Ni muy muy, ni tan tan. Que no abunde del uno y falte del otro. Valorar es el componente emocional, pero medir es el racional. Y, como lo he dicho tantas veces, si no mides, no avanzas; si no avanzas, te estancas y desapareces.

Revisa todas y cada una de las estrategias que implementaste y ejecutaste y mide sus resultados. Procura establecer qué tanto cumpliste, cuánto te hace falta por cumplir, en qué fallaste, en qué acertaste, qué debes descartar, qué debes corregir, qué debes comenzar de cero. Medir tus resultados es la actividad más sana para tu negocio, porque esas cifras te dicen para dónde vas.

3) Corregir: es un efecto inmediato de la medición. Detectas los errores, ves qué no funciona bien y, luego, tu tarea es corregir. Es decir, implementar las medidas de choque necesarias para enderezar el camino, no va y sea que te ocurra lo del gigantesco Titanic: que cuando veas el témpano de hielo ya no puedas maniobrar y termines estrellándote con él y hundiéndote.

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Medir el impacto de tus acciones y decisiones es una de las premisas del éxito en los negocios.

Sácate de la cabeza el miedo a corregir. Si no lo haces, habrás cometido dos errores: el que necesitas corregir y no haber corregido. Parece un trabalenguas, pero no lo es. Con la información que arrojan las cifras de tus mediciones puedes ponerle freno a lo que avanza por el camino equivocado y tienes la posibilidad enmendar. Recuerda: errar es de humanos; corregir, de sabios.

4) Replantear: a veces, ya es tarde para corregir. Quizás porque ya no hay nada que hacer o porque el costo de esa acción es demasiado elevado. Entonces, hay que buscar otra alternativa: replantear. Esa es una acción que pocos emprendedores llevan a cabo, porque prefieren insistir tercamente, porque les cuesta reconocer que no tienen la razón, porque tienen un ego grande.

Si tienes una relación con una persona y las cosas ya no funcionan, a pesar de que lo intentaste una y otra vez por todas las vías posibles, no queda más remedio que ponerle punto final, agradecer lo que te brindó y seguir adelante. Replantear no significa fracasar, sino que valoras lo que tienes, lo que has recorrido y, sobre todo, que haces un esfuerzo más por alcanzar el objetivo.

5) Cambiar: esta, sin duda, es la tarea más complicada. Los seres humanos somos reacios al cambio, nos apegamos a las situaciones y a las personas que nos hacen daño y no las queremos soltar. Esta, por si no lo sabías, es una de las principales causas de la tempranera mortandad de negocios: sus dueños se niegan a aceptar un error, se niegan a corregir, se niegan a cambiar.

Una de las premisas más importantes de los negocios en el mundo moderno, en especial luego de la revolución digital, es el cambio. No necesariamente de blanco a negro, de un extremo al otro. Cambiar a veces es solo adaptarnos a las nuevas condiciones: debemos aprender a ser maleables, flexibles, de mente abierta; debemos estar dispuestos a cambiar para seguir aprendiendo.