En el mundo de los negocios, cuando hablamos de productividad por lo general la mente nos transporta a los números, a las cifras de los balances de pérdidas y ganancias y, en el ámbito de internet, a las métricas. No me cabe duda de que es algo necesario, de que es el componente racional que debe tener cualquier negocio, pero la vida y la experiencia me enseñaron que el concepto tiene un significado distinto.

Teóricamente, la productividad es un concepto afín a la economía. Es un indicador de la eficiencia de una empresa, el que nos permite establecer si el producto obtenido es rentable en comparación con los insumos utilizados y el tiempo empleados en su fabricación. Eso determina, por supuesto, la rentabilidad del negocio. También es un indicador de la eficiencia de los procesos de producción.

En internet, solemos medir la productividad de nuestras acciones según las ventas realizadas, la cantidad de prospectos que se convierten en clientes asiduos o los visitantes que aterrizan en nuestra página web. También, en la cantidad de suscriptores de nuestra lista o las descargas de un producto gratuito que le ofrecemos al mercado. Son cifras inobjetables, no manipulables, que nos dan una idea cierta del rumbo del negocio.

Reconozco que estoy pendiente de esa información, que me aporta una visión racional del resultado de mi trabajo. Me indica qué marcha bien, qué va mejor de lo esperado, qué no camina y hasta qué es un fracaso. Son datos que me dan la posibilidad, entonces, de reforzar, de corregir, de descartar o de replicar acciones que me van a ofrecer resultados que ya, en segunda instancia, puedo controlar. Y eso, lo sabes, es muy útil.

Sin embargo, con el paso de los años aprendí que existen otros indicadores que si bien se antojan gaseosos o intangibles tienen un peso específico en mi trabajo. No los puedo medir en ninguna escala, no puede darte porcentajes aproximados, pero son muy útiles y, créeme, los tengo muy en cuenta. Son los que me permiten establecer la productividad de mi negocio en términos de felicidad, de impacto, de transformación.

Gracias al buen funcionamiento de mi negocio, tengo una vida que me satisface, especialmente porque puedo hacer realidad los sueños y anhelos de mi familia. Si eso no fuera así, las cifras racionales, las métricas de la web, los datos del P&G me valdrían nada, porque la razón de ser de mi vida no es mi negocio, sino la calidad y el estilo de vida que puedo ofrecerle a mi familia gracias a mi trabajo. Por eso, cambié mis indicadores.

Cuando planeábamos esta revista con mi equipo de trabajo, me gustó la idea de enfocarla en el tema de la productividad, que es vital para alcanzar el éxito. Sin embargo, coincidimos en que valía la pena abordarlo siempre y cuando ofreciéramos una visión distinta a la que una persona obtiene con una simple búsqueda en internet o un libro especializado. Y, la verdad, creo que lo hicimos bastante bien; me gusta el resultado y espero que a ti, también.

Los indicadores tradicionales no los podemos desconocer, es cierto. Los necesitamos. Sin embargo, te invito a que hagas el ejercicio de medir el éxito de tu negocio también por esas otras ‘metricas’: cuánta felicidad experimentas cada día al irte a dormir y cuánta les brindas a tus clientes fruto de tu trabajo; qué impacto positivo alcanza tu negocio en términos de cómo los ayudas a superar sus obstáculos y a cumplir sus sueños.

Otras veces me habrás escuchado decir que aquello que nos diferencia a los emprendedores de los grandes empresarios no es la cantidad de millones que cada uno tiene en su cuenta bancaria, sino las vidas que hemos ayudado a transformar para bien. Honestamente, creo que esa es una asignatura que apruebo con buena nota, aunque sé que es mucho más lo que puedo hacer, lo que puedo ayudar, lo que no he podido cristalizar.

Los artículos que vas a leer a continuación, por lo tanto, combinan ambos aspectos, las dos visiones: la racional y la que podríamos llamar romántica. Incorporan consejos que espero te sean útiles para mejorar el rendimiento de tu negocio, para llegar a cifras positivas, y también pensamientos que quizás te motiven a cuestionarte, a reflexionar sobre tu misión, acerca de tu tarea. Y ojalá que el P&G en ambos casos se refleje en unos dividendos increíbles.

ALVARO MENDOZA