Como siempre en la última semana del mes de mayo, los ojos de los aficionados al tenis están puestos en París. Allí, en la tradicional superficie de tierra batida (arcilla), se disputa el segundo de los cuatro torneos que componen el Grand Slam: Roland Garros. Este año, sin embargo, la 117 edición del certamen tiene un ingrediente especial, en honor de un personaje poco conocido.
Es irónico, porque se trata del mismísimo Eugene Adrien Roland Georges Garros. Sí, el que le dio el nombre al torneo en 1928, del que muy pocos aficionados del común conocen su historia. Que no fue tenista (aunque sí jugó al tenis), sino aviador. Y héroe de la Primera Guerra Mundial. Y pianista frustrado. Y cocreador de una de las armas que revolucionó el conflicto bélico. Y un ícono francés.
Más allá de lo que la historia de Roland Garros le aporte a tu cultura general, asumo que te preguntarás qué podemos aprender los emprendedores de este personaje que nació el 6 de octubre de 1888 en Saint-Denis, en Madagascar, una isla de África Oriental y territorio francés hasta 1960. Te invito a que leas la nota y descubras qué aprendí de este héroe de los aires.
Llegó a París con un objetivo que no alcanzó: a cursar estudios de música. El sueño del joven Roland era ser concertista de piano. Su familia era acaudalada y muy ligada al ejército, porque su padre era consejero del Canciller General. Era un joven aficionado al ciclismo y al tenis, pero como suele ocurrir un hecho inesperado cambió su vida. Fue en 1909, durante una feria aérea en Reims.
Allí conoció a Alberto Santos-Dumont, uno de los primeros constructores de aeroplanos, y descubrió que su verdadera pasión eran las aventuras surcando los aires. Abandonó los estudios de música, mandó el piano al baúl de los recuerdos y se subió a las aeronaves. Tomó el curso de piloto y practicó la exhibición, primero, y el vuelo acrobático, después, con singular éxito.
Esas dos habilidades fueron clave para que el joven Roland se inscribiera en la historia años más tarde. Desde el comienzo, se destacó por su talento y arrojo, e impuso varios récords en estas modalidades. Sin embargo, fue el 23 de septiembre de 1913 cuando el mundo, por primera vez, supo quién era el tal Roland Garros. Fue una proeza que quedó registrada en los libros de historia.
A las 5:47 de la madrugada de aquel día, a bordo de un monoplano Morane-Saulnier de 60 caballos de potencia, despegó del aeródromo de San Rafael, en la Costa Azul francesa, y siguiendo la ruta paralela a la costa de Córcega y Cerdeña poco menos de seis horas más tarde aterrizó en Bizerta (Túnez). ¡Era el primer hombre capaz de cruzar el Mediterráneo en un vuelo sin escalas!
Se convirtió en un referente de la aviación y en un instructor cotizado. Andaba en esas en Alemania cuando, el 28 de junio de 1914, en Sarajevo asesinaron al archiduque Francisco Fernando de Austria y estalló la Primera Guerra Mundial. Francia formó parte del Triple Entente, con el Reino Unido y el Imperio Ruso, contraparte de las potencias centrales: Italia, el Imperio alemán y Austria-Hungría.
No es la vida la que decide tu camino: eres tú el que decide qué camino recorres en esta
vida. Haz como Roland Garros: obedece a tu corazón, sigue aquello que te apasiona y entrégate
de lleno a ello. Así, las dificultades se convertirán en anécdotas que matizarán tu trayecto.
Roland se enroló voluntariamente en las fuerzas aéreas del ejército francés y no demoró demasiado en hacer historia. Junto con el fabricante Raymond Saulnier, creó el mecanismo que permitía disparar la ametralladora frontalmente, sin que las balas destrozaran las hélices. Esa arma le dio una ventaja táctica que su enemigo solo pudo contrarrestar tiempo después.
Luego, el primero de abril de 1915, Roland fue el primer piloto que derribó un avión alemán, un Albatros B11 de reconocimiento. Fue un doble triunfo: dar de baja un arma estratégica de su enemigo y demostrar la eficacia de su invención. En las siguientes dos semanas, enriqueció su leyenda como aviador de guerra: derribó otros cuatro aviones alemanes, más que ninguno otro.
