Con los constantes avances tecnológicos y el mayor nivel de educación del consumidor, hacer negocios en el mundo actual y, sobre todo, tener éxito, es algo cada vez más complicado. Nunca fue sencillo alcanzar el éxito, es cierto, pero ahora, con tanta competencia, con tantos productos, con tantos actores en el mercado, es más difícil.
Esa es una realidad a la que nos enfrentamos todos los que hacemos negocios, dentro o fuera de internet. Los grandes, los medianos y los pequeños, también los emprendedores. La diferencia está en que aquellos que cuentan con recursos abundantes, hacen la vida más fácil, pueden superar sin problema dificultades que a otros nos complican.
La maravilla del mundo de los negocios, sin embargo, es que independientemente del tamaño, de los recursos o de las herramientas de que dispongamos, todos tenemos una oportunidad. No dos, no diez, no cien, no mil; una oportunidad. Y eso es, precisamente, todo lo que necesitamos para triunfar, para ser exitosos, para alcanzar nuestros sueños.
Una de las razones por las cuales hoy es más difícil hacer negocios que en el pasado es porque muchos se dejan llevar por los encantadores de serpientes que pululan por ahí, en jungla del mercado. Los mismos que en internet encuentran un hábitat ideal para reproducirse, gracias a la falta de conocimiento e ingenuidad de los novatos.
¿Cómo voy a competir yo con McDonald’s, Apple o Chrysler?, te preguntarás. Para nadie es un secreto que se trata de gigantes del mercado, que poseen multimillonarios recursos y plantas de trabajadores numerosas. Además, cuentan con las herramientas, con la tecnología y la experiencia requeridas para competir de tú a tú con cualquiera.
Es cierto. Sin embargo, de ninguna manera desvirtúa aquello de que todos tenemos una oportunidad (que, por supuesto, no es igual que LA MISMA oportunidad). Entender esto es, en muchas ocasiones, la diferencia entre persistir y renunciar a tus sueños. No importa si tu negocio es un multinivel, si vendes un producto o un servicio; ¡no importa!
El conocimiento y la experiencia están al alcance de todos. Lo mismo, las herramientas y los recursos. Se puede empezar con poco y crecer paso a paso hasta construir una empresa viable, sustentable, productiva. Son miles y miles los casos de personas que arrancaron con prácticamente nada y al cabo del tiempo lo consiguieron casi todo.
Tener la posibilidad de entrar en la vida y en el corazón de otra persona,
y brindarle la ayuda que necesita, es el mayor privilegio del que gozamos
quienes hacemos negocios. También, claro, nuestra mayor responsabilidad.
Siempre hay una oportunidad para todos, independientemente de las condiciones de cada uno. Eso significa que, en tu escala, tú puedes ser tan exitoso como McDonald’s, como Apple, como Chrysler. No en su dimensión de gigantes del mercado, sino en tu escala, es decir, tú, como esas empresas, puedes ser el número uno del mercado, la referencia.
Esa es tú oportunidad. Y lo puedes hacer con tus recursos, que seguramente no son tan abundantes como los de aquellas marcas. Lo puedes hacer a tu modo, que seguramente es distinto. Lo puedes hacer con tu modelo de negocios, que probablemente no se parezca al de aquellas. Lo puedes hacer siempre y cuando cuentes con la habilidad básica.
¿Sabes cuál es? La capacidad de interactuar con otras personas. Ese es el hilo conductor que encuentras en la historia de cualquiera de los casos de éxito que puedas conocer. La tuvieron Steve Jobs y Henry Ford; la tienen Bill Gates, Jeff Bezos, Mark Zukerberg, Elon Musk y Richard Branson. Y, por supuesto, la necesitas tú si quieres alcanzar el éxito.
Y no solo en los negocios, sino en la vida. ¿Entiendes por qué camino voy? La posibilidad de ser exitoso en la vida y en los negocios depende de la forma en que te relaciones con los demás, con el mercado, con tus clientes. Necesitamos saber interactuar para vender, para convivir, para encontrar compañía en este viaje que es la vida, para ser felices.
Todas y cada una de las acciones que ejecutamos en el quehacer en los negocios están basadas en el conocimiento que tenemos del ser humano, de su comportamiento. Y más hoy, en la era del mundo globalizado, en la que la decisión de compra del cliente depende de las emociones. Si conectamos con sus emociones, podemos interactuar con él.
Los extremos emocionales
Seguramente habrás escuchado decir que para ser exitoso en los negocios debes conocer mejor a los que están a tu alrededor de lo que te conoces a ti mismo. No es algo nuevo, ¿cierto? Es decir, desde hace mucho tiempo esa es una de las premisas básicas para quienes hacemos negocios, en especial para los que los hacemos a través de internet.
¿Y para qué nos sirve ese conocimiento? Para interactuar con esos clientes, con ese mercado. Interactuar es el intercambio de conocimiento, de experiencias, de sueños, de miedos, de gustos, de frustraciones, de aspiraciones, en fin, de todo lo que se quiera. Intercambio legítimo y transparente de beneficios para provecho de todos.
En ese intercambio, los extremos son los que nos interesan a quienes hacemos negocios, porque son los que nos permiten establecer las conexiones más poderosas. ¿Sabes cuáles son? El bien y el mal, la tristeza y la alegría, el dolor y el placer. Apelar a cualquiera de ellos nos da la posibilidad de interactuar con otros y, claro está, de ayudarlos.
La vida es un camino en el que oscilamos de un extremo (el bien, la alegría, el placer) a otro (el mal, la tristeza, el dolor), permanentemente. Sin embargo, convivimos más en este extremo negativo que en aquel positivo, es decir, son más los momentos de tristeza y dolor, que los de placer y alegría. Y esa es nuestra oportunidad, tú oportunidad.
Hoy más que nunca, los emprendedores tenemos una oportunidad, una gran oportunidad. Es la de ayudar a otros a través de nuestros negocios, de lo que hacemos, de lo que conocemos, de las experiencias que hemos vivido, con las herramientas y los recursos de que disponemos. Podemos cumplir esa meta si sabemos cómo interactuar con ellos.
Los extremos, el bien y el mal, la tristeza y la alegría, el dolor y el placer, son los estados en los que una persona es más vulnerable, más fácil de abordar. Es cuando está más dispuesta a abrir su corazón, a dejarnos entrar en él. Es el momento en el que voluntariamente accede a bajar la guardia y deposita su confianza en nosotros.
Es, entonces, cuando podemos interactuar. ¿Cómo? Si le damos a entender que de manera honesta lo queremos ayudar, que nuestro interés es genuino y va más allá de lo económico, si lo que le ofrecemos verdaderamente es la solución a su problema, si encuentra en nosotros ese complemento en el que puede confiar a ojo cerrado.
Cada día es más difícil hacer negocios. El cliente es más educado y no le entrega su confianza a cualquiera. Solo lo hace con aquellos que lo conocen y que de manera genuina y leal le ofrecen lo que desea y necesita, aquellos con los que puede interactuar abiertamente, con los que establece una conexión que va más allá de una simple compra.
Aunque nos digan que el éxito en los negocios en internet está en la automatización (que es genial), en las herramientas (que son fantásticas) y en los robots (que son útiles), la verdad es que ningún negocio tiene sentido si no está enfocado en ayudar a otros. Y esa ayuda solo es posible si poseemos esa habilidad poderosa que es la interacción.