Sin embargo, el 18 de abril sufrió un revés: durante una ofensiva en suelo alemán, se vio obligado a aterrizar tras las líneas enemigas. Fue apresado antes de que prenderle fuego a su aeronave para proteger su secreto. El avión quedó en poder del ejército rival y puesto a disposición del diseñador Anton Fokker, que descubrió cómo funcionaban las temibles ametralladoras, y las implementó.
Fue enviado a un campo de concentración, del que solo pudo escapar casi tres años más tarde, en febrero de 1918. Con escala en los Países Bajos y el Reino Unido, regresó a Francia y volvió a unirse al frente. El 5 de octubre, un día antes de cumplir 30 años, su avión fue derribado en un combate en Ardenas (nororiente del país). Roland Garros murió cuando la aeronave impactó en tierra.
Diez años más tarde, en honor a su heroísmo, el entonces llamado Campeonato de Francia cambió su nombre por el de Torneo Internacional de Francia de Roland Garros. Ese año, Francia defendía el título de la Copa Davis que le había ganado 12 meses antes a Estados Unidos, en Filadelfia. Para la ocasión, cerca de Porte d’Auteil se construyó un estadio con capacidad de 10.000 aficionados.
Nunca buscó reconocimientos y mientras vivió, jamás recibió uno. Tras su muerte, Francia
reconoció el valor de este heroico personaje y le rindió tributo. Recibió la ‘Mour pour la France’,
la distinción otorgada a los caídos en combate, y nombrado oficial de la Legión de Honor.
Cien años han pasado desde aquel 1918 y el nombre de Roland Garros sigue vigente. De hecho, este año, durante el Kid’s Day, una jornada en la que aficionados comparten con las grandes estrellas profesionales (Rafael Nadal, Novak Djokovic o Maria Sharapova, por ejemplo), se rindió un sentido homenaje al “aviador que flirteaba con las nubes”, como dijo la revista Paris Match.
Estas son las cinco lecciones que podemos aprender de la vida del heroico Roland Garros:
1) Sueña, sueña sin límites: jamás he sido piloto, pero sí he volado muchas veces y puedo decirte que esa es una de las sensaciones de libertad más grandes que puedan existir. Roland Garros quedó prendado de la aviación tan pronto la conoció y desde entonces se preparó para forjar sus sueños. No importa qué tan raros sean tus sueños: ¡son tuyos, ve, persíguelos, hazlos realidad!
2) Atrévete, rompe esquemas: una de las condiciones del éxito en los negocios es ser diferente. Roland Garros desarrolló habilidades que le permitieron sobresalir en la aviación deportiva y en la militar. Con su arrojo y su sagacidad, rompió esquemas. Muchos habían intentado cruzar el Mediterráneo por los aires, pero solo este francés lo logró, una aventura que marcó la historia.
3) No hay libreto, el plan es vivir: llegó a París porque quería ser pianista, pero terminó como aviador. Estableció récords y marcó hitos, pero la Primera Guerra Mundial cambió sus planes. La vida es dinámica, no hay un libreto establecido. Hay que vivirla, y ya. Dar lo mejor cada día, disfrutar al máximo y, como lo hizo Roland Garros, poner al servicio de otros tu talento y habilidad.
4) Lucha por lo que amas: hijo de familia acomodada y dueño de una vida tranquila, Roland Garros no dudó en enrolarse voluntariamente e ir a defender a su país, al que amaba, a combatir contra el enemigo. Eso le costó la vida, un precio demasiado alto, sin duda. Lucha por aquello que amas, sin importar los obstáculos que enfrentes. Perderás batallas, pero también puedes ganar la guerra.
5) Deja huella: sus gestas en los aires, su récord de derribos y su valentía convirtieron a Roland Garros en fuente de inspiración para los franceses. Procura que cada una de tus acciones deje una huella positiva en la vida de otros. No es solo ganar dinero: es la posibilidad de ayudar a otros y enriquecerte con cuanto puedas aprender de ellos. Esa es la mejor recompensa que puedes recibir.